Tal y como muchos suponían, fueron muy pocos los que en lo íntimo celebraron con certeza que sus tres mil fallecidos por lo ocurrido con las torres gemelas están dormidos al cuidado de Dios. Uno que otro logró que se publicara su punto de vista sosteniendo que lo de septiembre de 2001, fue en realidad un plan interno, para lograr dos cosas: la destrucción de unas torres que en términos de la vida útil habían llegado a su límite; y lo mas importante encontrar el justificante de una guerra, en lejanas tierras de oriente a donde terminarían con el mandato de alguien que ya no les servía –el presidente Sadam Hussein- más que como pretexto para lo que se llamó la primera guerra del golfo.[1] Por lo de NY y otras ciudades de la unión americana se habla de casi 3 mil muertos 65 de los cuales eran pasajeros de los aviones secuestrados y estrellados.
Otros eventos de importancia –olvidados- en la infausta semana que nos precedió fueron: la conmemoración en contra del analfabetismo –día 8 de septiembre- a favor de la democracia el mismo día de nuestro grito, donde los tigres del norte divirtieron a los asistentes con tonadas y letra de narco-corridos y varios más distinguiéndose el inicio de lo que será por la paz -21 de septiembre- lo cual permitió que nuestro primer mandatario[2] justificara la “pertinencia” de un discurso recomendando lo que debe hacerse para lograr la paz entre Rusia y Ucrania, con la concebida reacción de quienes no están de acuerdo que un tercero sin vela en el entierro, intente fabricar el escenario en el cual puede sentirse a si mismo importante.
Se opacó, con cierto éxito las protestas en contra de un personaje priísta al cual una importante mayoría no apoyó desde su elección misma; también pasaron a segundo término, los comentarios populares en contra de la militarización, lo cual fue señalado como un auto-golpe ¿A dónde fue a parar el esfuerzo de ciudadanos que exigieron su derecho a ser oídos y para ello fabricaron una manta de 100 metros? ¿El haber retirado este mensaje colgado en la Estela de luz convalida los dichos oficiales? Desde el lamentable evento de las torres gemelas, el mundo aprendió que los gobernantes son expertos en mentir, ¿cuantos de los primeros mandatarios latinoamericanos justifican por este antecedente que es legítimo que cada cual haga su propia estrategia de falsedades? ¿Qué temas comunes les gusta resaltar a estos noveles políticos?
Más allá de la justificación de ocultamientos de la nobleza –como que si los príncipes ingleses tienen una media hermana- hay ciertos temas que pretenden ser legitimados. Tal es el caso de las “consultas populares”, con tan mala suerte para el recién instaurado como mandamás chileno, en el cual el pueblo participó para decir de manera clara “No queremos cambios en nuestra constitución”. Otro resultado fue el del presidente del Salvador en centro América que aun cuando su constitución prohíbe la reelección sucesiva él ya logró ser aclamado para continuar siendo el número uno en un país, donde decenas de personas están encarceladas de la forma más violenta porque allá no se cree en lo de abrazos y no balazos. ¿Qué inspira a estos reeleccionistas? ¿Será los setenta años de mandar de la reina Isabel II? ¿Qué piensan los ingenuos que apostaban a que el primogénito de esta ex reina abdicaría en favor de su hijo? ¿De verdad eso de “murió el rey viva el rey” es solo un formulismo exento de intereses, emocionales, financieros y de poder político?
Nunca ha sido secreto, la tentación implícita de mantener el poder a quienes ya le han probado, aun cuando por antecedentes históricos sepamos que hay quien señale al poderoso, de ambicioso, limitado, ignorante, medio loco o cuando menos perverso. ¿Eso es lo que movió a la reina hoy fallecida para dejar en su testamento el permiso de portar uniformes, medallas y todo lo que alguna vez tuvieron sus hermanos, hijos y nietos aun cuando se les haya quitado dicha posibilidad por malos o porque lo han renunciado? ¿Por qué dicho privilegio es solo para el funeral y no alcana para actos en sí mismo políticos? Hoy desde las cuatro de la madrugada –esto es para México- el mundo estará al pendiente de las últimas decisiones de una mujer que aprendió para qué es la política y de qué sirve el poder. Mientras eso ocurre, así como los chilenos decidieron no darle terreno amplio a su nuevo presidente, en nuestro México lindo y querido, donde la corrupción está lejos de acabarse esperamos que haya un límite a los absurdos y exageraciones que implica ejercer el mando. No hace falta acudir a una guerra y mucho menos terminarla con bombo y platillo para ponderar la paz. El principio es respetar las leyes como se ofrece en el discurso, luego evitar usar a las personas para fines perversos y por último intentar cumplir las aspiraciones de quien confió al darles el voto aun cuando ellos representen una ínfima minoría. Los conceptos de lo que se supone debemos hacer nos llegan diariamente. Dejemos de lado la apatía, exijamos a nuestro mandatario que cumpla con lo comprometido.
[1] Su propósito era acabar con la organización terrorista Al Qaeda y con los regímenes que, según el Pentágono, apoyaban el terrorismo yihadista, por lo que agrupó a Irak, Irán y Corea del Norte como “eje del mal”
[2] Es decir, ese al que elegimos democráticamente para que cumplirá la voluntad ciudadana, de cómo servir y de que manera administrar los dineros que salen de nuestro esfuerzo vía impuestos.