+ En palabras del Colectivo Altepee, "Ya que de lo contrario acabaríamos tocando música de museo".
Zona Sur
REFORMA.COM - 2013-08-05
"Buscamos vivir con la música, preservando la tradición, visitando rancherías, difundiendo los viejos sones.", comenta Sael Blanco, músico de profesión y uno de los fundadores del Colectivo Altepee Son.
El músico termina de colocar las cuerdas de hilo de pesca para una nueva jarana, que dará ese particular sonido agudo para acompañar los más bellos versos y el zapateado de las bailadoras.
Contrario a lo que se piensa de cualquier fiesta musical, el fandango como se le conoce a la música del Son Jarocho en Veracruz y norte de Oaxaca, tiene un significado particular, se toca para festejar a santos, muertos, cumpleaños y acontecimientos para fortalecer la comunidad.
Junto con otros 20 jóvenes en la pequeña casa ubicada en Acayucan, Veracruz, donde viven en comunidad, se imparten talleres para preservar la música tradicional de cuerdas de la Zona de los Tuxtlas, al sur del Puerto de Veracruz, visitando comunidades y rancherías, donde se celebran los fandangos, fiestas llenas de sentimiento con más de 200 años de tradición.
Sael, junto con su esposa Gema, y su hijo Emiliano de tres años, viven con otros 15 jóvenes en una pequeña casa a las afueras de Acayucan, Veracruz, donde todos comparten las tareas básicas, desde la limpieza del hogar hasta la Radio Comunitaria.
En su página de internet difunden a través de documentales a los viejos maestros del Son Jarocho de las más remotas localidades, reviviendo así versos, afinaciones y ritmos.
Como primera parada en búsqueda del fandango, juntos se dirigen a Chacalapa, pequeña localidad de apenas 2 mil habitantes, donde se preparan para festejar a Santiago, patrón del lugar, con el tradicional fandango.
Al caer la noche, la gente comienza a llegar a la casa encargada de recibir los festejos, donde se reparten, tamales, aguas de sabores y café a todos los invitados para celebrar las fiestas del patrón de la localidad.
Cerca de 30 jaraneros hacen círculo alrededor de la rústica tarima, sobre la cual zapateadoras, adornadas con bellas flores, hacen retumbar el ritmo del Son Jarocho a la par de versos que recuerdan los amores perdidos, ganados y soñados al son de La Morena, El Siquisiri, La Guacamaya y el Buscapiés.
Durante el festejo se hace una pausa, todos los músicos se mueven a un rincón del lugar donde se encuentra un elaborado altar a Santiago Apóstol.
Se entonan las mañanitas, se escuchan cohetes y la gente celebra en comunidad el motivo que les ha reunido aquella noche, para continuar el fandango hasta el amanecer, en el trance del rasgueo de cada una de las jaranas, leonas, mosquitos y quijadas que acompañan el son.
Mientras tanto a unos kilómetros de ahí, en la tranquila ciudad de Santiago Tuxtla, se festeja otra feria en honor a Santiago, en donde Carolina y Joel Cruz Castellanos, junto con muchos otros jóvenes, recorren el lugar, acompañados por reconocidos grupos del Son Jarocho, como lo es Mono Blanco, festejando el 73 aniversario de Don Andrés Vega, su principal músico, en una plaza abarrotada de espectadores.
Pero es más allá, unas calles arriba en la pequeña Casa del Fandango, donde cada noche se festeja el son en compañía de jóvenes, viejos y curiosos quienes se alegran con los versos.
Morenita te hizo el cielo
para mi condenación,
tu boca de caramelo,
me ha robado el corazón.
Desde está localidad es que se organizan los Talleres Vivenciales del Son Jarocho Sanandrescano, organizados por Alddo Flores, músico de Tabasco, del 28 de julio al 3 de agosto.
El objetivo de este encuentro es preservar los viejos sones y fomentar el interés por la música tradicional, organizando visitas a diferentes comunidades con maestros de la región.
La mayoría gente campesina, herederos de la vieja tradición. Son 7 días de talleres que incluyen guitarra de son, afinación tradicional, zapateado, versada, laudería, jarana y violín.
Este año los talleres arrancan con 42 integrantes, con extranjeros, gente de la comunidad y de otras partes del País, quienes son becados por la misma organización con el afán de preservar la tradición, aprendiendo con los viejos maestros los sones únicos de cada región.
En palabras del Colectivo Altepee, "Ya que de lo contrario acabaríamos tocando música de museo".