Permiso para vivir

“¿Qué derecho tiene un señor o señora de creer que por escribir una columna tenemos que creer que es verdad lo que dice?”. José Saramago

Atanasio Hernández

CONTRACOLUMNA

2020-06-30

¡Ya es por demás..! Así decían las abuelas cuando los chamacos no hacíamos caso y las desobedecíamos de manera sistemática, fuera por ignorancia, necedad o simple capricho. Esto es precisamente lo que está sucediendo con el confinamiento requerido ante la propagación del virus que causa la enfermedad COVID-19, mortal en más de 10 por ciento de los 220 mil casos confirmados en el país durante los últimos cuatro meses.

Es claro que de nada han servido las razones para mantener sana distancia y quedarnos en casa. Distintos trozos de realidad dan a unos y otros “razones” para salir a las calles y regresar a una cotidianidad que ya no existe, aunque nos empeñemos en aferrarnos al recuerdo de quienes fuimos hace apenas unos meses.

En este regreso a la irracionalidad cada quien esgrime sus argumentos. Hay quienes buscan lo necesario, o al menos lo mínimo para sobrevivir. “Si no le pedaleo me caigo de la bicicleta”, me dijo un vendedor ambulante que ofrece empanadas pero no guarda medida alguna de higiene o seguridad frente a sus posibles clientes. Y como él, cientos de comerciantes en pequeño que manejan sus mercancías y dinero.

La gente se volcó nuevamente sobre las calles de Xalapa. Aunque las escuelas no funcionan de manera presencial, vemos nuevamente el tránsito vehicular acostumbrado, las aglomeraciones a la entrada de bancos, laboratorios clínicos y negocios de telefonía, banquetas transitadas en el centro de la ciudad… Ni qué decir de los mercados, tianguis, autoservicios y las llamadas tiendas de conveniencia.

Todo el mundo quiere reabrir su negocio. Se entiende. Pagar una renta sin poder operar y en el caso de los más generosos, una nómina, no es cosa fácil. Pero cabría preguntar si el interés personal, económico, está por encima de la vida. Porque en este barco se están subiendo también los dueños de los gimnasios, los antros y otros giros negros que ya amenazan con marchas “no pacíficas” para presionar a las autoridades.

También hay personas confundidas, pues los parámetros de información sobre la pandemia cambiaron y el semáforo de emergencia no acaba de quedarles claro. Desafortunadamente, con la decisión de disminuir las medidas restrictivas en algunas partes del país y del estado se cree que vamos de salida, podemos volver a salir y aquí no pasó nada.

El problema es que sí pasa y esta situación va para largo. Únicamente en junio hay casi 300 nuevos casos confirmados de COVID-19 en Xalapa y 48 muertos, de acuerdo con la información oficial. El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ya advirtió que esta enfermedad podría durar en el mundo de dos a tres años, y autoridades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideran que lo peor está por venir.

¿Qué nos queda? Si necesitamos comer, salir, trabajar y estamos dispuestos a sobrevivir debemos aprender a enfrentar la situación. Entender y aceptar que el autocuidado redundará en la salud de nuestros familiares y seres cercanos. Protegernos: usar cubreboca, lavarnos las manos, guardar sana distancia y seguir todas las medidas que ya hemos escuchado hasta el cansancio.

Ser pacientes, pues esperar cinco minutos en la fila puede ser la diferencia; volvernos selectivos, para decidir a dónde entrar o comprar de acuerdo con las medidas de higiene y cuidado que observemos en cada negocio; no abordar la “combi” que va llena y separarse del resto de los pasajeros del autobús; caminar despacio, ceder el paso y mantenerse lejos de otros transeúntes en las banquetas, y ser más prudentes y menos egoístas.

La responsabilidad sobre nuestra vida ya no depende de autoridad alguna, sino de nuestras propias decisiones. Al final de cuentas, la Constitución ampara tu derecho a salir y otras tantas cosas que hoy suenan a utopía.

Los gobiernos pueden regalar cubrebocas, dotar de gel antibacterial a los negocios, mantener sus campañas de difusión en torno de la pandemia, endurecer las medidas restrictivas en cuanto a movilidad, horarios y congregación de personas, incluso con multas y privación de la libertad, como ya lo anuncian en algunos estados o municipios del país.

Pero mientras no decidamos cuidarnos, o mejor dicho salvarnos, será inútil: ¡Está por demás..!