Recaída

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2014-03-24

En “Prosa aprisa” del 19 de febrero pasado escribí que la aspiración del senador Héctor Yunes Landa de llegar a ser el próximo gobernador se le había convertido ya en una obsesión y que se le hace difícil y le resulta casi imposible apartar de su mente el tema; que no puede evitar hablar de ello.
El 12 de marzo, comenté que había sido novedoso que por primera vez el viernes 7 y el domingo 9 de este mes, en Xalapa y en Córdoba, respectivamente, hubiera matizado su postura, al decir que “si no es el caso” entonces tendrá que “sumarse”, que tiene “… las condiciones para ser, pero pueden cambiar”.
Parecía, daba la impresión de que se estaba centrando y de que se abría a cualquier posibilidad, porque en política, y él muy bien lo sabe, todo es circunstancial, como en la vida misma.
Incluso el día 15, cuando asistió a Martínez de la Torre para la presentación de su informe, fue más cuidadoso pues no pasó de generalizar diciendo que su mayor aspiración es seguir sirviendo a los veracruzanos, que “estoy preparado para seguir representándolos con absoluta dignidad e independencia y que “en mi tienen a un representante con la firmeza para tomar decisiones”.
Pero el pasado viernes 21, no obstante que cada vez que puede dice que no anda en precampaña, recayó y regresó a las andadas, volvió al tema e incluso dejó la impresión de que esta vez alzó la voz como advirtiendo-retando al centro donde se toman las grandes decisiones.
Esta vez emplazó a su partido (o sea, a César Camacho Quiroz, presidente del CEN del PRI; a Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación; y a Enrique Peña Nieto, presidente de la república), a que si no es él el candidato porque va arriba en las encuestas corre el riesgo de perder, por lo que le pidió olvidarse de la imposición, del “dedazo”, práctica que le reprochó pues dijo que su partido “no se ha olvidado de esas viejas prácticas”.
En su alocada carrera rumbo a la gubernatura, no reparó en que podía atropellar a otros competidores, en especial a su “sobrino” José Francisco Yunes Zorrilla, “Pepe”, quien le disputa seriamente la posición y quien es el más viable junto con él para alcanzar la postulación, pues dijo que “hay riesgo de que pierda… un candidato impuesto”, pues el único que lo sería, porque así le convendría a su partido, sería el de Perote.
Más cuando volvió a repetir que él no es “sacatón”, es decir, que no tiene miedo de expresar públicamente su aspiración urbi et orbi sin ningún recato como lo viene haciendo donde y cada vez que puede, que él no es hipócrita, con lo que estaría insinuando entonces que Pepe, otro aspirante que sí guarda las formas políticas, sí lo es por no conducirse igual que él.
A estas alturas, tal y como se ve su actuación, semejaría un tren que ha entrado ya en picada, a toda velocidad y sin freno, con el riesgo de descarrillar en cualquier momento o de salirse del camino en una curva, quizá hacia el precipicio, cuando la meta todavía está lejos.
Quién sabe si está midiendo el alcance de sus palabras, las consecuencias de lo que dice y cómo lo dice. Su “no sólo aspiro, yo voy a ser gobernador no tengan la menor duda” tiene ya un tono imperativo, y extraña que un político con tanta experiencia como él la tiene olvida que al poder, que a la cúpula decisoria, no le gusta y no permite ni acepta que lo emplacen; es como estarle jalando los bigotes al león.
Como ciudadano y como militante de un partido está en todo su derecho de aspirar a la mayor responsabilidad política del estado, más aún cuando tiene trayectoria y experiencia así como una considerable estructura humana tanto de colaboradores como de simpatizantes. Pero parece estar olvidando que su partido impone una disciplina, tiene reglas no escritas y decide conforme a su conveniencia.
El mayor argumento que esgrime es que va arriba en las encuestas. Puede ser. Pero parece que no repara en que su partido puede decidir no con base en quién tiene más simpatizantes sino en quién le conviene más al sistema.
Algo que yo veo interesante en su actitud abierta, retadora si se quiere, es que va a poner a prueba, está poniendo a prueba al sistema mismo a la vista de todos, al tratar de arrinconarlo con su señalamiento de que no se ha olvidado del “dedazo”, pasando por alto que por esa vía llegó Peña Nieto al poder; cuando le advierte que si no lo ponen a él corren el riesgo de perder.
Quién sabe cuánto tiempo va a pasar para que veamos si el sistema le da la razón (por eso lo está poniendo a prueba), se asusta, le tiemblan las piernas y cede ante el reclamo del senador, o si a través de un manotazo a su persona le envía un mensaje al resto de los políticos del país con aspiraciones a un cargo relevante de elección popular de que nadie le va a alzar la voz, ni lo va a condicionar, ni le va a advertir sobre lo que tiene que hacer.
En Veracruz, en el siglo pasado, en 1970, un político veracruzano cuestionó al centro, al sistema priista de entonces, y pagó las consecuencias. El profesor Rafael Arriola Molina, nativo de Veracruz pero formado en Cosamaloapan, habiendo sido electo en las urnas senador de la república, reclamó a la Federación que no diera a Veracruz recursos fiscales que se obtenían por las riquezas que la entidad aportaba a la Nación.
No obstante que había sido tres veces diputado federal, dirigente del PRI estatal, secretario de Acción Política del CEN priista y orador en la campaña de Lázaro Cárdenas, el presidente electo Luis Echeverría y el saliente Gustavo Díaz Ordaz no le perdonaron su osadía y ordenaron que su triunfo no fuera aprobado en el Congreso de la Unión, que era entonces la instancia calificadora de las elecciones. Lo congelaron y su caso pasó a la historia como “El arriolazo”. Se tuvo que retirar y nunca volvió a la política.
Cosa curiosa, el cuestionamiento lo hizo mediante una declaración al profesor José Luis Hernández Sosa (que en paz descanse), corresponsal de Excelsior, donde se publicó la nota en forma destacada. Luego de que el dueño y director del Diario de Xalapa, Rubén Pabello Acosta, le dio la noticia a Arriola, éste, quien se encontraba en Martínez de la Torre, llamó telefónicamente a Hernández Sosa para hacerle un reclamo: “¡José Luis, ya me partiste la madre!” (como siempre, a la prensa la echan la culpa), según me lo platicó algún día el profesor mientras realizábamos una gira de trabajo por el estado.
Alfredo Bielma Villanueva, entonces secretario particular del gobernador Rafael Murillo Vidal y quien vivió desde adentro los acontecimientos, en un artículo que publicó en febrero de 2011 narró una anécdota que debiera tener en cuenta todo político.
“El día de la publicación Arriola Molina, desde Martínez de la Torre se comunicó telefónicamente con José Luís Hernández Sosa para pedirle que hiciera una rectificación de lo publicado en el sentido de que él no lo había expresado tal cual se publicó. Preocupado por verse involucrado en este enredijo y no deseando hacer la enmienda correspondiente, Hernández Sosa consultó acerca del asunto con el ex presidente Ruiz Cortines quien residía en el Puerto de Veracruz y éste, entre otras cosas, le expresó: ‘Lo que dijo Arriola es cierto, sólo que lo hizo al cuarto para los doce y no a las doce y cuarto’”.
¿El senador Héctor Yunes Landa traerá bien y a tiempo el reloj político?