MOMENTO DE ACOTAR

Hay límites: legalizar lo ilegal

Francisco Cabral Bravo

COLUMNA SEMANAL

2023-05-15

Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing Eric Patrocinio Cisneros Burgos


Estimado lector cuando miro aquellos ríos interminables de mexicanos jóvenes, en su mayoría provenientes de estratos sociales medios y bajos, se me entremezclan en el cuerpo la alegría y la tristeza.


Alegría por verlos reclamando para sí la voz y el espacio público; alegría por verlos activos e indignados frente a este país nuestro tan injusto y tan capaz, por ello mismo de indignarnos a tantos. Tristeza también, pues al mismo tiempo no podía dejar de preguntarme: ¿a dónde van, qué opciones tienen?


Si estamos ante una crisis de civilización y necesitamos, por tanto, una “transformación civilizatoria”, un cambio total de paradigma, todo aquello que decentraliza, localiza, vuelve horizontal y empodera a la sociedad debe ser difundido.


Los sueños profesionales de los jóvenes en México han cambiado considerablemente en los últimos años. Su prioridad ya no es ser arquitectos, abogados, médicos, administradores e ingenieros. O ser empresarios y comerciantes con negocios propios. Los oficios, deportistas profesionales, astronautas o presidente, están a la baja.


De acuerdo con un estudio por Remitly (noviembre 2022) proveedor de servicios financieros digitales para inmigrantes y sus familias, el trabajo ideal ha cambiado radicalmente. Los jóvenes a nivel mundial escogerían ser pilotos aviadores, seguidos de escritores y bailarines.


Pero los resultados en América Latina muestran una tendencia diferente. En México, Perú, Bolivia, Chile y Uruguay el trabajo ideal es ser youtuber.


En Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Argentina, Paraguay, Venezuela, Colombia, Ecuador y República Dominicana la primera opción es ser influencer.


Solamente los jóvenes brasileños tienen como prioridad ser empresarios.


En Europa, la aspiración predominante es ser escritor, añadiendo pilotos, abogados y programadores.


En Asia también hay escritores, nutricionistas, youtubers, maestros y hasta poetas en muchos países árabes.


¿Por qué los jóvenes mexicanos quieren ser yutubers?


El estudio es claro y preciso. “Con la educación y las recompensas financieras que vienen con millones de visitas y seguidores, es comprensible que ésta haya resultado ser una carrera de ensueño en el estudio, a pesar del hecho de que la creación de contenido para las masas es difícil de sobresalir. “Quieren altas recompensas con mínimo esfuerzo”. A eso en mi pueblo, se le llama de otra forma.


Muchos jóvenes piensan que “si no existen en las redes sociales, no existen en realidad”. Han caído en la trampa de que la vida es aquello que sucede en el mundo virtual. El gran filósofo semiólogo Umberto Eco, unos meses antes de morir, dijo: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad.


Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel.


“Es la invasión de los idiotas”.


México necesita líderes positivos verdaderos, con autoconocimiento real, que se planteen objetivos, metas y que hagan lo éticamente necesario para concretarlos, sino no, sólo son sueños. Decía San Agustín: “Trabaja como si todo dependiera de ti y reza como si todo dependiera de Dios”. Los líderes positivos convencen, motivan, acompañan, conocen a quienes los rodean y sacan lo mejor de ellos, buscando el interés colectivo. Tocan sus vidas y sus mentes. ¿Cómo vamos con eso?


Hay demasiados “líderes” que sólo buscan el beneficio propio y de quienes piensan como ellos o les rinden pleitesía.  Son tan pobres que sólo buscan el poder y las ganancias a cualquier costo para imponer su forma de pensar, llenando su ego y soberbia en el proceso. Esos son los líderes negativos que tanta fuerza tienen actualmente nuestro país y en el mundo. ¿Conoce alguno?


México necesita verdaderos influencers, pero no como aquellos que bailan, hacen retos insulsos o que se sienten expertos por haber visto una publicación en twitter o una tutoría en You Tube.


Necesita jóvenes que influencien a sus comunidades para el bien del conocimiento, para el bien del país. Que sean íntegros haciendo lo correcto, aunque nadie los esté viendo. Estoy realmente convencido de que, cuando menos lo esperen, la vida los recompensará. Que el dinero, el poder y el respeto sean la consecuencia de hacer su trabajo en forma excelente, no la meta. Que los únicos “likes” que necesiten sea de las personas que aman y los aman de regreso, no de una masa acéfala de desconocidos. Si esto sucede, México y sus jóvenes serán seguramente una potencia mundial.


Un mensaje a los padres de familia, ustedes sean los mejores maestros para los jóvenes. Decía Confucio: “A los hijos hay que educarlos con un poco de hambre y un poco de frío”. Recuerden perfectamente que entre todo lo que les pueden dar a sus hijos, como la educación, y bienes materiales, entre tantos “sí” hay una palabra que demuestra tanto amor como todo lo anterior. “No”. Usarla a tiempo es una muestra de amor que les ayudará a valorar más las cosas y a valorarse a sí mismos cuando alcancen sus metas.


