Fidel, pero qué necesidad
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2015-10-22
Corría la primera mitad de la década de los años ochenta del siglo pasado cuando un día un político, entonces director de un área de Gobierno, nos invitó a comer a Benjamín Domínguez Olmos, hoy director del semanario Punto y Aparte, y a mi.
Corría la administración del gobernador Agustín Acosta Lagunes y estaba yo a cargo de la jefatura de Prensa del PRI estatal cuyo presidente era entonces Ángel Leodegario “Yayo” Gutiérrez Castellanos, y había llegado como delegado del Comité Ejecutivo Nacional Jesús Martínez Ross, quien fue el primer gobernador constitucional que tuvo Quintana Roo.
Ya en plena comida supimos el motivo de la invitación. Aquel político quería leernos –que lo escucháramos y le diéramos nuestra opinión– el discurso que pensaba pronunciar el sábado siguiente cuando asumiera la dirigencia estatal de la CNOP, para la que ya estaba propuesto, cuando la CNOP era un sector fuerte y daba relevancia política a quien lo dirigía. Y nos leyó su texto y quedó satisfecho.
Pero un día antes del gran acto llegó una orden fulminante del CEN del PRI: no se avalaba ni se aprobaba que el personaje llegara al cargo y, por lo tanto, no habría acto. Martínez Ross, quien ya para ese entonces me había adoptado también como su secretario, me lo informó y me dio las razones.
Me dijo que ese funcionario nunca iba a llegar a ningún cargo partidista porque en el CEN tenían de él un grueso expediente de todo su pasado y trayectoria política que hablaba muy mal de él, además porque había participado en el despojo de terrenos en Boca del Río para su provecho y en perjuicio de muchas personas.
Hubo la oportunidad de volver a ir a comer con el personaje, y en pleno brindis no se aguantó el llanto por lo que le había sucedido. Me pregunté entonces que necesidad tenía ese hombre de exponerse teniendo el pasado que tenía y de buscar poder político cuando estaba forrado de dinero y tenía suficiente para que muchas generaciones de sus descendientes vivieran holgadamente.
Pensaba que debía dedicarse a disfrutar de sus riquezas (tenía departamento en Colorado, Estados Unidos y en otras partes del país, entre muchos bienes) con los suyos o con quien quisiera, a viajar por el mundo, etc. Pero era un hombre de poder, en el poder y quería más poder político, entendí, y supe que la necesidad y la ambición por el poder político no tienen límites hasta convertirse en una obsesión y en una enfermedad.
Esto lo he estado recordando ante la andanada que le ha caído encima tanto en la prensa española como en las redes sociales al exgobernador Fidel Herrera Beltrán a raiz de su nombramiento como cónsul de México en Barcelona, España, que, sin duda, ha dejado muy maltrecha su imagen ahora a nivel internacional.
¿Qué necesidad tenía de exponerse si ya alcanzó la máxima distinción a la que puede aspirar un ciudadano como es ser gobernador de su estado y ya no se ve en su futuro ningún cargo político ni de gobierno de relevancia?
No es ningún secreto que Fidel es un hombre multimillonario, quien además nunca lo ocultó pues se atrevió a hacer pública su declaración patrimonial al inicio de su Gobierno, no sin dejar de decir que la rica en realidad era su esposa, pues ella proviene de una familia pudiente del norte del país. Pero si ya era millonario lo fue más cuando dejó el poder el 30 de noviembre de 2010.
Salió en medio de cuestionamientos por la onerosa deuda pública que dejaba y ya para entonces el escándalo que empezaba a generarse por el mal manejo que se había hecho de los recursos públicos durante su administración, señalamientos que no puede quitarse de encima, tanto que antenoche en la conferencia de prensa en Palacio de Gobierno se subrayó en tres ocasiones que él había heredado la deuda pública que ahora se anunció que se pagará en un 90 por ciento y que un funcionario de Finanzas cifró en 25 mil millones de pesos.
En plenitud de poder, el de Nopaltepec repetía ante los suyos cada vez que podía que aspiraba a ser el mejor gobernador de toda la historia de Veracruz, mejor que incluso el único otro cuenqueño que llegó al cargo, el militar, político liberal y masón nativo de Tlacotalpan, Juan de la Luz Enríquez Lara, quien gobernó durante dos mandatos, de 1884 a 1892, y cuyo nombre lleva la principal y céntrica avenida de Xalapa, la capital del estado.
Pero con excepción de Dante Alfonso Delgado Rannauro, quien se mantiene activo en la política mexicana pero lejos de cualquier afán protagónico y sin tratar de influir en los gobiernos que lo sucedieron en Veracruz, los otros exgobernadores vivientes Patricio Chirinos y Miguel Alemán se retiraron uno a su discreta vida privada y el otro a sus negocios sin buscar figurar más en la vida pública de México y Veracruz y menos tratar de seguir participando en la política del estado y del país como Fidel luego de su frustrado intento de ser candidato presidencial, pues aceptó el cargo de delegado de su partido en Oaxaca y ahora el de diplomático en España sin tener ninguna experiencia, aunque a un costo muy caro para su imagen, pues ha sido vapuleado como no lo había sido nunca antes otro exgobernador de Veracruz.
Como aquel personaje al que aludo al principio, Herrera Beltrán tiene tanto dinero como para retirarse a la vida privada a disfrutar con los suyos y viajar por el mundo, a dedicarse a empresas privadas porque tiene con qué, a dirigir sus negocios para hacerse más rico, en lugar de insistir en ser un protagonista político de la vida pública de Veracruz y del país, aunque declaró al Periódico de Cataluña: “Yo tengo que trabajar para vivir” (coño, Fidel, no nos ofendas). Pero es hombre de poder, obsesionado por el poder hasta el grado de una enfermedad por el poder y sin aplicar el dicho muy sabio de los campechanos de que el que ya bailó que se siente.
Triste papel y triste final, pero más triste porque hasta ahora ninguno de los que él favoreció con cargos políticos, con patentes de notarías, con placas de taxis, con jugosos contratos millonarios, con becas en el extranjero, con plazas de investigadores, con cuantiosos convenios, con negocios, etc., nadie, ninguno ha salido en su defensa y, al contrario, ahora hacen mofa de él cada vez que tienen oportunidad y en cuanto espacio propicio encuentran para ello, además de que lo culpan de todos los males que padece Veracruz, lo cual en parte es cierto pero no en su totalidad.
Pero Fidel es el mejor ejemplo ahora de que el poder no es para siempre, por mucha plenitud que se tenga o se crea tener de él en un momento dado. En su persona ya estamos viendo y viviendo cómo el tiempo alcanza, cómo la memoria pública no olvida y cómo la historia es implacable y, tarde o temprano, pasa la factura, todavía peor cuando no se sabe retirar a tiempo.
Pero, por lo que se le escucha, él es feliz no obstante todo, como lo reflejó en la entrevista exclusiva que le dio vía telefónica el miércoles a Uninoticias que conduce Ramsés Yunes en el 88.9 de FM, a quien le presumió que el gobierno español dio el plácet a su nombramiento en sólo seis días cuando el trámite normalmente requiere de por lo menos sesenta días, mientras que el gobierno autónomo de Cataluña lo hizo en apenas 30 minutos. De todos modos, éxito al tío Fide.