Arrieros somos: VENTUROSO AÑO 2015

+ Columna del C.P. Renato P. Vázquez Chagoya, director del Semanario Sotavento

Zona Sur

Renato P. Vázquez Chagoya - 2014-12-29

Como el capítulo de un libro, 2014 termina con todo su contenido.
Así como empezó, así también terminó.
En la unión de sus letras y de las palabras aprendimos que desde el primero de enero hasta el 31 de diciembre de 2014, todo lo que sucedió, ahí quedó impreso.
No escapa nada en ese devenir del tiempo como tampoco queda nada, más que el recuerdo.
Lo que era al principio ya no lo es al final del año
Todo es nuevo, todo cambia y ya todo es viejo, aunque haya ocurrido ayer, aunque haya ocurrido hace una hora, un minuto o un segundo: Todo queda en el pasado.
Quedan huellas, recuerdos y vivencias que se van modificando según los nuevos días que vienen. Y que van palideciendo según el transcurrir del tiempo.
Nada es inmutable y confirmamos que lo único eterno es el cambio.
Se nos ha dicho y se nos dijo bien: La vida es para evolucionar y tratar de alcanzar la perfección.
También se nos dijo: La perfección es enemigo de lo bueno y, como no podemos ser perfectos, por lo menos, tratemos de ser buenos.
Se nos ha dicho y se nos dijo bien, que la vida es sagrada y que nadie tiene derecho a suprimirla ni arrebatársela a otro y ni siquiera dañarla.
Pero entendimos mal cuando se nos dijo que se nos dio el “libre albedrío” y con este último razonamiento, torcimos el camino de la creación, de la preservación y del mejoramiento de la raza humana.
Y ya entendimos, que lo que ocurrió ya no puede modificarse.
Podemos arrepentirnos y podemos compensar nuestras acciones.
Podemos superar nuestros errores y nuestros defectos para tener mejores sentimientos, para ser mejores seres humanos.
Y, ese cambio no debe ser de pensamiento ni de intención, debe ser de acción.
Debemos actuar para que nuestra integridad mejore. Debemos procurar y proteger a los demás y, debemos protegernos mutuamente.
Si de algo debemos sentirnos orgullosos es que si lo intentamos, nos esforzamos y nos aplicamos, podemos lograrlo.
Usted como yo, deseamos ser sanos, justos, prósperos y felices.
Que nuestros actos nos conduzcan por ese camino y alcancemos nuestras metas.

Nuestro regalo

Don Abel R. Pérez, en su libro “Minatitlán y otros tópicos de interés”, editado en 1943, nos dejó el recuerdo de las navidades de fines del siglo XIX.
Los textos siguientes, son de su autoría y deseamos que los disfruten tanto como nosotros lo hemos hecho.
¡Felicidades!

Cenas, portalitos y árboles de navidad:

-Arbolitos de Navidad, adornados con farolitos y juguetes u otros aguinaldos; cenas de noche buena y de fin y principio de año; de todo "eso" no supe yo, porque nunca lo tuve, o porque no lo había en el pueblo. Sabía yo de los juguetes que a los niños ricos les encargaban sus papás a México, o a Veracruz. De frutas, turrones, avellanas y nueces; de dulces cristalizados y colaciones, sabía yo cuando veía desfilar las grandes canastas que los ricos del pueblo, dueños de las tiendas principales, mandaban regalar a sus clientes y amigos.
-Cuantas noches buenas y de fin de año (malas para nosotros, que procurábamos dormirnos a temprana hora), nos acostábamos mi madre, mi hermano y yo, con el estómago vacío, oyendo a los familiares del piso alto de nuestra bohardilla, SUBRAYAR con risotadas de "alumbraos" o de francamente "mamaos", las frecuentes libaciones y el engullir de jamones y pavos rellenos, en medio de un insultante repiqueteo de platos y cubiertos y del tintineo de las copas de cristal de fino bacará de Murano, de Bohemia, de Sajonia o de Sévres...

