Temprano salí y mi casilla no estaba en el lugar de siempre. Vecinos de la tercera edad me preguntaban su ubicación. La busqué de volada en internet y les proporcioné el dato.
En compañía de amigos recorrí la ciudad. No había muchos votantes. Eso sí, en grupos de tres o cuatro llegaban adultos mayores en taxis y vehículos particulares o caminando.
--“Esos son acarreados –comentaban los malpensados--, con engaños los obligan a votar para que siga AMLO. Les advierten que si no van, perderán su pensión”.
En la casilla especial instalada en la central de autobuses de Xalapa (CAXA), había una larga fila como a las doce del día.
En una tienda, al atardecer, escuché a un cliente comentarle a la cajera:
--Me acaban de subir al tripe los impuestos, amiga.
Responde ipso facto un joven formado atrás de mí:
--Sigan votando por el peje.
Agrega sonriendo la cajera:
--Pues yo ví un montón de personas votando en las casillas. Aunque a ustedes les duela, la gente lo ama.
--Oh, sí, regalando dinero que no es suyo, cómo no va a ser popular. Así hasta yo –revira otro empleado de la tienda.
Tras conocerse anoche los resultados preliminares, los adversarios cruzaban apuestas sobre la reacción presidencial en la conferencia mañanera de este lunes:
--El fracaso lo convertirá en victoria y se lanzará contra el Instituto Nacional Electoral y cuanto molino de viento encuentre a su paso. Pobres de los consejeros Lorenzo Córdoba y Ciro Murayama, del INE –expresan sus críticos.
--Tiene de su lado a las fuerzas armadas, doblegó al Poder Judicial empezando por su presidente Arturo Zaldívar y ahora va sobre el INE. Ya verán –aseguran otros.
En conclusión, de los más de 30 millones de votos obtenidos por López Obrador en la elección presidencial de 2018, bajó a más o menos la mitad.
Según datos del INE, en el estado de Veracruz apenas votaron un poquito más de 200 mil ciudadanos. El gobernador Cuitláhuac García declaró anoche que participaron más de un millón. ¿A quién le creemos?