La crisis de Peña beneficia a Duarte
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2014-11-18
Carmen Aristegui publicó el viernes en Reforma que “Literalmente, estamos presenciando su debacle (de Enrique Peña Nieto) si entendemos la palabra como dicta el diccionario: ‘desastre que produce mucho desorden y desconcierto, especialmente como final de un proceso’”.
La singular periodista mexicana apunta que “en ningún momento de la historia presidencial de México se recuerda a un jefe del Ejecutivo que haya entrado, de manera temprana, en un desgaste tan pronunciado como el que hoy vive Enrique Peña Nieto”.
En parte lo atribuye a la indignación causada por lo sucedido en Iguala y en parte a las revelaciones sobre la “casa blanca” del matrimonio presidencial, valuada en 7 millones de dólares, adquirida en forma poco transparente.
Los mexicanos, atónitos, asistimos todos los días, a través de las imágenes que difunden los medios, a la quema, al incendio prácticamente del país que cada vez más producen anarquistas sin que ninguna instancia de gobierno haga nada, en especial la federal, que tiene el verdadero monopolio de la fuerza pública.
El presidente fue a China y luego a Australia y, tristemente, ahora poco o nada impactó a los mexicanos lo que haya ido a hacer y a decir allá. Si en las encuestas nunca repuntó su baja aprobación con la que lo han calificado los ciudadanos en sus primeros dos años de gobierno, ahora su imagen se ha acabado de caer, de veras. No se sabe qué y cómo le va a hacer para resurgir.
Indudablemente se ve, se siente, está débil, luego del arranque prometedor que alcanzó su clímax con la aprobación de las reformas estructurales, en especial la educativa, la fiscal y la energética. De pronto, el barco empezó a hacer agua y amenaza con hundirse.
En estas circunstancias, se acerca la selección de candidatos a diputados federales, y en el caso del PRI, el partido del presidente, cabe especular con qué ánimo, pero, sobre todo, con qué fuerza llegará ante los gobernadores para decidir quién sí y quién no debe representar al priismo en cada distrito.
De suyo se sabe que los gobernadores –en el caso de Veracruz Javier Duarte de Ochoa–, llevan su lista de aspirantes, que otra la prepara el Comité Ejecutivo Nacional del PRI, y una tercera la confecciona la Secretaría de Gobernación. De las tres se hace una compulsa política y se saca la lista final.
Pero las dramáticas circunstancias que ha vivido el país también han golpeado al secretario de Gobernación, quien debe andar más preocupado por ver cómo ayuda al presidente a resolver las broncas y sacar adelante al país, incluso por conservar su cargo, que saber quién va de candidato. Al final, como están las cosas, en el caso de Veracruz serán César Camacho Quiroz, el presidente del CEN tricolor, y Javier Duarte de Ochoa, quienes partan el pastel. El presidente, bajo la presión que vive, quizá quiera dejar que ellos acuerden, y ya.
Como quiera que sea, en México están entretenidos y preocupados por sus broncas, lo que puede favorecer al gobernador de Veracruz, quien puede imponer su lista a condición de dar todas las seguridades de que los hará ganar y de que mantendrá en calma al estado, que al final es lo que le interesa a Peña Nieto y a Osorio Chong, que no se abran más frentes y que el fuego no se extienda.
La noche del martes pasado, Duarte de Ochoa convidó a un grupo de columnistas, incluidos algunos propietarios y directores de medios, a cenar en la Casa Veracruz. Se habló de todo, sin faltar el tema de los candidatos de su partido. Dio nombres, casi los de todos los aspirantes que han estado en los medios, pero algo que me llamó la atención es la seguridad que muestra y los cálculos que tiene de cómo le podría ir con sus candidatos y la defensa que hará de quienes sean cuestionados.
Incluso las circunstancias que vive el presidente podrían favorecer también su pretensión de una gubernatura de dos años, o de cinco, cuatro, tres, como él nos dijo esa noche y declaró al día siguiente. Creo yo que la crisis de Peña es buena para Duarte. Al menos podrá negociar en mejores condiciones frente a un poder central que no vive sus mejores días y que necesita a todos los gobernadores de aliados. Qué suerte de Duarte.
¿Crisis económica?
Nuevamente el famoso Buen Fin ha puesto de manifiesto el consumismo de una gran parte de la población mexicana.
El fin de semana me tocó ser testigo de cómo miles de veracruzanos se volcaron en las plazas comerciales para gastar y gastar, consumir y consumir y en muy pocos casos invertir en algo que realidad necesiten.
Estuve en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, en Coatzacoalcos y en Xalapa, y viendo las aglomeraciones no pude dejar de preguntarme, cuál crisis económica.
En Coatzacoalcos, en una parte del estacionamiento de una gran plaza comercial construyeron y acaban de abrir un outlet al que me metí por curiosidad. Estaba a reventar y era tal el vértigo de compradores que por momentos tuve la sensación de estar en ese tipo de tiendas de descuento en Los Ángeles, California, o en McAllen, Texas, incluso la disposición de la mercancía está colocada de tal modo que hace pensar que se trata de una franquicia gringa.
Me quedé pensando si nada más quienes escribimos somos los que percibimos que hay crisis económica, porque viendo a los paisas comprar pareciera que vivimos en un país en jauja.
Pero algo que por asociación me llamó la atención es que para esos veracruzanos-mexicanos tal parece que la crisis de inseguridad no existe, y menos pareciera que les preocupe la suerte de 43 normalistas guerrerenses desaparecidos.
Al lado de los actos de protesta en la zona conurbada Veracruz-Boca, en Coatza y en Xalapa, la ventas del Buen Fin, en concurrencia opacaron las manifestaciones.
A esos miles de mexicanos tampoco parece interesarles, y menos preocuparle, la famosa “casa blanca” del matrimonio presidencial, que en cambio en el extranjero ha sido motivo de escándalo.
A veces no hay que ir muy lejos por la respuesta para saber porqué estamos como estamos.