Arrieros Somos: ¿HA OÍDO HABLAR DEL MAZAPOLAZO?

+ Columna del C.P. Renato P. Vázquez Chagoya, director del Semanario Sotavento

Zona Sur

Renato P. Vázquez Chagoya - 2014-10-06

En una reunión de adultos mayores, o de la tercera edad, se introdujo a la plática el término “mazapolazo”.
Alguien dijo: -Tengo tiempo de no oír esa palabra.
Y ahí empezaron a atropellarse los recuerdos.
Ese término se usaba cuando se jugaba al trompo.
Había muchas maneras de jugarlo.
Uno, se marcaba en la tierra un círculo, donde se colocaban las monedas que se apostaban. El chiste de esto era sacar con el trompo girando las monedas del círculo y según se hacía se iba uno apropiando de las que sacaba. De tal manera que se necesitaba de destreza para enrollar el trompo, tirarlo hacía el círculo y atinarle a cualquier moneda, para que con el impacto desplazarla fuera del círculo y si no se conseguía, entonces se recogía el trompo con la mano aun girando y se intentaba desplazar a la moneda que se pretendía sacar del círculo, arrojándole el trompo. Desde luego que el que sacaba más monedas era el ganador.
Otra juego con el trompo era ver quien lo mantenía más tiempo girando y en posición vertical. Otra variante, era mantenerlo girando y levantarlo con la mano y el que mantuviera más tiempo el trompo girando, ganaba.
El más drástico, era precisamente el del “mazapolazo”. Este juego consistía en retar a otro para ver quién rompía el trompo contrario. Se colocaba un trompo en la tierra, sólo fijándolo con la arena. El otro jugador amarraba el suyo de la punta y de la cabeza del trompo, haciendo una palanca con la cuerda, y de esa manera impactar al que estaba en espera del golpe que lo partiría. Otra variante del “mazapolazo” era el de atinarle al trompo que estaba en el suelo y tratar de partirlo con cada tirada.
Desde luego, hubo llantos de niños que perdieron un trompo que mamá o papá les había regalado y que para nuestros tiempos, eran de lo mejor que existía… y de los pocos juguetes que podían estar a nuestro alcance.
Cuando la destreza de los jugadores fue creciendo, entonces se hacían malabares con el trompo, con la cuerda y con las manos, que daba gusto observar a quienes manejaban el trompo, siempre girando.

Otros juegos

Cada juguete tenía su temporada.
Así como había temporada de trompo, también la había del yoyo, del balero, de las canicas, de los carritos, de la rayuela y del retachadito.
Pero vamos por partes.
Los juegos permitidos o “sanos” a los niños eran: el trompo, el yoyo, el balero, los carritos y las canicas. Súmele usted la pandorga o el papalote.
Los juegos de vagos o “malos” eran la rayuela, el retachadito y los volados.
Empezaremos por los permitidos.
El yoyo tenía su temporada como los otros y aunque era un juego de destreza o entretenimiento personal, también se vivieron épocas donde se establecieron torneos en toda la república, en lugares públicos, patrocinados por una empresa refresquera, que también los vendía. Era el yoyo de una versatilidad amplia, donde los que sabían manejarlo hacían pirueta y media con el juguete, que deleitaban a quienes los observaban.
El balero, también era de destreza individual y el tipo de suerte al ensartar el palito en un cuerpo taladrado del mismo grueso que el palito, de tal suerte que tiene su grado de dificultad. Había ensartes variados y cada uno tenía valor: cinco, diez, cincuenta, cien y quinientos puntos. Normalmente se apostaban los mismos yoyos y ganaba el que más puntos hacía.
Como hace cincuenta años no había juguetes de plástico ni metálicos, los más afortunados poseían “carritos” de madera y, los menos favorecidos, hacían los suyos montando tablitas unas encimas de otras, para darle la forma e imaginarse tener el juguete. Lo importante, además de “conducir” el carrito, era el de “construir” caminos, carreteras, puentes y diversas construcciones donde pasar.
Total, que lo que nos sobraba era espacio, tierra y pasto a todo lo que daban los patios familiares antiguos.

Los patios antiguos y las canicas

Y esto de los patios, me lleva a un comentario que hizo el señor presidente municipal de Minatitlán José Luis Sáenz Soto, sobre la demanda que sus crías le hicieron para que les enseñe a jugar con las canicas.
Y como parece que no hay patios con tierra suficiente para aprender a jugar a las canicas, como tampoco lo hay para jugar a los trompos ni a los “carritos” como se jugaban hace más de 60 años. El yoyo y el balero se pueden jugar en cualquier espacio y sin limitaciones. Bueno, ya ni en las escuelas hay patios sin pavimento.
Pero… el de las canicas se requiere un espacio amplio, plano, de tierra, donde se pueden establecer todo tipo de competencia.
También en este juego de canicas existe una variedad amplia. Las había de barro, de cristal transparente, traslucidos, de “agüita”, ágatas, chibolones, etc…
Y regularmente era un juego parecido al de trompo, sin usar ningún aditamento para impulsar las canicas. El impulso se hace con el dedo pulgar, apoyando la canica en el dedo medio y en el dedo índice.
Se podían hacer competencias con las formas que uno quisiera y el tirador debería “atinarle” a la pieza que pretendiera cobrar a su favor. Y si no lograba uno sacar la que se quería y la propia quedaba en el espacio marcado, también se volvía parte de lo que se codiciaba.
También las había de “ensartar”. Se hacía un pequeño hoyo en el suelo con el tacón del zapato o con el talón del pie, según sea el caso y se establecían las distancias para que el tirador iniciara su tiro. Y se podía simular un campo de béisbol e ir avanzando según los tiros.
Recuerdo, que en mis tiempos de niñez, durante los más de doscientos días que llovía a torrentes en Minatitlán, no nos permitían salir al patio. Entonces nos las ingeniábamos para improvisar en las camas, nuestros juegos de canicas.

Los juegos prohibidos

El juego que aún persiste, de los considerados malos o de vagos, es el volado. Y normalmente se hace tirando al aire una moneda, haciéndola girar y cuando se mantiene en suspenso, el contrincante debe elegir si es “águila o sol”. Sí se atina, se gana lo que se apostó. Una variante es el “tapadito” o el “disparejo”. En este caso, cuando los que participan son tres o más.
La rayuela no tenía límite de jugadores. Se marcaban en la tierra dos rayas. Desde una los jugadores tenían que lanzar sus monedas de tal manera que no quedaran ni muy adentro ni muy afuera de la otra raya. Pero también, sí la moneda de otro jugador golpeaba y desplazaba la moneda fuera de la raya, era para él. Y así sucesivamente.
El retachadito era una variante de la rayuela, nada más que frente a una pared. En la pared se marcaba una línea para que ningún jugador golpeara su moneda en la parte inferior y el chiste de este juego, era que al retachar la moneda en la pared, golpear a otra moneda que estuviera en el suelo, cobrándose el premio.
Hubo otros juegos prohibidos o de vagos, como el billar, el juego de cartas y la ruleta. Ahora, son juegos de tipo social y familiar.
Queda por incluir la lotería, la serpiente y la escalera, la pirinola y otros juegos todavía considerados inocentes.

¿No es extraño?

No sé por qué a mis hijos y a mis nietos les ha dado por regalarme juguetes que conocí en mi infancia.
¿Será por qué no he dejado de ser niño o, me querrán decir algo?

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