La responsabilidad de Elízabeth

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2014-03-24

Si realmente dos políticos son amigos amigos, ellos son Gonzalo Morgado Huesca y Carlos Brito Gómez.
Coincidieron ambos en el gobierno de Rafael Hernández Ochoa, uno como dirigente estatal del PRI, joven, muy joven entonces, casi un chamaco, y el otro como poderoso subsecretario de Gobierno, cuando la Subsecretaría operativamente era mucho más fuerte e importante que la propia Secretaría de Gobierno (el otro amigo amigo de ellos es Guillermo Héctor Zúñiga Martínez, a la sazón director general de Educación Popular, el equivalente hoy a secretario de Educación).
Así se estilaba en aquella época. Eran otros tiempos en la década de los años 70 del siglo pasado. Por aquel entonces era yo ya reportero del Diario de Xalapa, muy joven también, y lo que registré nunca me imaginé que serían lecciones de política.
No obstante la amistad y compañerismo de Morgado y de Brito, cuando se acercaba el final de aquel sexenio, Morgado no dudó en ejecutar políticamente a Fernando López Valenzuela, hijo del ex gobernador Fernando López Arias, porque siendo dirigente municipal del PRI en el puerto de Veracruz se fue por la libre y sin consultar ni pedir autorización “destapó” a Brito y a José Luis Lobato Campos, en aquel tiempo director del Instituto de Pensiones del Estado, como precandidatos al Gobierno del estado.
Era entonces tal la disciplina priista, férrea, y se cuidaba que nadie la relajara en aras de mantener la unidad partidista, que la indisciplina de López Valenzuela escaló primero hasta la sede del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y de ahí pasó a Los Pinos.
Bajo la tutela del periodista Froylán Flores Cancela, subdirector del Diario e influyente columnista político de la época, estuve al tanto del caso, que sucedió de la siguiente manera, aunque Morgado hoy me puede corregir o aclarar en los detalles.
Al agarrar por sorpresa a todos el destape, del gobernador Hernández Ochoa para abajo, Morgado reaccionó y decidió que como dirigente estatal destituiría a Fernando. El gobernador consintió en ello, pero de todos modos le dijo que consultara con el entonces presidente del Comité Ejecutivo Nacional, otro veracruzano, Gustavo Carvajal Moreno, quien a su vez estuvo de acuerdo pero igual pidió esperar en tanto trataba el asunto con el presidente José López Portillo.
El célebre Jolopo autorizó el cese inmediato, pero entonces Carvajal quiso ser quien activara la guillotina, para lo cual convocó a conferencia de prensa y dio la noticia en la Ciudad de México, que apareció a ocho columnas en la segunda edición de Ultimas Noticias, el periódico vespertino que publicaba en aquel tiempo el diario Excelsior.
Los actores, Morgado, Brito, Lobato, López Valenzuela y Gustavo Carvajal, veracruzanos todos, viven todavía para contarlo.
Alguna vez platiqué el hecho con Gonzalo y me dio sus razones: Como presidente del PRI no podía yo permitir por ningún motivo que se faltara al respeto político al gobernador, que se pasara sobre mi dirigencia, porque yo no estaba pintado, que se relajara la disciplina porque entonces cualquier dirigente municipal podría hacer sus propios destapes, que se desbordaran los grupos de acuerdo a sus intereses poniendo en riesgo la unidad, que no se respetaran los estatutos que marcan muy bien los tiempos y los procedimientos, y que no llegáramos con un candidato de unidad al día de la convención en que se elegiría a quien sería el sucesor.
(López Valenzuela, ya en el gobierno de Agustín Acosta Lagunes, se quedó con el discurso hecho como nuevo dirigente estatal de la CNOP, porque a horas de asumir el cargo lo vetaron en el CEN del PRI por un problema de despojo de tierras a ejidatarios de Boca del Río.)
El hecho mostró la importancia que del centro, de la cúpula política del país, le dan al proceso sucesorio gubernamental de Veracruz, seguramente por su relevancia política, geográfica, humana y de recursos naturales, tanta como para no permitir que haya indisciplina, que cada quien quiera hacer lo que desee, que se ponga en riesgo la unidad y que no se llegue a la convención tricolor con un candidato a gobernador de unidad.
Se dice que son otros tiempos, que el PRI ha cambiado, pero se duda que estén dispuestos a permitir que se adelante el proceso, que no se respeten los estatutos, que se le haga ruido al gobernador en turno a quien por las reglas políticas no escritas le pertenece todo el espacio, las luces, los reflectores, los micrófonos, que se designe (mediante el clásico dedazo, por supuesto) a un candidato de unidad y no lo acuerpen todos los grupos, aunque, ¿por qué no pensar que, en efecto, ahora el que se mueve sí sale en la foto? Aunque eso está por verse.
La responsabilidad ahora de cuidar la disciplina, de mantener la unidad, de poner e imponer orden, de hacer valer los estatutos del tricolor y de tomar las decisiones que tenga que tomar para que todo ello sea efectivo, es de Elízabeth Morales García, la dirigente estatal del PRI. El gobernador no tiene porqué estarse distrayendo de su tarea fundamental ni exponerse al estar respondiendo sobre el futuro proceso sucesorio, no debe ni tiene porqué hacerlo, además porque toda su atención debe estar centrada en gobernar bien, esto es, en dar resultados positivos para los veracruzanos, que para eso lo eligieron.
Ya habremos de ver el qué de este nuevo régimen priista sobre la sucesión en el estado. Por lo pronto, nuestros políticos y gobernantes mejor deben dedicarse y centrarse en resolver los graves problemas que nos aquejan: inseguridad, pobreza, desempleo, escasez de recursos…
Ramos Gurrión y Colosio
“Delegado. Llévame a donde pueda tener contacto con la gente, donde me pueda acercar a ella, donde pueda conocer lo que sufren, cómo viven, qué les hace falta. Porque eso es en lo que hemos fallado, y vengo resuelto a no permitir que nos vuelva a pasar lo mismo, en un Estado que es orgullo nacional”.
Esto narró el sábado Manuel Ramos Gurrión que le dijo el entonces candidato Luis Donaldo Colosio, cuando el político sureño era delegado general del CEN del PRI en Chihuahua para preparar la visita del sonorense a ese estado. Ramos, quien es hoy asesor de la Secretaría de Gobierno, participó el sábado en el acto que organizó el PRI en el puerto de Veracruz para recordar a Colosio.
Debo, no niego…
Me reía anoche. Por fin me atreví a contestar una llamada con lada del DF y lo primero que recibí fue un reclamo. Era Roberto Villarreal, compañero y amigo mío de muchos años, director general de Información de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Me dijo que había estado tratado de localizarme para hablar conmigo y le tuve que decir la verdad: es que pensé que era del Banco para cobrarme. Le gustó la columna que le dediqué al tema de Xóchitl Tress, me comentó; que para eso me buscaba. ¿Quién no ha evadido una llamada cuando sabe o supone que es para que le cobren? Debo no niego… Pero mejor me rio. Me hace bien.