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La cannabis sativa llegó a nuestro continente vía las tres carabelas comandadas por Cristóbal Colón que en 1492 condujeron al llamado descubrimiento de América.
“En los barcos del primer viaje colombino había, al menos, 80 toneladas de cáñamo en forma de redes, cuerdas, velas y otros útiles. De no haber sido por esta planta es muy posible que el marinero genovés no hubiese llegado al Nuevo Mundo.”
El cáñamo y la mariguana son primos hermanos con una raíz común: la cannabis.
El cáñamo tiene uso industrial, su empleo es más viejo que las llamadas civilizaciones y de sus generosas características naturales se han derivado: fibras textiles, aceites, cuerdas, velas, papel, alimento rico en omega 3 y proteínas, combustibles ecológicos, materiales de bioconstrucción, lubricantes, cosméticos, materiales aislantes, entre otros.
“La marihuana, en sus diferentes variedades, es una línea genética con mayor presencia de tetrahidrocannabinol (THC) —el principio que constituye la sustancia activa principal— y una potencialización de la floración, donde se acumula especialmente esa gran concentración de los aceites ricos en THC y otras sustancias. Las plantas de este tipo suelen ser de no más de dos metros de alto, con muchas ramas y espesas inflorescencias. Normalmente se plantan solo las “hembras”' bien espaciadas unas de otras, a varios palmos de separación o incluso un par de metros. Estas plantas “hembras” se mantienen lejos de “machos” para evitar la polinización.” (1)
A partir del arribo del cáñamo, derivado de la cannabis que también genera la marihuana –a fines del siglo XV y luego durante el siglo XVI después de la Conquista española- fue cosa de tiempo para que los nativos del continente americano conociesen y diera inicio su empleo para efectos psicoactivos.
Sobre la llegada de la amapola y sus derivados, los opiaceos, hemos referido ya al siglo XIX y la migración de chinos como su raíz presencial primero en Estados Unidos y luego en México.
En suelo americano existían y existen productos psicoactivos empleados desde antes del contacto con Europa: el peyote (Mesoamérica) la hoja de coca (Sudamérica), entre otros.
“La Inquisición fue la primera instancia en México que sancionó el uso no industrial del cáñamo. La prohibición se centró en ciertas plantas, entre ellas el peyote, el ololiuqui, y los llamados pipilzinzintles o pipilzinzintlis, también conocidos como “niños venerables. Este último es el nombre que emplearon los indígenas para designar al cáñamo y otras plantas en los rituales en los que se ingería por sus efectos psicoactivos. La prohibición se dio en febrero de 1769.” (2)
“Tras la Independencia de México, el uso que se le comenzó a dar al cáñamo ya no era textil, sino ritual y medicinal. La curandería y las prácticas con plantas dejaron de ser perseguidas por motivos religiosos, sin embargo, en su lugar, la práctica médica que se produce en esta conciencia contemporánea asumirá esa persecución, aunque durante todo el siglo XIX y los inicios del XX no fundamenta la necesidad del castigo, y solo se concretan a condenar las creencias o ritualidades de su práctica.” (3) (2) Este breve acercamiento a la historia sobre el arribo de la marihuana y la amapola a nuestro continente y país, nos coloca abruptamente ante una realidad no reconocida por el discurso político actual, montado sobre una visión cuestionable denominada “combate a las drogas”.
El empleo de substancias psicoactivas tiene un origen milenario.
La diferencia entre asiáticos, europeos y americanos, respecto a tales prácticas son los productos empleados: cada quien usó aquellas plantas que su cultura inventó.
Luego, los encuentros entre las civilizaciones de un continente y otros generaron el intercambio de plantas y los conocimientos sobre la transformación de cada caso.
Se mezclan en esta evolución histórica, comercial, medicinal, lúdica, intereses específicos de grupos dominantes sobre dominados pero todos terminan asumiendo conocimientos y beneficios vueltos comunes.
Los europeos provocaron las guerras del opio apoyados en su poderío militar y afanosos por imponer sus intereses financieros y comerciales sobre China, que defendió los propios y fracasó…temporalmente.
Las guerras del opio generaron la migración china a suelo americano y el arribo consecuente de la amapola y la adormidera a nuestro suelo.
Aquí, el cáñamo y la marihuana ya estaban presentes desde los tiempos de Cristóbal Colón y Hernán Cortés, canalizadas a su empleo industrial, comercial, médico y recreativo. Los chinos emplearon opiáceos para efectos médicos hace unos diez mil años y la morfina se empleó en la primera y segunda guerras mundiales, entre otros conflictos.
La marihuana tuvo un uso aceptado durante el siglo XIX en México y la revolución de 1910 estableció un nexo muy conocido entre los participantes –soldados, campesinos, líderes y generales, políticos y público de la época- con “doña Juana”.
Ante todo ello tenemos escenarios muy relevantes por lo que hace al siglo XXI: la circunstancia actual del “combate a las drogas” y el papel que el gobierno y la sociedad –El Estado- han asumido desde los siglos XIX y XX.
Como hemos escrito en la primera parte de este artículo: ni Ovidio Guzmán López, ni su padre Joaquín Guzmán Loera, ni su abuelo Emilio Guzmán Bustillos, aparecieron de la nada...
Su circunstancia particular surge de coyunturas familiares, socioculturales y socioeconómicas, que a su vez derivan de contextos históricos específicos que hallamos en la primera mitad del siglo XX y a lo largo del siglo XIX.
