El ejemplo de Ruiz Cortines

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2014-11-19

Dentro de catorce días, el próximo 3 de diciembre, el Congreso del Estado habrá de entregar la Medalla Adolfo Ruiz Cortines. Al crear este galardón en 2001, el entonces gobernador Miguel Alemán Velasco quiso homenajear, de manera permanente, a un veracruzano ilustre que a su paso por el poder se distinguió por su honestidad y que hizo de la austeridad una forma de vida.
Testimonio de ello es la casa de dos niveles, hoy museo, en la que vivió y murió don Adolfo, en la calle Gral. Alemán Nº 10 esquina Alvarado, en el Fraccionamiento Moderno del puerto jarocho.
Auxiliar contable, diputado federal por Tuxpan, secretario de Gobierno con el gobernador Miguel Alemán Valdés, tesorero en la campaña de Manuel Ávila Camacho, Gobernador del estado y Presidente de la república, al dejar el poder, Ruiz Cortines regresó a su modesta vivienda donde jugaba dominó con sus amigos o de donde salía para caminar por la avenida Díaz Mirón.
Murió sin lujos y riquezas el 3 de diciembre de 1973. Diez años antes se había retirado de la política. Cualquiera que tuviera curiosidad por saber cómo vivía podría visitar la casa museo. Hoy, cualquier funcionario de mediano pelo vive en casas, residencias, mansiones, fincas, lujosos departamentos o penthouses, en proporción, mil veces mejor que como vivió don Adolfo. Pero es que él era honrado y honesto.
Ayer, en su artículo de Excelsior (“Esperando”), Federico Reyes Heroles, de descendencia veracruzana también, recordó que Ruiz Cortines –junto con Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo– es un ejemplo y que su mejor monumento es la casa que dejó.
Lógicamente, Federico tomó como referente a nuestro ilustre paisano para compararlo con otros presidentes que han hecho del lujo y la ostentación –y de la deshonestidad también– la forma de ejercer el poder, incluido, claro está, Enrique Peña Nieto, envuelto en el escándalo por la mansión de su esposa Angélica, que vale 86 millones de pesos. 7 millones de dólares.
De memoria, Reyes Heroles recuerda y describe la casa de Ruiz Cortines: “La visita es obligada. Está a unas cuantas cuadras del malecón, no tiene vista al mar. Es una más de las casas de El Puerto que, al igual que en La Habana, son ya posesión del salitre. Los colores pierden fuerza y la sensación de abandono, las atrapa. Un porche sencillo donde puede uno imaginar un par de mecedoras y una boca que echa humo, es la recepción. La sala pequeña y oscura tiene vista sobre un jardín estrecho. Creo que hay una palmera, pero igual puede ser un engaño de mi memoria. Su despacho debe medir tres por dos metros con un diminuto escritorio y un par de sillas para los dialogantes. Hay algunos libros, nada de llamar la atención. Las recámaras, dos, son de las dimensiones imprescindibles: una cama, dos burós y un ropero. En uno de ellos cuelgan todavía sus trajes, lo cual es un poco macabro”.
Apunta: “De allí salía caminando para una buena partida de dominó. Fue su refugio de los últimos años. El expresidente mexicano podía caminar, igual en El Puerto de Veracruz que en la Ciudad de México saludando a sus paisanos, sin temor a reclamos o improperios”. Recuerda que “Estuvo donde había”.
Dejo que hable Federico: “El mejor monumento al expresidente es precisamente esa casa… Se comprende que la Presidencia les cambie la vida y que, en ocasiones, tengan que buscar otro alojamiento al dejar Los Pinos. Pero, por qué salir a la estratosfera con instalaciones que son ofensivas para los mexicanos. La historia es larga, de la casa de Ávila Camacho al Centro de Estudios del Tercer Mundo (Echeverría) o La Colina del Perro (López Portillo) o el majestuoso Centro Fox (Vicente Fox)… Enrique Peña Nieto y su esposa están frente a lo que puede ser su gran tropiezo. Le llaman La Casa Blanca y todo el mundo espera una explicación convincente. Pero no se ve fácil”.
Como coincido con él, lo transcribo: “Quizá el patrimonio de ella (de la señora Angélica Rivera), después de una exitosa carrera, pero aun así las descripciones de la mansión hablan ya de una pérdida de sensatez, pues el inmueble es popular por sus dimensiones. Es la casa de una familia rica, muy rica. ¿Desean que esa sea la imagen que perdure? Triste herencia. Pero, por si fuera poco, en la propiedad está inmiscuida una de las empresas que resultó beneficiada por la gestión de Peña Nieto como gobernador y que, además, forma parte del consorcio que pujó por la concesión del Tren de Alta Velocidad a Querétaro. Hay un potencial conflicto de intereses. La empresa que vende la casa a la familia Peña Rivera estaba, y todo indica que estará, en tratos con uno de los proyectos insignia de la gestión. ¿Por qué meterse en este lío de lodo? ¿Cómo entender este error mayúsculo en quienes, hasta ahora, han mostrado sensibilidad?”
“Al regresar el PRI al poder la consigna de los opositores y el temor de la ciudadanía era precisamente que las viejas mañas de corrupción priista se reinstalaran. Peña Nieto se acerca apenas al primer tercio y ya abundan los rumores sobre manejos opacos y turbios en una gestión en que habrá muchísimos recursos para obra pública. Ahora estamos frente a un escándalo, un enjambre que costará mucho trabajo aclarar, eso en caso de que exista esa posibilidad”.
Remata: “México merece una explicación sólida de La Casa Blanca. Suponiendo que existe, el error político ya fue muy grave. Qué tristeza tirar así un patrimonio; qué coraje que no podamos superar esas debilidades. En el horizonte la grandeza austera de Ruiz Cortines crece y crece. Tristeza y enojo mientras esperamos”.
Sobre el tema ayer se ocuparon, entre otros, articulistas, columnistas de peso como Guadalupe Loaeza (Reforma), irónica, dura; Leo Zuckermann (Excelsior), interesante, como siempre: “Peña y su equipo tienen que salir a dar respuestas contundentes, creíbles, apabullantes… Si no hay respuestas claras, si no se habla de frente, si se evitan las explicaciones por más duras que sean, si se apuesta al silencio mediático, el gobierno peñista se arriesgaría a terminar igual que el salinista”; Ciro Gómez Leyva (Milenio), reflexivo: “El Presidente se comprometió el sábado a aportar información para contrarrestar las ‘aseveraciones imprecisas y carentes de sustento’. Es martes. ¿Qué es impreciso? ¿El domicilio? ¿El valor de la casa? ¿En vez de 7 millones de dólares fueron 6.5? ¿Los detalles técnicos del crédito directo del vendedor al cliente? ¿El bono de actuación a la esposa del Presidente?
Es martes. ¿Qué carece de sustento? ¿El señalamiento de que la casa no está referida en la declaración patrimonial del Presidente de la República? ¿Las huellas gigantescas de que el vendedor fue también un contratista estelar del gobierno del Estado de México y comenzaba a serlo del gobierno federal?
Esta historia no parece ser un invento (de Carmen Aristegui). El Presidente cometerá un grave error tratando de suavizarla. O peor, de enredarla. Porque, de todas formas, la casa de Las Lomas lo perseguirá los cuatro años que le quedan en la Presidencia. ¿Cómo podrá llamar a combatir la corrupción? ¿Quién creerá que las múltiples licitaciones en puerta serán impecables?”.
Peña Nieto dijo ayer que le pidió a su esposa salir a informar, a aclarar el caso. La respuesta se espera con interés. Los mexicanos hoy estamos más incrédulos que nunca.