Los nacimientos de los Neira:

-Sería injusto cerrar esta reminiscencia, sin dedicar unos renglones a los retablos o Nacimientos estructurados por mi compadre Alejandro Neira y Giraud. Los exhibía anualmente, desde el 24 de diciembre al 6 de enero, en una de las piezas de su casa centenaria, cuyo frente daba a la calle Hidalgo, que por ser "la de enmedio", como la llamábamos, era la de mayor tránsito; y por allí desfilaba todo el Minatitlán del último cuarto del siglo diecinueve. Había que oír los comentarios elogiosos de los ingenuos visitantes, ante la que ellos consideraban maestra y maravillosa obra de arte del buen compadre Alejandro, que, orgulloso del parto de su caprichosa concepción, se paseaba frente a su obra cumbre, recibiendo las felicitaciones con la misma prosopopeya, con los mismos "aires", y dándose la misma importancia, que no se habría dado Miguel Angel o Leonardo de Vinci.

Los aguinaldos:

-Terminaré dedicando un recuerdo a los aguinaldos de aquella época entre los que figuraban, desde el corte de percal o manta estampada de a real la vara, hasta el corte de seda roja chillona; desde el sombrero de petate hasta el sombrero de charro, galoneado de plata u oro; desde las filigranas de cobre o plata, hasta las muy finas de oro rojo y amarillo; desde el fistol de hoja de lata de a peseta, hasta el de perla o brillantes; desde el platito y la tacita de loza corriente de a tostón el terno, hasta la media vajilla de peltre o de loza fina.
-Y como felicitaciones de Navidad y Año Nuevo, las cartulinas más caprichosas y peculiares, reveladoras de las latentes vocaciones de sus autores; una maquinita de ferrocarril en plena carrera; vaporcitos surcando el proceloso mar o remontando un río, con chimeneas que vomitaban gruesos penachos de humo; palomitas, flores, frutas, etc. Ese género de la literatura congratulatoria no había evolucionado aún hasta las elegantes cartulinas de hoy, verdaderas obras de arte en roto y fotograbado, fotolitografía, óleos, pasteles, acuarelas, aguas fuertes y dibujos a lápiz y a pluma.

Fin de año y del siglo XIX:

-Nunca olvidaré la celebración de la despedida del siglo diecinueve y el saludo al siglo veinte, la memorable noche del 31 de diciembre de 1900.
-Salvo una que otra cena de carácter familiar en casas de gente acomodada, que tuvieron que "recetarse" el pavo relleno, el lechón al horno, los tamales o el mole de guajolote, rociados con vinos o cerveza, no hubo más festejos de carácter popular que la celebración de la misa cantada de media noche, dicha siempre por el virtuoso Padre Castellanos, que esta vez no tuvo que reforzar con llanto su oratoria sagrada para arrancar lágrimas a sus feligreses, cuyos pañuelos subieron varias veces de los bolsillos a las caras a enjugar el llanto silencioso de hombres y mujeres, de niños y adolescentes, de jóvenes, adultos y ancianos.
-Ni un solo habitante del pueblo o de la campiña, ni un solo pastor de la grey, ni un solo feligrés de la Diócesis, humilde o poderoso, pobre o rico, burgués o plebeyo, burócrata o proletario, faltó a la solemne misa. Allí se vió al profesional y al burgués, junto al humilde jornalero y al sencillo campesino; a la dama o señoritinga encopetada, lujosamente enzapatada, junto a la obesa cocinera, o junto a la humilde "gata" de talón "rajao"; al rico junto al pobre; al blanco junto al negro; al que portaba saco y zapatos charolados, junto al proletario que sólo vestía camisa y calzón de manta blanca, pegados al pellejo y calzaba huaraches.
-Ni faltaron las primeras autoridades políticas, judiciales, administrativas, municipales, estatales y federales. Algunos, tambaleantes, llevaban los párpados enrojecidos aún por las recientes libaciones y los cachetes encendidos por la digestión de la cena opípara; y más rojas se les pusieron las pupilas a la hora de llanto.
-Fué solemne, imponente, inolvidable, el momento en que el sacristán y los acólitos echaron a vuelo las campanas que esparcieron sus sonoridades por todos los ámbitos, anunciando la alborada del siglo veinte.
-Terminada la misa, la abigarrada multitud salió del templo y se desbordó por las calles del apacible pueblo, entonando cánticos, dando gritos, verdaderos alaridos, de emoción y de alegría".

Pie de foto
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Grabado

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Sólo te deseo dos cosas: TODO Y NADA: TODO lo que te haga feliz y NADA que te haga sufrir. ¡Feliz año nuevo 2015!

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