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Leamos a Luis Astorga, investigador de la UNAM y autor del libro “El siglo de las drogas”:
“En el porfiriato, las importaciones de opio alcanzaron cifras sólo comparables parcialmente y con algunas reservas, con las presentadas como destrucción del opio y la heroína para el periodo 1983-1991 en el Programa Nacional para el Control de las Drogas 1989-1994. Las cantidades de opio importado oscilaron entre casi ochocientos kilos y cerca de doce toneladas, en el periodo que va de 1888 a 1911. El número de habitantes de la época era poco más de 15 millones en 1910, y el consumo de opio, en forma de láudano y otros compuestos opiados, era legítimo y usual”.
“Los vinos (cordiales) con coca y los cigarrillos de marihuana (para combatir el asma por ejemplo) formaban parte de los productos que se ofrecían normalmente en las farmacias”.
Este material académico de Luis Astorga –nativo de Sinaloa- nos remite a una época en que vivieron los bisabuelos y tatarabuelos de Ovidio Guzmán López.
En términos cronológicos y a través de un vistazo a su árbol genealógico, el Chapo Guzmán –contumaz psicópata- está preso, entre otros motivos, por haber traficado toneladas de productos que durante la época de sus abuelos y bisabuelos no estaban prohibidos y se surtían –toda proporción guardada- en las farmacias para cualquier comprador.
“Drogas y alcohol en el porfiriato y la revolución mexicana
El alcoholismo provocaba estragos en todos los niveles sociales, pero había distingos. El Diario Ilustrado editorializa en 1908: “El alcohol horripila pero únicamente en el espectáculo del borracho callejero, medio desnudo, temulento. La borrachera discreta, bien vestida y paseada en coche, es cosa diferente, respetable y decente”. Igual de respetable fue la drogadicción.
El uso de drogas, en México y el mundo, era de lo más común, antes de la Primera Guerra Mundial.
Durante el porfiriato drogas como: clorhidrato de cocaína, de morfina alemana de la casa Merck y francesa, Poulenc Frères, se podían conseguir en boticas y droguerías sin receta o control alguno; solían considerarse auxiliares en tratamientos de algunas enfermedades, en otros casos eran distractores que a su vez se consideraban como una enfermedad fácil de curar.
En 1871 se sentaron las bases para prohibir el consumo de drogas, para el D.F. y Baja California. En el Código Penal de ese año se escribió un capítulo llamado: “Delitos contra la salud pública”, donde se prohíbe la elaboración de “sustancias nocivas a la salud o productos químicos que puedan causar grandes estragos”.
Las drogas eran consumidas por todas partes, en cantinas, entre artistas y escritores; en la aristocracia, en los mandos del ejército revolucionario, entre soldados rasos, profesionistas, clase media, en farmacias, penitenciarias y en el bajo mundo; “consumir zoapatli, toloache, opio, marihuana, codeína, pastillas Houdé, polvos de Dover, morfina ‘en jeringas de Parvaz’ y hasta heroína en sus más variadas formas era visto como algo propio de la sociedad de su momento”.
La convención de la Haya en 1912, donde se discutió la regularización del control internacional de medicamentos, principalmente de opio, contó con la participación del gobierno mexicano. No fue sino hasta 1924 cuando el Senado mexicano ratificó la prohibición, la ley fue publicada en el Diario Oficial de la Federación hasta 1927.
Durante la Revolución Mexicana el consumo de marihuana se incrementó entre los distintos bandos. Victoriano Huerta cargó sobre sus hombros el estigma de ser considerado por la historia “borracho y mariguano”, aunque a decir verdad, la mayoría de los soldados, sin importar su grado, fumaban marihuana para mitigar el hambre y hacer llevaderos los sinsabores de la vida militar.” (4)
(4)
Cito a Luis Astorga y su obra “El siglo de las drogas”:
“Las preocupaciones que empiezan a surgir a finales del siglo pasado (XIX), se refieren a las dosis a partir de las cuales el uso de esas sustancias provoca intoxicaciones, así como a las adulteraciones realizadas por personas ajenas a la profesión farmacéutica. En otras palabras, preocupan la medida justa, el control de calidad y los agentes sociales que pueden garantizar tales cosas legítimamente. El uso terapéutico no se pone en duda y los juicios morales están todavía muy lejos de la orientación actual, aunque ya es posible encontrar muestras de un cambio de percepción. Los farmacéuticos defienden su profesión y los intereses de su corporación. Rechazan ser considerados como “médicos de segunda” y critican la ineficacia de la reglamentación sanitaria para controlar la libre venta de algunas plantas como la mariguana, por ejemplo, que se podía adquirir fácilmente en el mercado de La merced y en otros de la capital del país”.
“En Sinaloa, datos estadísticos de 1886 consignan ya desde entonces la existencia de la adormidera blanca entre la flora de la región, así como el cáñamo indio o marihuana -en 1828 se consigna ésta entre la flora de Sonora- y son clasificadas como plantas textiles u oleaginosas, pero no como medicinales”.
CONTINUARA...
(1) Cáñamo - Wikipedia, la enciclopedia libre
(2) 420: cómo y cuándo llegó la marihuana a México - Infobae
(3) 420: cómo y cuándo llegó la marihuana a México - Infobae
(4) Drogas y alcohol en el porfiriato y la Revolución Mexicana… - Chihuahua Es!