La triste noticia empezó a circular ayer en la mañana en Veracruz y en el país: uno de los periodistas más importantes de la historia de México acababa de pasar al
siguiente plano. El tuxpeño Miguel López Azuara culminó así una vida plena de
dones, en lo personal y en lo profesional.
En lo personal, Miguel fue y en la conmemoración seguirá siendo un lujo como ser humano. Dueño de un humor grandioso, sus pláticas siempre estaban llenas
de anécdotas plenas de su ingenio majestuoso, inteligente y revelador. Platicar con él era pisar la historia del periodismo mexicano de la última mitad del siglo XX
y del casi un cuarto que alcanzó a vivir de este terrible XXI, inicio de un milenio que no sabemos qué le va a deparar al mundo con tantas mudanzas y tragedias.
En lo profesional, López Azuara ya era desde hace décadas un referente del periodismo nacional. Reportero inigualable del mejor Excélsior, fundador y
subdirector de Proceso, funcionario probo en Publicaciones de la SEP, en la Dirección de Información de la Presidencia de la República (en ambos puestos muy cercano a su amigo Otto Granados Roldán, que lo respetaba y lo quería), al
frente de prensa del Estado de Veracruz con el gobernador Patricio Chirinos, en el
Congreso de la Unión como un respetabilísimo vocero.
Todo un hombre de bien, Miguel López Azuara fue un mentor bondadoso y
ejemplar. Sus hijos Miguel, Constanza, León y muchos discípulos que lo llegaron a
querer como un padre (saludos, Bernardo Gutiérrez Parra, hecho un gran
periodista gracias a él también) lo recuerdan con enorme tristeza ante la pérdida, aunque solazados en sus grandes enseñanzas.
En el espacio breve de una columna apenas se puede hacer un trazo que
esboce la riqueza de su enorme carrera de comunicador honesto y sincero.
Porque don Miguel recorrió en la primera fila la historia de México desde que llegó a la capital del país, allá en los años 40, como un muchacho con bríos y gran talento. Y vean hasta dónde llegó, que era considerado uno de los grandes del
periódico de la vida nacional, junto a otros veracruzanos como Ángel Trinidad
Ferreira, como Francisco Cárdenas Cruz, como Manuel Seyde, como Enrique
Loubet jr. (que era español de nacimiento, pero al nacionalizarse mexicano se
autodeclaró jarocho oriundo).
Qué no le tocó vivir en carne propia a Miguel López Azuara: el advenimiento de las presidencias imperiales del priismo, la caída de la dictadura perfecta, las
transiciones y las transformaciones de primera, de segunda, de tercera y de
cuarta.
Los periodistas veracruzanos estamos de luto del mismo modo que lloramos a
otros grandes que fueron grandes amigos de todos los reporteros: Froylán Flores
Cancela, Yayo Gutiérrez, Pepe Miranda…
Ya imagino el aquelarre que se deben traer en el cielo esos fastuosos
comunicadores con la llegada de Miguel.
Que te vaya muy bien, amigo del alma. Acá cumpliste con creces tu misión en la vida.
sglevet@gmail.com