Más claro, ni el agua; más elemental, ni para mi querido Watson; tan evidente que
hasta un gobernador de Morena lo entendería; tan obvio que la Secretaria de
Educación sí podría contestar a eso: lo de Alito esta semana que pasó fue una
verdadera traición contra su partido y contra la alianza que se había mantenido
con pinzas entre el PAN, el PRI y el PRD.
Simplemente, el Presidente nacional del Revolucionario Institucional, Alejandro
Moreno Cárdenas, pactó con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y dio a
torcer la mano de su partido, con el claro objetivo de que no le siguieran rascando
a sus propiedades y sus cuentas bancarias aquí y en el extranjero, y que Layda
Sansores dejara de exhibir públicamente las grabaciones de su paisano
campechano, en donde se ponía en evidencia ante los periodistas, ante los
militantes de su partido y ante la nación como un político despreciable, sin ética y
sin ningún candor.
Así, la diputada federal priista Yolanda de la Torre presentó el 2 de septiembre
ante su cámara correspondiente una iniciativa para que el ejército continúe
haciendo labores de seguridad pública por cuatro años más de lo establecido a la
fecha, es decir, hasta 2028.
La noticia cayó como un balde de agua fría a los presidentes del PAN Marko
Cortés Mendoza y del PRD Jesús Zambrano Grijalva. Y más porque apenas unos
días antes, y qué digo unos días, ¡unas horas antes!, Alito Moreno escupía a todos
los vientos que él no se iba a doblegar ante la presión gubernamental contra su
persona (y sus bienes y su libertad), y que su partido mantendría enhiesto el
bloqueo legislativo de la alianza Va por México en contra de todas las propuestas elevadas por el presidente López Obrador o por la bancada de Morena o las de
sus aliados.
Alito enseñó el cobre para que el gobierno no enseñara el oro que aquél
mantenía y mantiene en su poder inexplicablemente, como parte de su patrimonio
personal.
Los senadores priistas encabezados por Miguel Ángel Osorio Chong pusieron el
grito en el cielo y se opusieron a la nueva línea de su dirigente.
En cualquier partido que se respete, la expulsión del traidor hubiera sido
inmediata. Los liderazgos nacionales y regionales de inmediato hubieran lanzado
el anatema contra el renegado.
Pero los priistas… los priistas… los priistas son… institucionales. Están
acostumbrados a seguir la línea de arriba, a doblar la cerviz, a aceptar sin chistar
las órdenes superiores, aunque vayan contra su conciencia o su esencia.
Sin embargo, estoy esperando la reacción necesaria, indispensable de priistas
impecables que darán la cara por la dignidad de su partido. Ésos que se han
mantenido dentro del tricolor a pesar de la adversidad.
En Veracruz, vendrá la respuesta valiente y decidida contra el que se vendió.
Seguro. Y deberá llegar más temprano que tarde de priistas históricos como Pepe
Yunes Zorrilla, Héctor Yunes Landa, Renato Alarcón Guevara, Anilú Íngram
Vallines, Alfredo Ferrari Saavedra, Domingo Yorio Saqui, Carlos Aceves Amezcua,
Marlon Ramírez Marín, Silvia Domínguez López, Américo Zúñiga Martínez, Juan
Manuel Diez Francos y muchos más.
Los seguimos esperando…
sglevet@gmail.com