Conforme se acerca el 2024, cada vez me convenzo más de que México sólo tiene un camino viable. Y no me refiero a una persona en especial, sino al proyecto de nación que defiende Morena.
¿En qué me baso? En la sección internacional de los noticieros más o menos serios que describen lo que la derecha está haciendo en el mundo.
En Brasil el presidente saliente, a finales de diciembre, salió de pelada en un avión de su Fuerza Aérea –todavía mandaba- rumbo a Estados Unidos. Me acordé de Javier Duarte y el famoso helicóptero que le pusieron desde el mismo Gobierno para que pudiera desaparecerse cuando pidió licencia.
La cosa no quedó ahí: ya en enero, con un nuevo presidente democráticamente electo y debidamente investido de poder, los seguidores de la derecha intentaron dar un golpe de estado para arrebatarle el gobierno a la malagueña. No pudieron, pero el solo intento demuestra de lo que son capaces cuando están perdidos.
En Perú, ya van más de 60 civiles asesinados por protestar porque derrocaron al presidente que el pueblo había elegido democráticamente –hasta lo metieron a la cárcel- y la nueva presidenta –que era su vicepresidenta- lo traicionó.
Algo parecido le hicieron al presidente de Bolivia a finales de 2019.
No me consta que sea verdad -y quiero pensar que no es verdad-, pero de comprobarse los sabotajes en el Metro de la Ciudad de México donde una joven murió hace poco en un choque de trenes, sería un ejemplo criminal y gravísimo de la guerra sucia que la derecha es capaz de poner en marcha.
Por eso, creo que la única ruta viable es continuar con el proyecto de Morena y cerrar filas con cualquiera de las mujeres y los hombres que aspiran a encabezar esa misma continuidad.
Como lo he dicho, en mi corazón se abrigan nombres para México y Veracruz, pero sobre cualquier cariño personal debe estar la unidad del Movimiento.
Esa unidad y la cercanía imperdible con el pueblo, serán la clave del éxito en el 2024. No nos distraigamos ni nos extraviemos.