Nadia, Rubén y la soledad: auto condena del ser humano
+ CLAROSCUROS, por José Luis Ortega Vidal
Zona Sur
José Luis Ortega Vidal - 2015-08-12
(1)
Algo no cuadra…
¿Qué es?
A once días de haber sido asesinados Rubén Espinosa, Nadia Vera y tres mujeres más en la colonia Narvarte del DF, tengo muchísimas dudas frente a unas cuantas certezas…
Pienso en el trágico acontecimiento y sus consecuencias: jurídicas, sociales, políticas –me atrevo a pensar, incluso, en históricas y admito que quizá exagero pero concluyo que no- en los planos estatales y nacionales...
Observo sus nexos con el tema de la inseguridad en general y la inseguridad para los periodistas en Veracruz de modo particular.
(2)
Busco la cuadratura de un círculo interminable y trato de poner las ideas en orden:
a) Rubén Espinosa era un talentoso y comprometido fotoperiodista de futuro brillante en el periodismo mexicano e internacional.
b) Nadia Vera era antropóloga, humanista, activista social comprometida con su sociedad, su país, su profesión, al tiempo de ser mujer de pensamiento poético en el sentido no sólo artístico sino vital del término.
c) Su pérdida, por sí misma, constituye una tragedia enorme para México y el mundo. Gente como ellos debe vivir muchísimo tiempo porque su aportación –en términos de actitud y de acción- es de gran valía para todos.
d) Lamento la pérdida de las tres damas que fueron asesinadas junto a Rubén y Nadia y no escribo sobre ellas porque desconozco sus entornos profesionales y sociales; dado lo cual envío mi pésame bajo la convicción –y la fe- de que toda muerte es motivo de pena y dolor y al ocurrir en forma atroz como este multihomicidio nos obliga a reflexionar sobre nuestra condición de seres vivos con una lamentable, triste, poderosa capacidad autodestructiva.
(3)
A once días de los hechos referidos, me preocupa –como a millones de mexicanos- que se procure y se aplique justicia.
He dicho millones de mexicanos cuando pude haber escrito “como a todos los mexicanos”, pero lo hice porque me queda claro que a muchos connacionales -lamentablemente- lo ocurrido en el departamento de la Narvarte no les interesa, o les resulta ajeno, o se les olvida con el paso de los días o resulta un tema secundario en su agenda de vida…
Sí, me preocupa que las autoridades del DF o de Veracruz o de la PGR o quien sea, nos vayan a salir con chivos expiatorios, con historias inverosímiles de saltimbanquis asesinos o con la técnica del asesinato de Colosio, que al pasar de una hipótesis a otra convirtió aquel suceso en una novela donde todos somos inocentes y solamente un lunático está preso sin la certeza de nada en torno a la muerte del candidato presidencial y -por tanto- sin justicia ni respeto a la memoria del ser humano que fue Luis Donaldo.
(4)
Me preocupa la memoria de Rubén y de Nadia porque su ausencia –espero conocer algún día el verdadero por qué, así como los quiénes y el qué les arrebató la vida de una manera tan funesta- es una muerte que siento mía y sé que este sentimiento de soledad y agravio y ofensa y miedo lo comparten los mismos millones ya aludidos mientras que a los otros millones les vale madre…
Y en consecuencia me preocupa que un día nos ganen los indiferentes porque eso sería derrotar, fallarles, traicionar a estos muchachos que luchaban contra ese fenómeno de hartazgo por la injusticia, sí, pero también contra la indiferencia individual y colectiva ante la autodestrucción humana tan cotidiana y tan profunda.
Más aún: me preocupa mi propia indiferencia. Me preocupa descubrirme hipócrita y como alguien que escribe hoy porque el tema esta de moda y mañana olvidarlo y hallarme en la lista de los que hoy me preocupan...
Me preocupa la frialdad de los indiferentes y me preocupa la indiferencia oculta de quienes se asumen como comprometidos...
(5)
Rubén y Nadia han muerto y es fundamental no olvidar que escaparon de Veracruz y es clave entender por qué se marcharon y asumir la parte de responsabilidad que nos corresponde sobre esa partida tan entendible como cruel e injusta por su final trágico, de un trasfondo realmente indescriptible.
La clase política no está diseñada para asumir culpas y por tanto su lenguaje está alejado del reconocimiento de responsabilidades.
Un político que piensa: “me equivoqué… evita decirlo porque en su estructura mental hay una suerte de chip que le fue colocado a lo largo de su formación para el poder y cree que tal frase equivale a un suicidio.
Nuestros políticos (as) son tan soberbios que se creen semidioses y piensan –y actúan- bajo la lógica del autoengaño que les impide reconocerse como simples seres humanos que comen, beben, zurran y orinan como cualquier otro…y, claro, que se equivocan y sus errores tienen consecuencias y hay que asumirlas para corregirlas y evitarlas su repetición.
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En fin, el análisis psicológico de nuestros hombres y mujeres del poder y las herramientas freudianas que podrían convertirlos en mejores seres humanos no me preocupan tanto como la sociedad y su indiferencia…como el sujeto al que veo en el espejo y su indiferencia...
Eso sí me duele y me ocupa al observar y pensar que al final de esta jornada tan penetrante como una tragedia griega, terminemos como simples espectadores sin hacer nada por lo que Nadia y Rubén soñaron y actuaron.
(7)
Hay tanto por escribir, tanto por decir sobre este suceso que por lo pronto recuerdo a Hegel y la dialéctica del amo y el esclavo al tiempo de aguardar por la justicia a la que envío esta pequeña reflexión. (1)