#ArrierosSomos: ¿Y LAS AUTORIDADES VIALES?

+ Columna del C.P. Renato P. Vásquez Chagoya

Zona Sur

Renato P. Vázquez Chagoya - 2014-09-01

En Minatitlán, cada día es más notoria la falta de autoridades viales. No aparecen por ningún lado.
Con el cuento de que el “Mando Único” era la panacea para resolver todos los problemas que nos aquejaban respecto a la seguridad y a la vialidad, nos desaparecieron a los “mordelones” que de alguna manera –mal que bien– mantenían a raya a los conductores irresponsables.
Claro, que tampoco funciona eso de la seguridad, aunque nos dejaron con “el ojo cuadrado” cuando los impusieron en la zona sur. ¡Qué equipazo traían!, ¡Qué de hermosos perros amaestrados!, ¡Qué presencia de los elementos!, ¡Qué motos tan potentes!
Desaparecieron también, poco a poco, los semáforos. No se sabe si alguien que tiene a cargo ese rubro, los quita de un lado para ponerlos en otro y así irlos rotando.
La verdad es que ya no funcionan los semáforos de la esquina de 18 de Octubre de 1863, esquina con calle Fernando López Arias (Frente al Jardín de Niños Enriqueta Camarillo). Tampoco funciona el que pusieron hace como dos años en la avenida Hidalgo intersección con la 18 de Octubre de 1863 (Por la gasolinera de El Mango). Como tampoco funciona el de la avenida 18 de Octubre de 1863 y 16 de Septiembre (Por la rotonda Santa Clara).
Funcionan a medias algunos porque mantienen sus luces intermitentes. Otros, de plano nos dijeron adiós.
Los pocos semáforos que existen sirven para lo mismo: para nada.
Yo, antes hacía mis entripados cuando algún conductor no observaba las reglas de la vialidad, si se daban vuelta en “u”, si se estacionaban en doble fila, si se pasaban el alto, si estaban “enchinchando” con su claxon, sí estaban mal estacionados, si iban correteando con otro vehículo y todo lo que se me antojaba a exceso o abuso.
Razoné que ese tipo de conductores se exponen de manera innecesaria y, concluyo, que al fin y al cabo, los que van a sufrir las consecuencias de su temeraria manera de manejar, son ellos y los inocentes que se encuentren en su camino… en mala hora. ¡Ojalá no me toque ni a mí familia!
Lamento que me hagan perder tiempo, pero me consuelo pensando que es poco porque las distancias también son cortas.
Cuando existe un semáforo que “está en sus cinco sentidos”, es decir, funcionando, lo menos que ocurre que cualquier conductor, sino es que todos, si está el rojo, se siguen de largo, importándoles poco si pueden ocasionar un accidente.
Así que, por favor no haga entripados, si en su diario manejar observa que otras personas, a las que llamamos conductores, violan constante y sistemáticamente las reglas de vialidad, causando accidentes.
Entonces, verá usted que sí existen autoridades de tránsito.
¡Ah!, también existen cuando hay que remolcar un vehículo mal estacionado o estacionado en lugar prohíbido, para infraccionar a los servicios “piratas” por ellos tolerados, para abanderar caminatas o desfiles de cualquier índole, mal organizados, sin planeación ni orden.
Donde hay dinero de por medio, ahí están. Entonces sí.
Y con esto resulta obvio que a la autoridad no le interesa la seguridad, tranquilidad e integridad de los ciudadanos, sino conservar sus privilegios y detentar un poder que les permita servirse de manera vergonzosa y desproporcionada.
Nadie es responsable ni culpable de las carencias de una ciudadanía ávida de la protección gubernamental.