No hay empleo digno ni productivo suficiente al final de la escuela. Las primarias y secundarias de las que vienen no les dieron ni lo más básico:  ser dueños de su lengua materna, poder pensar y resolver problemas con el lenguaje de los números, expresar sus ideas de forma entendible, infundirles respeto y aprecio elemental por los derechos de otros. Las aulas en las que están o las que aspiran a ingresar no son, con poquísimas excepciones, espacios que los equipen para ser libres, para ser ciudadanos, para montar una empresa para innovar, descubrir o para conseguir alguno de los pocos empleos buenos disponibles.


Un sistema educativo que no educa una economía que no crece ni genera empleos suficientes, un sistema de justicia que no garantiza el ejercicio de sus derechos, un sistema político que ni los incluye ni los representa, un discurso público que no los interpela y una sociedad en la que los buenos asientos son pocos y ya están tomados. De eso está hecho el país en el que les tocó nacer a millones de jóvenes mexicanos.


Un país que no suma, un país que se repite interminablemente y que no ofrece salidas ni horizontes para los que no nacieron privilegiados. Para la mayoría de los jóvenes, casi ningún camino abierto, puras puertas cerradas.


Pero enormes franjas poblacionales de México,  ser bueno en algo y/o trabajar duro, literalmente no paga. De nada sirve esforzarte si todo es remar contracorriente y las buenas oportunidades son patrimonio heredado y exclusivo de unos cuantos.


Como apunté en una columna previa comienzo por celebrar la decisión de nueve ministros y ministras de la SCJN en el sentido de invalidar el primer paquete de iniciativas del plan B electoral. La razón fue tan simple como contundente: se aprobó violando abiertamente el proceso legislativo al que estaban obligados los legisladores. El proyecto del ministro Pérez Dayán no dejó lugar a dudas. Incluso, las ministras que votaron a favor aceptaron las irregularidades aunque consideraron que no implicaban un “efecto invalidante”.


Doble mérito merecen los ministros porque resistieron la fuerte andanada por parte del Presidente que llegó al extremo de descalificar al Poder Judicial, entre otras cosas, por ser un “poder derivado” sin legitimación popular. Los nueve votos de la Corte significan mucho más que haber revocado una reforma electoral regresiva. Representa una gran esperanza ante el poder centralizador y destructor de los contrapesos que ha significado el Poder Ejecutivo.


El Presidente ha actuado como si el 53% de los votos que obtuvo fuera un cheque en blanco que le permite todo, incluyendo violar la Constitución. Los números hablan por sí solos. La mejor y mayor evidencia de que este gobierno y su mayoría parlamentaria han abusado del poder en el aumento sostenido de controversias constitucionales y  acciones de inconstitucionalidad. Las primeras son para que la Corte decida si el acto de alguna autoridad está invadiendo la competencia de otra. Por ejemplo: si el Poder Ejecutivo hace algo que compete exclusivamente al Legislativo o a los órganos constitucionales autónomos o si la federación se inmiscuye en alguna facultad de los estados. Las acciones de inconstitucionalidad, por su parte, sirven para dirimir si una ley, Norma de carácter o general o reglamento dictados por el Congreso de la Unión, las legislaturas o las autoridades locales, son contrarios a la Constitución.


Nos quedamos perplejos cuando el Senado aprobó una veintena de leyes de un día para otro o de que tan solo unos días antes la Cámara de Diputados hubiera aprobado otra decena de iniciativas sin el menor apego a la Constitución y a sus propias reglas parlamentarias. Pero este par de episodios palidecen cuando vemos lo ocurrido en lo que va del sexenio y lo comparamos con el pasado.


No es fácil saber qué persiguen con la aprobación de estas leyes o con la emisión de actos de autoridad a sabiendas que están violando la Constitución, ya sea por la forma que fueron aprobadas o por su contenido presuntamente inconstitucional. ¿Apuestan a que las acciones y controversias no consigan los ocho votos que se necesitan para ser anuladas por la Corte? ¿Juegan a que mientras la Corte decide las leyes aprobadas vayan teniendo efectos que podrían ser irreversibles? O peor ¿El Ejecutivo está desafiando al Poder Judicial y retando a los ministros para declararlos enemigos del pueblo y preparar su disolución?


Sea lo que sea, rivalizar con la Corte tratando de convertirla en un adversario más e intentar meterla en un extremo de la polarización en la que se ha empeñado el Presidente, no es una buena idea. La Corte es, al final, guardián de la Constitución y árbitro entre poderes. Denostar su trabajo no puede sino socavar nuestro ya de por sí maltrecho Estado de derecho.


Pregunto: ¿Quién, entonces, traiciona a Juárez?