Pandillas
Lilia Cisneros Luján
Una Colorada
2019-05-20
Reunirse para realizar alguna actividad, lo mismo corear frases de apoyo a nuestro equipo favorito, que degustar una paella familiar o una parrillada con variedad de salsas y surtido de cervezas, es a final de cuentas lo que integra una pandilla. En la mitad del siglo XX, los niños de barrios de clase media, lo hacían para jugar fútbol llanero[1], intentar escalar el Popo, organizar la posada de la cuadra o simplemente aprender nuevas pisadas en la guitarra. ¿En que momento el concepto se prostituyó y se tornó en algo negativo y hasta de temor?
Mucho se ha escrito sobre el tema, hay incluso personas especiales que después de haber sido parte de un grupo que convirtió en prioridad el drogarse, protagonizar desmanes e incluso delinquir, se convirtieron en líderes sociales afanados en rescatar de las “malas pandillas” sobre todo a jóvenes cuya necesidad de pertenencia los orilla a realizar “acciones perversas”
No solo la necesidad de pertenencia, es uno de los factores presentes en la mayoría de los grupos que deciden reunirse con un propósito común. Bien sea que se trate de apoyar el desempeño de un equipo o la filosofía espiritual común –franciscanos, pentecosteses, carismáticos, bautistas, jesuitas- las que en otro tiempo podían presumirse con orgullo como “pandilla” –de mi escuela o el barrio- o cargan el estigma de los desmanes, los homicidios, la trata de personas y la comercialización de cuanto se nos ocurra esté clasificado como ilícito- es hoy algo que nos agrede y desearíamos tener muy lejos.
La proliferación de los miembros de la que se considera la más peligros de las pandillas en el mundo –la llamada mara salva trucha- es tal, que los más altos niveles de gobierno de los Estados Unidos, han diseñado planes para neutralizarla, inclusive con la participación personal de un fiscal general –William Barr- en una ciudad salvadoreña con la intensión de aumentar esfuerzos en contra de la corrupción y los delitos financieros ¿Detrás de lo dicho en conferencia de prensa, se esconde la complicidad de estas pandillas con gente del gobierno? ¿Por qué el tema de las pandillas justifica la acción de una autoridad extranjera –en este caso las señaladas como imperialistas del norte- en asuntos de tres países centroamericanos? ¿A que obligaba el “apoyo financiero” que ahora se anuncia retirar como medida para bloquear la inmigración hacia los Estados Unidos? Es en el momento que las cosas se salen de control cuando la complicidad entre la gobernación o la administración de una institución con los infractores sociales, sale a la luz.
Lo cierto es que la “operación escudo regional” surgida en los Estados Unidos, ha pretendido, otra vez, combatir a las pandillas -de los barrios norteamericanos que presentan diversos grados de marginación- con dinero del presupuesto de los contribuyentes. Por estos fondos de “cooperación” las autoridades del Salvador, Guatemala y Honduras, han debido detener delincuentes [2] y se supone que en México se espera alguna respuesta similar, a cambio de darle curso a diversas acciones sobre todo comerciales. ¿Está consciente el gobierno norteamericano que uno de los puntos de verdadera perversión de grupos a mediados del siglo pasado se dio cuando las propias instancias públicas facilitaron el comercio de drogas entre los grupos de ciudadanos de color que luchaban por sus derechos civiles?[3]
Luego de que los movimientos democráticos en América Latina, derrotaron a los gobiernos autoritarios –militares y de oportunidad- se inició desde -¿Alguien puede -asegurar desde donde?- algún grupo de poder, todo un movimiento mediático cuya finalidad ha sido denigrar gobernantes y partidos políticos y cabe preguntarse ¿convertir a los partidos políticos en pandillas infamadas cumple la misma finalidad de control que lo logrado con los “maras” dentro y fuera del territorio estadounidense?
Se dice que la semilla de las pandillas empieza en la familia –que ya es pandillera o los ve como algo normal o de justicia- se refuerza socialmente por la necesidad de ser parte de un fenómeno de éxito –quien mata “al malo” recupera los bienes que tiene en propiedad el otro- instruyéndolo en un camino equivocado para recuperar auto-estima; otorgándole una falsa sensación de control –aun sin darle salida a sus propias discapacidades sociales e individuales- por una manera sin mucho esfuerzo para contar con dinero, relaciones adecuadas –con el funcionario local o el policía que no va a detenerlo- y en general llenando los vacíos emocionales y sociales que no ha sido capaz de satisfacer. ¿Puede entonces decirse que los partidos políticos están en su punto de extinción debido a que se han convertido en pandillas del mal? ¿Es este un problema sólo de México o está presente en Europa?
En todo el mundo la crisis democrática pasa por el descrédito de partidos que sustentaron el desarrollo de países –sobre todo en la primera mitad del siglo XX- que hoy llevan a los gobiernos a sujetos sin mucha preparación política a los que luego se encarcela sin que nada de lo que se está proponiendo aumente el bienestar de los pueblos. ¿Cómo es que esas entidades de interés público dejaron de promover la participación honesta de la ciudadanía y el acceso de los mejores al poder público? ¿Por qué las contiendas normales para elegir a los más capacitados presidentes o secretarios generales han sido sustituidas por luchas de corrientes o tribus casi fraticidas para imponer al cuate, el que más me garantice mis fechorías y no necesariamente el mejor preparado y capaz en materia tan especial como representar a sus militantes -y en caso de ganar una elección- a los ciudadanos? Ojalá que las elecciones en puerta de muchos partidos en el mundo no se conviertan en purgas de pandillas.