Maestros al servicio de los padres de familia

Me tocó presenciar una discusión entre un maestro y un padre de familia.
Es sabido de que el ingreso de los niños a las primarias es a las ocho de la mañana y la salida es a las doce o a la una.
Esas cuatro o cinco horas, los niños están bajo la vigilancia y supervisión de los maestros y a resguardo en las instalaciones educativas.
Se supone que antes y después de clases, quienes se hacen cargo de los niños, son, por razones muy obvias, sus padres.
Pues bien, eran las nueve de la mañana y el padre muy enojado exigía a un maestro que estaba en el portón de la escuela, le permitiera llevar el desayuno al salón de clases donde estaba su criatura, o, en su defecto, que le permitiera al niño acudir al portón a recibir su desayuno. Una tercera opción, era que el maestro llevara el desayuno del niño al salón de clases.
El maestro argumentaba que nada de eso era posible porque estaba prohibido por el reglamento interno de la escuela.
Ya alterado, el padre de familia le argumentó al mentor, que ellos estaban ahí para atender a los padres de familia a la hora que ellos los requirieran. Acto seguido echó mano de su florido vocabulario que hizo que el maestro se retirara el portón para que sus castos oídos no fueran agredidos por tan majadero espécimen.
Lo que no termino de entender es con qué cara el padre de familia llega a exigir que se le permita alterar el orden y la disciplina de una institución educativa, cuando él no ha sido capaz de ser ordenado ni disciplinado.
Mínimo, si es que si quiere aparentar ser responsable llevando el desayuno de su hijo, que debió haber tomado en su casa antes de acudir a clases, lo debe hacer de manera comedida, amable y solicitando el favor, ya que el que faltó a su deber, fue precisamente él, porque no previó el tiempo en que su hijo debe tomar sus alimentos para no estar con “el estómago de farol” durante el tiempo en que permanece en la escuela. ¿Por qué no le puso la torta o los huevos duros en la mochila del menor?
Cualquiera pensará que el maestro no tuvo un gesto humano al negarse le fuesen entregados los alimentos al niño y sí así se piensa entonces no estamos siendo congruentes.
Uno de los problemas más agudos de nuestro país, es precisamente el de la falta de orden, de respeto y de disciplina.
Sí los padres no somos capaces de inculcar esos valores a nuestros hijos, es responsabilidad de los maestros, por lo menos durante el tiempo que ejercen autoridad sobre los niños, el de inculcarles esos valores.
De otra manera, si todos somos omisos en inculcar y sembrar esos valores a las nuevas generaciones, entonces sí, señores, México está perdido.

Experiencia en cabeza ajena

Me gusta platicar con los conductores de taxis, cuando hago uso de ese servicio.
Uno de ellos me platicaba que en su vida había vívido de todo.
Había sido agricultor, albañil, velador, policía y toda profesión que se le antoje a uno.
En el caminar de su vida, hubo una ocasión en que se fue de “mojado” a Estados Unidos de Norteamérica.
Ingresando a territorio norteamericano, preocupado para que no descubrieran que era ilegal, observaba e imitaba todo lo que los demás hacían, de tal manera que su comportamiento fuera normal ante los ojos de la autoridad.
Si nadie tiraba basura en las banquetas y calles, él tampoco lo hacía. Si nadie hacía escándalo gritando o empujando a sus amigos, él tampoco lo hacía. Si la gente cruzaba las calles por las esquinas y cuando lo permitían los semáforos, él también lo hacía. Si los vecinos limpiaban sus patios, él también lo hacía.
En fin, él hacia lo que veía para no parecer ilegal.
Aplicó la máxima “al lugar donde fueres, haz lo que vieres”.
Y él no tuvo problemas con las autoridades de ese país y pudo trabajar a gusto, pudo enviar sus centavitos a su familia, pudo ahorrar.
Se aburrió de estar lejos de la familia, de los amigos, del ambiente y de la “mexicana alegría” y se regresó.
Para tener una vida holgada aquí, me dijo, observaba la conducta que había seguido en nuestro vecino país del norte. Es decir, se hizo disciplinado.
Él cumple con su horario de trabajo, aunque la unidad y la concesión ya son de él. Respeta a la gente. Procura no cometer excesos y así disfruta de la vida actualmente.
Desde luego, para saber por qué aquí nos comportamos de una manera y allá de otra, le pregunté cuál era la diferencia.
Rápido y sin pensarlo me dijo:
-Lo que pasa, es que allá sí hay autoridades.

Sabiduría popular

-Todos son ateos, hasta que el taxista se va por otra calle.
-Lo que no sirvió ayer, que no estorbe hoy ni mañana.
-Los ex novios siguen llamando. ¡Qué!, ¿quieren carta de recomendación?
-El éxito es como las flatulencias. Molestan cuando no son propias.
-No soy gordo. Mi mamá dice que soy “fuertecito”.
-A mi háblame en castellano, porque en “histérico” no te entiendo.
-Soy virgen. ¡Te lo juro por mis hijos!
-Hoy es un buen día para pasar un buen día.

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