México es un país sumergido en la violencia, el abuso de autoridad, la corrupción y la impunidad. No es un problema de hoy, aclaro antes de que comiencen a rasgarse las vestiduras los defensores del régimen de la 4T.
La muerte de Victoria Esperanza, salvadoreña refugiada en nuestro país, quien murió a manos de la policía de Tulum, Quintana Roo, causó gran revuelo entre propios y extraños.
Ayer por la noche el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, exigió al gobierno de México que estos hechos no queden impunes y pidió que se aplique “todo el peso de la ley” para los responsables; al mismo tiempo ofreció respaldo absoluto, académico y económico, a las hijas de Victoria que quedaron en orfandad.
Por su parte, Andrés Manuel López Obrador dedicó un momento de su espectáculo mañanero para expresar la vergüenza e indignación que siente por lo sucedido; y aseguró que se investigará el hecho y se castigará a los culpables.
El presidente se dice indignado y avergonzado, pero ¿Qué hay de las miles de mujeres mexicanas asesinadas que no le han quitado el sueño ni por un miserable segundo?
Hasta el día de hoy, el presidente de México no ha dicho nada sobre el feminicidio en Chiapas de Mariana Sánchez, joven pasante de medicina. Nunca dijo sentir indignación por los homicidios de Cristina, de 46 años, asesinada la semana pasada en Veracruz; y de la mujer de 72 años violada y asesinada dentro de su casa en Milpa Alta. Esos homicidios no lo indignan, no lo avergüenzan.
Tampoco le indignó el feminicidio Wendy Yoselin, joven de 16 años asesinada en el Estado de México también la semana pasada; ni sintió vergüenza al ver a sus amigas adolescentes cargando su ataúd.
Es lamentable el asesinato de Victoria Esperanza; sin embargo, no se entiende cómo es que para ella el presidente de las mexicanas sí exija todo el peso de la ley, sí declare que su asesinato “no quedará impune”, pero de las 11 mujeres asesinadas a diario en nuestro país no diga nada, no exija justicia para ellas. Por el contrario, niega que los feminicidios en el país vayan en aumento y culpa de la violencia a los neoliberales, a las administraciones pasadas, y se lava las manos; politiza sus muertes, censura a quien de ellas hable y denuesta a quien levante la voz por ellas.
Cuando hay marchas y manifestaciones de reclamo se mofa de las mujeres, dice que son pagadas, enviadas por la oposición, fifís. Jamás, en dos años de gobierno, López Obrador ha sentido indignación por una sola víctima de feminicidio.
¿Victoria merece justicia? ¡Claro que sí!, como la merecen todas y cada una de las personas asesinadas en este país, hombres y mujeres. ¿por qué las muertes de ellos no le indignan? ¿Por qué las oculta? ¿Por qué cambia las cifras?
Hoy México duele más que nunca porque está demostrando que, para nuestros gobernantes, nuestra vida sólo vale cuando pudiera afectar sus intereses políticos, el resto solo quedan en números y a veces ni como números son tomadas en cuenta, pues otra cosa que queda clara es que para él siempre habrá otros datos