Ateos

Lilia Cisneros Luján

Una Colorada

2019-04-17



Son varios los pensadores reconocidos que a lo largo de su vida, expresaron su incredulidad a la existencia de Dios e incluso vaticinaron que las creencias –sobre todo las judeo-cristianas- estaban muertas con lo cual se implicaba que Dios por consecuencia tampoco existía.[1] ¿Significa eso que la fe y las religiones están en etapa de extinción? ¿Que han descubierto los investigadores de mercadotecnia –como Galup o worldwide Independent Network- al respecto? Bueno luego de trabajar con 68 países, encontraron que 67% de los humanos se declara ateo –el país con mayor número de personas con esta condición es China- en tanto que 23% no cree en alguna religión; cifras que por cierto presentan variables según se trate de países como Suecia -18% se dicen ateos- o Reino Unido –son menos del 13% los ateos aunque 58% dice no pertenecer a religión alguna- pero ocupan el segundo lugar de población negadora de la divinidad. En el otro extremo tenemos un 62% de personas religiosas en países como: Tailandia, Nigeria, India, Ghana, Costa de Marfil o Papúa.

Ayer, en millones de iglesias judeo-cristianas niños de todas la edades desfilaron con palmas en sus manitas, ante la sonrisa de tranquilidad y satisfacción de familiares que forman parte del 74% de la humanidad convencida de la realidad del alma en las personas y más aun el 54% de quienes creen en la vida después de la muerte y por supuesto la existencia del cielo y el infierno.

En las proyecciones demográficas se espera que para el 2050, habitaremos este planeta cerca de diez mil millones de humanos, que dependiendo de la etapa de vida en que se encuentren, se declararán, cristianos, judíos, budistas, musulmanes, agnósticos o ateos, lo cual para los jóvenes entre los 18 y 24 años, configuran un conglomerado de 78% que si cree en Dios.

Aun con las variables de quienes dan prioridad al turismo y la diversión por sobre las remembranzas históricas convertidas[2] en rito, las diferencias además de culturales –incluida la forma de medir el tiempo que entre los ortodoxos judíos siguen manejando calendarios lunares- de alguna manera mantienen a lo largo de los siglos el referente al cordero pascual –como lo hicieron en Egipto en la víspera del 15 Nisan, primer mes de su calendario- y la muerte de Cristo, quien es crucificado el primer día de dicha fiesta.

Dos investigadores de la Universidad de Tennessee concluyeron que entre los ateos y agnósticos hay desde activistas antirreligiosos hasta no creyentes; sin embargo, todo ellos cumplen ciertos ritos religiosos. Para efectos de este resumen baste enunciar seis categorías de dicha población que puede clasificarse en: Agnóstico intelectual; activista; agnóstico buscador; antiteísta; no teísta o ateo ritual. Sin importar que sean de la clase que gusta de debatir o argumentar sustentando sus argumentos en obras diversas cuyos autores citan como si se tratara de seres supra-naturales, todo ellos de alguna manera afirman no creer, tratan de sumar adeptos a su punto de vista –amistades, colegas, familiares- se proyectan como interesados por causas minoritarias –protección de animales, respeto de homosexuales, a favor de políticos afines- aun cuando de la negación se hayan movido al plano de la duda, si mantienen su oposición a las religiones sobre todo aquellas que han caído en excesos como la pederastia, el ánimo prioritario por lo material –dinero y poder- o las diversas herejías en las cuales los líderes ambiciosos llegan a caer[3] por la falta de cuidado en lo que se refiere a doctrina.

La tendencia hacia el extremo vanidoso de conducta de los ateos y aun los agnósticos, considera a los religiosos como ignorantes, retrogradas y peligrosos. Su postura gira en derredor de la no creencia aunque en la práctica suelen creer, en el determinismo de los astros, las sentencias de un vidente y las promesas de cualquier humano al cual consideran por encima de muchos, lo que suele llevar a puestos de poder a personas no necesariamente superiores a ningún otro semejante.

Dependiendo de la moda, el entorno cultural y la influencia familiar, los anti teístas, y los ateos rituales suelen participar en ceremoniales específicos –meditación; festividades de culturas ajenas; clases de yoga- que interpretan como medios para alcanzar la felicidad, obtener la salud y caminar hacia una liberación trascendente. Sin embargo y aun con la multitud de variables ayer en todos los continentes a lo largo y ancho del planeta, los creyentes celebraron el domingo de palmas, vinculado con la pascua y antecedente de otro ritual importante como lo es el Pentecostés y que ha dado lugar a cientos de denominaciones que permiten dar rienda suelta a expresiones emocionales que con facilidad brotan en reuniones cuasi-masivas.

Para las corrientes creacionistas, advertidos de las consecuencias de probar del árbol del conocimiento del bien y del mal, el uso de la libertad concedida la ser humano ha sido por demás diverso y en ocasiones casi diabólico y es justo en esta semana donde el individuo puede tomar consciencia de su culpa, del valor del perdón, del alcance de la misión que puede tener en su breve tiempo de vida física en este plano que todos sabemos es finito aunque no dejemos de anhelar que se haga eterno, siempre y cuando sea en condiciones de felicidad y satisfacción como lo sugiere el día de las palmas.

Sin caer en el truco de convertir al texto más profético de la compilación bíblica, lo cierto es que desde el mensaje de las revelaciones apocalípticas a las iglesias,[4] encontramos que la tozudez humana poco ha abonado al mejoramiento de la organización de la alabanza, pues sigue habiendo grupos que no son ni fríos ni calientes, están dirigidos por falsos profetas, han olvidado su primer amor, son incapaces de arrepentirse etc. Más allá de las escuelas interpretativas del Apocalipsis –preterista, idealista, futurista, historicista- esta semana Santa, con sus extremos de castigos al cuerpo, desprecio por lo ritual y hasta comercialización de lo divino etc. habemos quienes deseamos seguir creyendo en un Dios que nos ama, con todo y las imperfecciones que solemos cargar a lo largo de nuestra vida.