Morena. Su único pecado es dar amor
Francisco Cabral Bravo
COLUMNA SEMANAL
2020-03-24
Siempre he desconfiado de las organizaciones políticas sociales, civiles o incluso deportivas que se construyen y edifican en torno a un personaje. Una sola personalidad de convoca, organiza, aglutina y sienta las bases fundamentales para cualquier organización. En el sector social, las asociaciones filantrópicas se concentran y trabajan por años en conseguir la “institucionalización” que les permita sobrevivir y crecer más allá de sus fundadores.
Morena está diseñada y construida a obra y semejanza de su líder y caudillo AMLO. AMLO es un líder social, es un excelente olfateador de coyuntura política, es un político nato, es un caudillo, con un pensamiento político que no permite cortapisas, ni diálogo, ni negociación. Las cosas son como son bajo su mirada y perspectiva. Aquellos que disienten, cuestionan o se atreven a visiones más conciliadoras o dialogantes, son arrinconados al abandono y olvido. Así funciona AMLO, ubica las coyunturas y sobre ellas se monta al máximo para tratar de sobrevivir hasta la siguiente coyuntura.
Morena y AMLO están reiniciando su ciclo de recargamiento de pilas políticas. El Presidente abrió oficialmente a la deliberación el tema de su propia sucesión. El recordatorio de esta novedosa figura constitucional no es un tema menor que deba pasar desapercibido, pues la grave acumulación de problemas nos obliga a reflexionar sobre la evidente disyuntiva que se plantea.
El acumulado de daños empieza a ser notable, la proyección anticipada de desaceleración del crecimiento de la economía nacional y aumento relativo de la inflación. Se trata de dos tempestades que se forman en conjunto. El crecimiento rampante de la impunidad y la violencia, reflejada en la muerte de más de 34 mil 500 personas tan sólo en 2019, la cifra mayor jamás registrada, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
En estricto sentido, podríamos estar tranquilos ante cualquier escenario político-electoral de desenlace en torno a la sucesión presidencial, porque INE, goza de la solidez y el prestigio logrado por la organización y administración de procesos exitosos a lo largo de más de tres décadas. En las circunstancias relatadas podemos afirmar que el país podría estar, desde ya, dando un viraje de cincuenta años de retroceso.
El fenómeno de descontento nacional presenciado el 8 de marzo y el cúmulo de sucesos ocurridos a lo largo de 2019, que han minado la certidumbre e interés de la inversión productiva, evidencian un elemento en común que, en mi opinión, parece ser terriblemente desafortunado. El Presidente gobierna con su partido y gobierna enteramente solo.
Pero atención, cuando un líder de cualquier país se salta las reglas y comienza a tomar decisiones argumentando el beneficio del pueblo sin más juicio que el que ocurre en su mente, nadie puede estar seguro de cuál será su próxima jugada. Estamos en el umbral de un grave riesgo y parece que ni nos damos cuenta.
Para los tiempos que vienen, todos tendremos que remar hacia un mismo lado como país. Esperemos que el gobierno se ponga al frente y sepa crecer ante los retos que se avecinan. Se está formando la tormenta perfecta y no hay forma de enfrentarla.
Por desgracia, no se avizoran tiempos mejores en el corto plazo, con la gobernabilidad en entredicho y la economía desvaneciéndose entre las manos como el agua, no resulta difícil predecir cómo vienen las cosas.
Poco a poco pues, la realidad ha terminado por imponerse y colocar las cosas en su lugar; hoy más y más ciudadanos responden con claridad al ser encuestados acerca de su desencanto por lo que ven y padecen.
Las ilusiones que se forjaron, que no esperanzas han caído hechas pedazos; en ocasiones por la falta de recursos que hace imposible su concreción y en otras, por la incapacidad e inexperiencia de los responsables de la operación de los mal llamados Programas del Bienestar.
Tras la marcha y el operativo 9 nadie se mueve, AMLO restó importancia a la protesta, despreció a las feministas y afirmó de nuevo que estaban organizadas para golpearlo. Ratificó que no habrá cambio en su política de seguridad y solo se reforzará para proteger mujeres. No dijo cómo pero se negó a crear una Fiscalía Especial.
A mí me sorprende cada vez más. AMLO ha recorrido en múltiples ocasiones el país, conoce la pobreza, el dolor, la desigualdad, así fue creando su movimiento que califica de humanista. Pero hoy no se conmueve con el sufrimiento de las personas, por la crisis de medicamentos. En efecto, los recortes y la inmovilización de su gobierno pretende arreglarlos con las dádivas, miles de millones, cuyo destino se aprecia no es para ayudar, sino para ganar votos.
Pese a todo, su popularidad baja, aún cuenta con gran respaldo. Pero ante una economía que no crecerá ni al 1%, enfrenta una errónea política energética y una caída de ingresos. El titular del SHCI dijo que tenemos una economía sana y en lo interno hay una capacidad de mantener el superávit y un crecimiento en 2020. Habló de inversiones, el uso de los fondos, que se agotarán este año, tras ahorrar para atenuar choques externos. Hay responsabilidad en manejo de finanzas públicas. Pero el entorno internacional, la desaceleración de EEUU no son alentadoras.
AMLO perdió su rumbo, su visión, su empatía con el pueblo de México, con sus pobres, sus dádivas no solucionan mercado interno porque van a mercados informales. El cierre de PISA sin evaluar consecuencias por supuesta corrupción, la destrucción de empresas mexicanas, la caída del empleo, son temas demasiado dolorosos para los más pobres.
¿Dónde quedó el humanismo? En estrategias para consolidar su poder. Pero la duda es para qué quiere usarlo. Empobrecer al país no ayuda a nadie. Debe reflexionar, aún está a tiempo, pese a caída de precios del petróleo, algo se puede recuperar de inversión y tecnologías extranjeras, se pueden retomar energías limpias y desde luego, se puede dialogar, escuchar, entender y actuar en consecuencia con las mujeres.
Por eso, podría decirse que la democracia es aritmética, mientras que la gobernabilidad es geométrica. Como ejemplo, pensemos que si queremos que se triplique la inversión privada de nada nos servirán los votos de todos nuestros congresistas, sino la voluntad de los 300 individuos dueños del capital nacional. Pero, por el contrario, si estos ricos quisieran comprar Pemex, ya se quedarían con las ganas mientras no cuenten con los votos congresionales necesarios.
Por eso, todo el poder de la mayoría, expresada en una elección, en un plebiscito, en un referéndum, en una consulta, en una encuesta, en un sondeo o en un legislativo, puede mucho, pero no lo puede todo. En el campo gubernamental, no puede erradicar la corrupción, la inseguridad y la desigualdad. En el campo social no puede mejorar la salud, la educación y el empleo. Y en el campo político no puede fortalecer la soberanía, la democracia, la justicia, el federalismo, la libertad y la inclusión.