Es de fama pública que, Genaro García Luna, era el hombre fuerte de Felipe Calderón en materia de combate al crimen organizado (lo de combate es un decir), también se sabe que tenía una profunda disputa de poder con los secretarios de la Defensa y la Marina.
Además, en su momento, se confrontó con el entonces procurador Eduardo Medina Mora. En estas circunstancias, es muy extraño que nadie se hubiera enterado de las andanzas del ex secretario de Seguridad Pública en el calderonato.
En efecto, tanto la Armada como el Ejército y la PGR (actualmente FGR), cuentan con sofisticados aparatos de espionaje, así pues, por deber o vendetta ¿nadie informó al entonces mandatario de las triquiñuelas de don Genaro?
O, en su defecto: ¿acaso el presidente no debe mantener bajo estricto control a sus subordinados directos, sobre todo, a los del área de seguridad?
En este mismo sentido de los misterios sin resolver, preguntamos: ¿por qué García Luna no acepta ser testigo protegido y/o colaborador ni en los Estados Unidos ni en México? ¿quizá es inocente y está seguro que saldrá libre? ¿se ‘comerá’ solo las acusaciones?
La cereza del pastel de los enigmas oficiales, radica en que las periodistas Peniley Ramírez y Anabel Hernández documentaron, por medio de su trabajo, varias de las anomalías cometidas por el susodicho, por lo tanto, el río siempre sonó.
Algo no encaja en esta trama, es incomprensible que los fiscales de Estado Unidos tengan cientos de elementos de prueba contra el ahora indiciado y que, en México, la FGR apenas haya obtenido órdenes de captura.
Así pues, bajo la lógica de su ex patrón, haiga sido como haiga sido, pero seguro hay muchos cómplices ya sea por comisión o por omisión, no nos hagamos bolas.