TANTOYUCA: Misioneros acuden a Cáritas para llevar alimentos a los enfermos

Son dos nativos huastecos que llegaron de Guayabo Chico, comunidad de Tantoyuca en donde “hay mucha necesidad.”

Zona Norte

- 2011-04-21

Es gente de las comunidades, comunes que trabajan en forma voluntaria, los que piden ayuda para ayudar a otros, ella en entrevista dijo “trabajamos para dios”, él agregó “ese es nuestro salario.”

Son dos nativos huastecos que llegaron de Guayabo Chico, comunidad de Tantoyuca en donde “hay mucha necesidad.”

Informan que en las comunidades como Guayabo Chico, se encuentran solas las ancianas, los discapacitados y hay muchas madres solteras con niños y niñas con hambre, y también hay enfermos.

Los auxiliadores de ellos son Rosa Elena Zavala y Guadalupe Francisco Rivera esta vez. Ellos fueron enviados, como otras docenas de misioneros, a cientos de comunidades que tiene Tantoyuca, para dar apoyo, respaldo y esperanza, por la Madre Tomasa Contreras.

Este jueves acudieron a Cáritas, en donde les dieron despensa para dos discapacitados, padre e hijo que están, uno ciego y el otro parapléjico.

Es José Cinigua y su hijo Valente, quienes no tienen otra forma de sobrevivir. Son ayudados por algunos vecinos y por la caridad, este día van a ser ayudados por Rosa Elena y Francisco, que tienen esto por comisión.

La Pastoral en la que están “ayuda mucho a los necesitados”, a decir de Rosa Elena, quien dice que en la comunidad a la que fueron, y por la que hoy acuden buscando ayuda, hay mucha gente que tienen hijos pero “los hijos se han ido.” Así le pasó a mujeres ancianas que viven solas, y a otros que no son tan ancianos, pero para allá van.

Los misioneros estaban recogiendo arroz, aceite, azúcar y otros productos en bolsas, además de una poca de ropa, para llevarla a José y a Valente.
La voluntaria de Cáritas que les proporcionó la ayuda, la maestra Nelly, quien dijo, ahondando la voz, con un eco profundo que partió desde sus entrañas “hay mucha necesidad.”

Lo que dijo, como un soplo se lo llevó el viento, pero lo que ha visto y oído, no.

A unos minutos de que llegaron los emisarios de la iglesia para visitar a los enfermos, llegó otra mujer, solicitando que le ayudaran con unas muletas para su padre, quien estaba por salir del hospital en donde lo operaron de la rodilla y como ya lo estaban dando de alta, se necesitaba el aparato para que pudiera caminar.

Afortunadamente la maestra encontró unas, que seguramente hicieron manos huastecas de madera, quizá de mezquite, por el color y la textura. Ataviada con sus muletas, la mujer partió encontrando a otra en el camino y luego se dirigieron al ayuntamiento en donde iban a pedir que les apoyen con el traslado del enfermo a su casa, en la comunidad lejana a la ciudad, en donde habitan.
Así son los días de miles de indígenas en la huasteca.

La maestra Nelly contó que les van ayudando a todos conforme se pueda y si tienen las cosas, como en el caso de los misioneros, quienes necesitaban las despensas, y que, si las tienen, con mucho gusto se las dan.

Todos los que fueron a las misiones, se van a reunir el domingo en la parroquia Santiago Apóstol, va a ser un día especial, se le ve en los ojos a María Elena cuando lo dice, sonriendo ampliamente al confesar el beneplácito y la alegría que le causa su servicio, en el que lleva 12 años, y lo mismo Guadalupe, quien lleva en esto ocho años.

Dijo que los misioneros “son muchos que andan en las comunidades. El domingo regresan de la misión y se reúnen en la parroquia.”

Ellos regresan de darles esperanza y “que no se sientan solos en este mundo que estamos viviendo. Lo que más tenemos son viudas, ancianitas, pero ancianas que no pueden con sus años y necesidades y solas”, insistió en recontar María Elena, a quien impactó esto que ha visto en sus misiones en Guayabo Chico.
Nelly agrega que cuando ellos están con ellas “se dan cuenta en lo material y lo espiritual como están”.

Todos dicen al unísono que “no le hace que sean del PRI o del PAN, que ellos están con ellas, que trabajamos con dios, como visitador”.

“Mi alegría es servir porque mi servicio es para dios”, reafirma María Elena, a quien le dice la maestra “Adiós Güera” y se van, bajan el cerro para ir a tomar el transporte a Guayabo Chico, otra vez.






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