+ Una llamada a la consciencia y al respeto por nuestro entorno natural
Zona Norte
DR. S. Jeffrey K. Wilkerson - 2013-08-23
A mediados de la tarde de Miércoles, 14 de agosto de 2013, dos lanchas grandes de pesca costeña entraron al Puerto de Tecolutla, situado por la desembocadura del rio del mismo nombre en el norte del Estado de Veracruz. Venían a máquina forzada, jalando conjuntamente un enorme peso sumergido, y en forma de triunfo, gritando con risas y orgullo a los que se encontraban en la rivera. Apenas el par de barcas podían mover su presa, de lo cual solamente de vez en cuando en el agua turbio se veía una aleta y un color de piel negra.
Arrastrando su botín hace casi el final del andador de la orilla del rio, junto a un restaurant echaron las sogas del acarreo a otros pescadores y turistas esperando ver la razón del tumulto. Entre todos, subieron con la fuerza bruta el animal a las orillas de cemento de la calle. ¡Fue una enorme Manta raya! Una tan grande que muchos, si no todos, no han visto igual en sus vidas – y que no verán otro en lo que restan de sus vidas, y que sus hijos no tendrán la oportunidad de ver nunca.
Al frente de ellos, ya muerto, estaba uno de los peces más raros, más inofensivos, más longevos, y más majestuoso que el mar habita. Con una amplitud de cera de seis metros y un peso de aproximadamente 900-1000 kilos, esto fue un leviatán. Aunque reconocido y protegido mundialmente, ¿Esta fue su recepción en Tecolutla?
Hubo jóvenes brincando encima del cuerpo, adultos, incluyendo los mismos pescadores, puesta en pose de captura atrás y alrededor. Todo esto empezó antes que sus captores desarmaran los cables con que habían sujetado las aletas cefálicas junto a la boca y la soga grande con que habían sujetado por medio de un amplio hueco en la cabeza que atravesó el celebro y que habían hecho a golpes con un machete. Entonces vinieron más fotos, más festejos, y más barbaridades.
Estos peces sacan oxigeno del agua que pasa por las agallas. Tienen que quedarse en moción constante para poder respirar. Manteniendo cerrada la boca y estacionarse por momentos determinados tal como lo hicieron por Tecolutla, en donde esta Manta rraya encontró la muerte.
Con movimientos de sus grandes aletas pectorales, que les hacen parecer volar, empujan agua hacia atrás y mueven adelante. En su mayoría comen micro-organismos del mar y no muerdan a otros peces ni a los hombres.
Puedan alcanzar profundidadesde hasta de 1,000 metros, pero en esta época de año prefieren las orillas y puntos poco profundos donde frecuentemente nadan muy cerca a la superficie y hasta brincan al aire. Hay dos especies de manta rayas grandes. Casi seguro esta, que tuvo la malaventura de pasar por Tecolutla, es Manta birostris, la variedad de más tamaño.
Viven por cincuenta años, o según algunos, bastante más tiempo aún. En general, su reproducción es muy lenta llevando un poco más de un año de gestación y los áreas de movimiento en el mar son restringidos, a pesar de cierta tendencia de migración, quedándose en ciertos distritos. Este última costumbre les dejen sin posibilidad de preservar una diversidad genética en caso de sobre explotación de los distritos individuales. Es decir, rápidamente y irrevocablemente, puedan desaparecer si sus números, nunca numerosos, son amenazados en una zona.
Por esto están clasificados por los científicos como Vulnerables con elevado riesgo a la extinción. Por esto también hay un acuerdo internacional con que colaboran más que ciento cincuenta países – incluyendo México – para protegerlos en aguas internacionales. Esto es parte de la Convención sobre las Especies Migratorias de Animales Silvestres que los tienen por estrictamente protegidos desde 2011. También en México, desde 2007 está prohibido por ley molestarlos, capturarlos o matarlos. Pero en Tecolutla surge la pregunta fundamental –¿aquí la muerte tiene permiso?
Tecolutla es un pueblo que vive del turismo, donde el llamado ‘turismo ecológico’ tiene un papel importantísimo. Rodeado de flora y fauna tropical, con el gran pantano al norte de la ciudad, los esteros y manglares al sur, el rio al lado, y el Golfo de México al frente, Tecolutla está situado en un lugar privilegiado para mostrar al mundo vestigios de la bio-diversidad de lo cual una vez fue famoso el Estado de Veracruz.
Sin embargo, el problema agudo del ecoturismo Tecoluteño es que aquí la naturaleza es atacada en lugar de preservada para el bienestar de todos. Se está dando muerte al pantano con quemas intencionales y desmontes clandestinos, los manglares se matan cortando y quemando o vendiendo por postes, el rio se mata acabando la manjúa y la pesca y la talla de las orillas, y el mar se mata con la sobre explotación de las especies y la basura.¿Sería cierto que aquí la muerte tiene permiso?
En la isla Mexicana Maya conocida en como Holbox, por la costa norte de Quintana Roo,se esfuerzan para preservar los mantas rayas como parte de la promoción turístico y parte del entorno de belleza natural. Aparte de la ley que los protejan, económicamente les reditúa mucho más estando vivas para conocimiento de los turistas. Pero en Tecolutla parece que no es así.
Aquí la manta raya más grande que se ha visto localmente la mataron, la mutilaron, la arrastraron, la exhibieron, la despedazaron, y la vendieron. ¿Cuánto valió? Según testigos, con el comprador al otro lado del rio recibió a razón de 4 pesos el kilo, o sea por $4,000 MN o menos. ¿Esto es lo que vale una joya de la creación, un ejemplar de la grandeza natural, un potencial de atracción de empleos turísticos en Tecolutla?
¿Este proceso de depredación bárbara es lo que se debe mostrar a los niños, a los estudiantes, a los vecinos, al público regional, y a los turistas? ¿Estas acciones muestran los valores de un pueblo sensato o de un destino turístico serio? ¿Estos desatinos con su desprestigio nacional -- e inclusive internacional --son lo que se debe tomar en cuenta para un turista cuando se reflexiona y se decide a donde ir de vacaciones?
Para el ser humano destruir su contorno y a los otros seres vivos de su medio ambiente es equivalente a subir a un árbol y cortar la misma rama donde uno está sentado. Dar muerte a su entorno es dar muerte al pueblo y a sus aspiraciones. ¿Sería cierto que así es en Tecolutla y que aquí la muerte tiene permiso?
¡Esperamos que no!
Con cincuenta años de investigaciones científicas en la región tengo fe en el futuro que alcanzaremos solamente si aprendemos del pasado. Somos parte de un gran escenario natural, no vivimos aparte, no somos independientes del destino de lo demás. Destruir nuestro propio entorno es también destruir a la humanidad. Las manta rayas tienen tanto derecho como nosotros a compartir la Tierra — y a visitar Tecolutla.
Dr. S. Jeffrey K. Wilkerson
Director
Instituto para la Ecología Cultural de los Trópicos
sjkwicet@yahoo.com