Videoburocracia: Que el árbol no tape el bosque
Francisco Cabral Bravo
COLUMNA SEMANAL
2020-09-07
Como lo he venido comentando desde hace varios años: no se trata de un tema trivial precisamente de ello depende el éxito o fracaso de nuestro país y de sus entidades.
Hace 15 años, el escritor y periodista venezolano Moisés Naím publicó en el diario El País, (la guerra contra la corrupción perjudica al mundo) una advertencia a contracorriente de la opinión imperante entonces, sobre los riesgos de colocar el combate a la corrupción en el centro de la agenda política.
Sin negar ni menospreciar los efectos nocivos de la corrupción, Naím mencionó tres riesgos de enfatizar el combate a la corrupción sobre todo lo demás.
En primer lugar, estamos invirtiendo esfuerzos y recursos de los países para combatir la corrupción, sin que se hayan registrado avances importantes, como lo ha señalado el experto chileno Daniel Kaufmann. Además de la ausencia de resultados el segundo riesgo que menciona Naím es que el discurso anticorrupción se imponga sobre otros temas fundamentales en la agenda de los gobiernos.
Ante un problema tan difícil de medir como la corrupción, resulta casi imposible demostrar resultados. Estamos a oscuras en cuanto a la corrupción política; nos enteramos apenas de una pequeña fracción de lo que realmente ocurre.
Si en el control de la corrupción el objetivo principal es preventivo, ¿cómo se mide el éxito en actos de corrupción que se previenen y que no se presentan, frente a un universo que de entrada se desconoce? Por eso, el discurso público de combate a la corrupción siempre es prescriptivo, es un discurso moral en el que nunca se habla de resultados concretos.
Otro venezolano, el economista de Harvard Ricardo Hausmann considera que la corrupción no es un mal, sino el reflejo de la ausencia del bien; lo que permite que exista la corrupción es la ausencia de un Estado capaz, por lo que lo bueno, lo que es importante no es el combate a la corrupción como misión abstracta, sino la creación de un aparato burocrático que pueda proteger al país y a sus habitantes, mantener la paz, hacer que se respeten las leyes y los contratos, ofrecer infraestructura y servicios públicos, regular la actividad económica, cumplir con sus obligaciones intertemporales como las pensiones, y desde luego, cobrar impuestos para pagar todo lo anterior.
En México dice Nieves Zúñiga, investigadora, el control de la corrupción, no es una labor finita; no termina con grandes acciones de gobierno o reformas legales. En México pensábamos que la democracia acabaría con la corrupción, pero la ha profundizado y al final la corrupción aumentó.
Lo que no hemos entendido es que el combate real a la corrupción llegará cuando nos demos cuenta de todo de que lo principal no es insistir en un discurso moral y prescriptivo que nos lleva a resultados, sino en la creación de un Estado fuerte y ordenado, capaz de hacer lo que se propone. El discurso anticorrupción ha popularizado la idea de que para contar con instituciones fuertes se requiere primero acabar con la corrupción que las debilita, pero en realidad el camino va en sentido contrario.
En The Origins of Political Order, Francis Fucuyama dice que el desarrollo de un Estado capaz es lo que permite controlar la corrupción, y no al revés.
El combate a la corrupción no es más que parte de una constante y continua construcción de instituciones que necesariamente llevará varias generaciones, y que debe incluir la creación de un sistema judicial independiente y honesto, la consolidación del Estado de derecho, y la existencia de servidores públicos despolitizados y profesionales que actúen con imparcialidad política y universalidad ética.
Estamos en una etapa de la democracia mexicana en la que el combate a la corrupción vive una enfermedad: la denuncitis, que no es otra cosa que la inflamación producida por tanta denuncia que hacen tirios y troyanos, contra troyanos y tirios.
El tema de la corrupción ha sido un buen distractor para AMLO. Llegó a un acuerdo con Lozoya padre, para que su hijo actuara como testigo protegido. Señalaba que debían conocerse sus declaraciones y ¡pum! aparecieron en redes. Después dijo que se debían conocer los videos y ¡pum! se filtraron en redes. Dijo que la FGR debía informar y, ¡recórcholis! Gertz Manero emitió documento de una investigación en curso. ¡Que baile el oso!, y se recuperó la caída en las encuestas.
Se habla mucho de que AMLO pactó impunidad con Peña Nieto y Videgaray. Los votantes decidieron darle la oportunidad al eterno aspirante.
Promesas en campaña, se las lleva el viento. Porque una cosa es la intención y otra la realidad.
