Protestemos, pero no victimicemos a nuestros visitantes

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2014-11-13

Era previsible.
El pasado 24 de octubre comenté (“El efecto Iguala amenaza a los JCC”): “Iguala, Guerrero, queda bastante lejos de Veracruz y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa detonó ayer la salida del gobernador Ángel Aguirre Rivero, pero tanto como a Enrique Peña Nieto como a Jesús Murillo Karam, al que más le interesa y urge que se aclare todo de una vez por todas y aparezcan vivos o muertos los muchachos es al gobernador Javier Duarte de Ochoa.
¿La razón? Que si para dentro de 21 días las cosas siguen como hasta hoy, quién sabe cuánto más habrá crecido el descontento social para entonces, en especial el de los estudiantes, que sobre todo en Xalapa son miles y miles, lo que podría complicar el desarrollo de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, e incluso descarrilarlos.
Por dos días consecutivos los estudiantes de la Escuela Normal Veracruzana y de la Universidad Veracruzana dieron ya una muestra de su capacidad de organización, movilización y fuerza, y han salido a manifestarse en apoyo a las familias de los jóvenes desaparecidos, por cierto en forma hasta ahora ejemplar, pacífica, pero también como tenía muchos años que no se veía en la capital del estado por lo espontáneo y concurrido que han estado sus protestas.
La movilización que estamos viendo sobre todo en Xalapa debe servir de aviso de que hay un fermento de inconformidad social que cualquier día puede estallar en las calles en forma violenta si no se hace un buen gobierno, se corrigen omisiones, desviaciones, errores, impunidad, falta de transparencia, injusticias, falta de aplicación de la ley, etcétera”.
Estamos a sólo unas cuantas horas de que ocurra la inauguración formal de los JCC y ayer las expresiones de inconformidad continuaron al paso de la antorcha del fuego deportivo por las calles de Xalapa, incluso con algunos asomos de agresión, que es deseable que quede sólo en eso para no dar pie a un incendio social como el que se vive en Guerrero y en Michoacán y se extiende a otros estados como Chiapas y Oaxaca.
Indignados por la suerte de los jóvenes normalistas de Guerrero estamos todos –al menos eso creo yo– y exigimos justicia, que se castigue no sólo a los criminales convertidos en bestias humanas, sino a todos los que desde las instancias de gobierno permitieron que se diera ese hecho de horror. En todas las instancias de Poder deben saber que el pueblo ya no aguanta más. La inconformidad pública es un buen, acaso el mejor, recordatorio. Protestemos, sí, pero no combatamos la violencia con la violencia que a nada nos lleva.
Hay un detalle que hasta ahora prácticamente ha pasado desapercibido. A la protesta de los universitarios, en especial de la UV, y de los normalistas, se han sumado los adolescentes de varias preparatorias, en un gesto que no tiene precedente en Xalapa y creo que en todo Veracruz. Es natural pensar que los estudiantes de nivel superior tienen ya plena conciencia ciudadana y se entiende bien su protesta pública. Preocupante para las autoridades debiera ser comprobar que la semilla de la inconformidad alcanza ya a los adolescentes de nivel medio de enseñanza, a los chamacos que irrumpirán en su juventud con otra actitud y con otra conciencia que puede llevar a cambios dramáticos si desde todas las instancias de Gobierno no entienden que el país, su conducción, no puede continuar desde la corrupción, desde la impunidad, desde la desigualdad social y desde la falta de transparencia.
Ayer, caminando por la ciudad, me tocó ser testigo de dos imágenes: la de la protesta y la de la algarabía por los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Cuando entró la antorcha al centro histórico juraría que vi transportar el fuego a una estimada maestra xalapeña, Generosa Montiel, formadora de muchas generaciones; eso me pareció. Niños y maestros de la Escuela Rébsamen salieron a aplaudir el paso del fuego e incluso a saludar a los elementos de Fuerza Civil que lo custodiaban. A lo largo de la calle Zamora la gente salió a saludar el paso de la antorcha. En algunos puntos se dio la protesta y la agresión, por fortuna con agua, vivificante para quienes hacían un esfuerzo físico. Algunos compañeros fotógrafos fueron alcanzados.
Más tarde me tocó ver el arribo de atletas de color a uno de los tradicionales hoteles del corazón de Xalapa. De momento, su llegada me hizo olvidar que vivimos horas convulsas. Ellos reflejaban su alegría al pisar, conocer tierra ajena, anfitriona, la que los albergará por varios días. Se comunicaban en inglés. Portaban sus gafetes, vestían clásicas bermudas y camisetas sin manga, con los colores de su equipo. Rápidamente echaron a andar seguramente para otear la ciudad en la que vivirán algunos días y en la que tal vez alcancen la gloria deportiva. Me acordé de ellos horas después cuando empezó a bajar la temperatura y a sentirse un poco de frío, ellos de clima caliente, o muy caliente.
Pensaba para mis adentros que ellos no tienen la culpa de nuestras broncas internas aunque no deben desconocer la tragedia que vivimos, pues se ha vuelto un escándalo mundial. Son hermanos que seguramente trabajaron, hicieron grandes esfuerzos por horas, días, meses, para ganarse el derecho de venir a México, a Veracruz, a Xalapa, con la intención de competir, de ganar, de llevarse la medalla, la gloria, pero también un buen recuerdo.
A sus hermanos en desgracia, de paso por nuestro territorio como migrantes indocumentados, con la esperanza de una vida mejor en los Estados Unidos, por sus mismas condiciones de traslado no tenemos mayor oportunidad de mostrarles un mejor rostro, el gesto de la hermandad a que la vecindad nos obliga; por fortuna, Las Patronas, veracruzanas heroicas y ejemplares, lo hacen por nosotros.
Me pregunto si no seríamos capaces, haciendo a un lado a Peña Nieto, a Duarte de Ochoa, a Zúñiga Martínez y a todos los que se quiera, de darles a estos jóvenes deportistas que nos visitan el mejor trato, la mejor acogida, mostrarles la sonrisa, el gesto solidario y hermano, permitirles que cumplan lo mejor que puedan el objetivo para el que se prepararon, no obstruyéndoles el desarrollo de sus actividades, como nos gustaría a nosotros que nos trataran en otros país al que fuéramos invitados y nos permitieran hacer la tarea para la que nos preparamos.
Qué terrible es y qué frustración sentimos cuando viajando por otro país nos topamos con un paro de trabajadores aeroportuarios, o de ferrocarriles, que nos inmoviliza y no podemos disfrutar nuestro viaje como teníamos planeado. Pagamos sus conflictos internos. Quizá en nuestra vida nunca jamás se nos presente la oportunidad de regresar de nuevo para cumplir el itinerario original.
Hasta ahora, dentro de todo, la protesta en Xalapa ha sido ejemplar, pacífica. Para mostrar el músculo social de la inconformidad no necesitamos echar gasolina ni prender fuego a un bien público, ni agredir a un representante social como el senador Encinas, ni entorpecer una justa deportiva cuyo fin es noble. No nos quedemos callados, continuemos protestando, pero no hagamos víctimas también a nuestros hermanos visitantes con actitudes que les causen inconvenientes. Ya hay demasiadas víctimas.
Yo sí deseo que los Juegos transcurran de lo mejor y que sean todo un éxito. Que triunfen los mejores y que los visitantes se lleven el mejor recuerdo de nuestra tierra. Sinceramente lo deseo.