Mañana, de acuerdo a la Constitución, recibiremos en el Congreso del Estado los tomos impresos que componen el Cuarto Informe de Gobierno de Cuitláhuac García Jiménez.
Pero 24 horas antes de sostener esos documentos en las manos, tengo desde ahora una idea bastante clara de lo que dirá ese Informe.
Y no es por hacerle al adivino. Ocurre que me ha tocado ser testigo de los avances que ha tenido Veracruz al mando del gobernador Cuitláhuac.
El primero de diciembre se cumplirán cuatro años de que el Gobernador rindió protesta del cargo en medio del peor desastre de nuestro Veracruz en las últimas décadas.
Cuitláhuac recibió un Estado hundido en todas las crisis posibles. La crisis de seguridad pública: con más muertos que Irak. La crisis del quebranto de las finanzas: deuda al SAT, a la UV, al IPE, a las personas pensionadas. La crisis de la corrupción de los exfuncionarios viviendo en una fiesta de opulencia: circulan historias de botellas de vino de a 60 mil varos. La crisis de la confianza política de la gente con su Gobierno: policías golpeando personas jubiladas y pensionadas, alcaldes acampando en el Palacio de Gobierno en el 2016 mientras mucha gente revisaba el Facebook para, discretamente, borrar cualquier publicación donde aparecieran con el Gobernador de aquel entonces. La crisis de la inversión privada y los empleos: ¿Qué valiente le iba a meter dinero a semejante Veracruz? La crisis de la decepción: la gente votó por un cambio en 2016 y los “salvadores” salieron tantito peor.
Y si a eso le sumamos la pandemia, tenemos la tormenta perfecta.
A todas esas crisis, Cuitláhuac le entró con valor, firmeza, convicción, dedicación y paciencia. También, hay que decirlo, con la enorme presión moral de saber que Veracruz no soportaría un nuevo desengaño y que el pueblo había confiado en él por representar la causa de la Cuarta Transformación.
Cuatro años después, con el liderazgo de Cuitláhuac, Veracruz ha dado una vuelta de 180 grados.
¿Ya se logró lo que se quería? Pues no. Luego de ser uno de los Estados más peligrosos, ahora somos el séptimo más seguro del país, pero obviamente queremos ser el primero. ¿Ya no debemos dinero? Pues sí. Se han ido pagando deudas, pero todavía nos falta, porque nos dejaron endeudados hasta el cuello. ¿Ya se acabó la corrupción? Seguramente no, pero ahora el Gobernador es honesto y los eventuales actos de corrupción son la excepción y no la norma, además de que estamos a las vivas para sancionar a quien se pase de lista o listo. Sin ir muy lejos, nunca el Congreso del Estado había rechazado dos Cuentas Públicas. Y así con todo lo demás.
En suma, a cuatro años, la regeneración de Veracruz va por buen camino. Bien dice Cuitláhuac: nos llena de orgullo.
*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.