El SAT y la UIF seguro tenían algunas respuestas. Quizá esas fueron fichas en la negociación. El video de Pío López Obrador es sólo una muestra. No se respetan acuerdos a navaja libre. En la guerra lodera, todos pierden. ¿Con qué recurso ayudará a pobres desempleados, informales?
Aceptación de culpa, relevo de pruebas. Reconoció, utilizó dinero sucio en su campaña. Quieren disfrazar el tema como aportaciones, que tampoco se hicieron conforme a las leyes electorales, ni se registraron ante el INE. Ni origen ni destino, máximo de ley se cumplió.
El video fue una bomba sobre la honestidad de AMLO que plantea nuevas interrogantes. Dádivas a los que votan, a los que pueden movilizar votos, el poder por el poder.
La máscara se empieza a caer y desde luego que expresidentes y oposición deben tener también fichas por jugar. El resultado será la degradación de la política, en medio de videoescándalos, que no hacen prueba, faltas al debido proceso por filtraciones, prescripción de delitos, faltas a presunción de inocencia, y violaciones a DH. Mucho ruido y pocas nueces.
Pero no se desmoralicen, dijo Aguilar Camín, la democracia nos trajo aquí: la democracia nos debe sacar de aquí. A votar en el 2021, porque su voto vale y su participación cuenta, no lo olviden, ni se desanime. Porque AMLO hará hasta lo imposible para ganar y sabe del tema.
Ya llevamos cinco meses de crisis, y la verdad no se ve con seguridad, cuándo terminará. La crisis no se acaba, pero la vida sigue. La pregunta es: ¿Qué actitud adoptar?
¿Qué aprendemos? Que las crisis de gran envergadura se enfrentan, sabiendo que costará mucho trabajo, mucho esfuerzo superarlos, pero que a veces la mejor manera de superar un problema es enfrentarlo con todas nuestra capacidades, fuerza, talento y voluntad pensando proactivamente y propositivamente que la victoria tomará tiempo, pero llegará. No podemos dirigir el viento, pero podemos ajustar la vela.
¡Ah que difícil es el cambio! Salvo, por supuesto en el discurso. El Presidente no lo aceptaría jamás, pero como decía Aldous Huxley, “los hechos no dejan de existir sólo porque sean ignorados”. Cuando ya es posible ignorarlos, queda el expediente de justificarlos porque hay buenas y malas causas y eso determina si una conducta es aceptable o no. En este caso, los mismos hechos son reprobables o ensalzables según quien sea responsable de ellos.
En la corrupción político-electoral, no hay no verdad. Tal y como lo mostraron los autores de Dinero bajo la mesa, por cada peso reportado al INE, hay 25 que no se reportan y por cada peso permitido según los topes de campaña, hay 15 pesos gastados. Esto aplica a todos los partidos.
En el marco de su segundo informe de gobierno oficial o el sexto informe de gobierno al pueblo de México, el Presidente, como lo han hecho todos los mandatarios de distintos partidos políticos, sacó sus spots. Por supuesto no se esperaba, como no lo han hecho sus antecesores, que fuera un ejercicio de autocrítica; lo diferente es que no se sabe si quien habla es AMLO candidato o AMLO mandatario.
Para difundir estos mensajes en redes sociales se utiliza el # Unidos Saldremos-A delante. Irónico, porque justamente lo que hace es seguir invitando a la división. Durante los spots vuelve a hablar de los pobres y los ricos, de los conservadores y neoliberales, ya no hay corrupción arriba, por eso los conservadores y sus voceros andan como desquiciados.
Por supuesto, el mandatario nuevamente hizo gala de que tiene otros datos, pues en los spots señala, “en lo económico ya estamos levantando la economía popular”, cuando de acuerdo con INEGI, la economía cayó en el segundo trimestre del año 18 .7 por ciento.
Lo mismo sucede con el tema de seguridad, para el ejecutivo: “poco a poco vamos pacificando el país. Es otra estrategia, es trabajar de día y de noche para garantizar la seguridad de nuestro pueblo”. Con las cifras de muertos por homicidio doloso y las atrocidades que se cometen todos los días, parece que la tan anhelada pacificación está todavía muy lejana.
Lo que parece que tampoco ha aprendido el morenista es que alabanza en boca propia es vituperio. En uno de los spots difundidos señala: “no es por presumir, pero en el peor momento se cuenta con el mejor gobierno”. No es por llevarle la contraria, pero, como dirían las abuelitas: dime de qué presumes y te diré de qué careces.
Recordemos: ya hemos pasado por muchas crisis y las hemos superado.