Cirilo Vázquez: la coyuntura del cacique ausente
CLAROSCUROS
José Luis Ortega Vidal
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El lunes 19 de noviembre del 2012 no fue un inicio de semana cualquiera.
No –al menos- para un sector de la clase política acayuqueña y del Sur de Veracruz.
Más específicamente, para la familia Vázquez que cuenta con cuatro posiciones clave en el escenario de poder sureño.
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Ese día se conmemoró el sexto aniversario luctuoso de Cirilo Vázquez Lagunes, un hombre cuya figura tuvo dos momentos de influencia marcada en el escenario político del sur veracruzano: en la década de los 80s cuando el periodista José Luis Mejía –autor de la columna “Los Intocables, en el diario “El Universal”- lo convierte en administrador de un rancho en el municipio de San Juan Evangelista y luego en la década de los 90s, cuando Miguel Alemán Velasco –vía Alejandro Montano- le permite el regreso a Veracruz y le da la bienvenida al PRI.
Joaquín Hernández Galicia (a) “La Quina”, le “regaló” el rancho “Los Arcos” al columnista José Luis Mejía.
El periodista sabía de chayotes pero no entendía nada de vacas y por esto buscó a quien lo manejara.
Un amigo suyo que trabajaba en Banrural Acayucan le recomendó a Cirilo Vázquez Lagunes y allí nació una historia –aun viva- de poder, corrupción, encumbramiento; de violencia salvaje; de injusticias y justicias; de luchas y de mitos; de matrimonios y divorcios político/partidistas; de un capítulo más de la cultura caciquil, muy propia del sur veracruzano.
La propiedad se ubica sobre la carretera Sayula-Jesús Carranza, cerca de un poblado conocido como Campo Nuevo y con los años fue adquirida por una familia de poderosos productores agropecuarios de apellido Maitret.
La historia de la propiedad; la corrupción del autor de “Los Intocables”; el poderío del líder petrolero para sobornar todo lo necesario a fin de cultivar su cacicazgo en el sindicato petrolero, son temas aparte.
Nos ocupa, un vistazo al tema de Cirilo Vázquez Lagunes.
Nativo de Villa Juanita -en el municipio de San Juan Evangelista- hijo de una pareja originaria del centro del estado de Veracruz, en la región donde colindan municipios como Vega de Alatorre, Alto Lucero, Emilio Carranza, entre otros; Cirilo Vázquez Lagunes: muchacho humilde, -cuyo padre, don Ponciano Vázquez Lendechy, fue guardia rural al servicio del gobierno federal y bajo el control del ejército- que llegó de la nada política a convertirse en un cacique de peso histórico en la región.
Desde Acayucan y con influencia en Hueyapan, parte de Los Tuxtlas, la sierra de Soteapan, los llanos piñeros de Isla, los límites con Oaxaca vía las zonas de Jesús Carranza y Playa Vicente, hasta parte de los municipios y comunidades ribereñas del Coatzacoalcos; e incluso en el antiguo Puerto México y en Minatitlán, Cirilo Vázquez Lagunes marcó, selló, influyó y determinó una parte del manejo del poder treinta años atrás.
Agustín Acosta Lagunes, gobernador de Veracruz entre 1980 y 1986, permitió, solapó, impulsó el crecimiento de la figura siempre polémica, todo el tiempo cuestionada, hasta hoy influyente de Vázquez Lagunes en aquel
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La de Cirilo es una historia que no se ha escrito y que en la actualidad es muy difícil escribir con objetividad.
Como toda historia de un cacique, hay quienes gozan aún de los privilegios o beneficios que dicho personaje les generó.
Hay, también, quienes sufrieron algún despojo o afectación de otra índole.
Con los primeros, es fácil hablar.
Con los segundos, es casi imposible.
Aun muerto, Cirilo Vázquez genera distancias hacia un extremo o hacia el otro. Se le recuerda con admiración, pero también se le evoca con temor.
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Historia viva en el día con día, la influencia de Vázquez Lagunes se ejerce en forma cotidiana a través de sus hijas e hijos; por medio de sus hermanos y vía el uso que la clase política hace de su nombre.
En este contexto, en Acayucan hay una pregunta que puebla las oficinas, los cafés, los eventos públicos, las redacciones de los periódicos: ¿Tiene fecha de caducidad la herencia político/electoral que Cirilo Vázquez Lagunes legó a su familia?
Pragmáticos como son, los políticos profesionales se remiten a las encuestas como sus puntos de referencia para esta clase de decisiones.
Ellos, los del PRI, el PAN, el PRD y demás especies partidistas, sólo se hacen una pregunta: ¿es útil aún la familia de Cirilo?
También se preguntan: ¿Están unidos o marchan cada cual por su lado?
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Divide y vencerás.
La mañana del 19 de noviembre del 2012 –una semana atrás- las hermanas Regina y Fabiola Vázquez Saut acudieron al sitio donde su padre falleció seis años atrás.
Regina es diputada federal por segunda ocasión y Fabiola es Alcaldesa también por segunda vez.
Colocaron una corona. Hubo una misa en memoria de su papá y marcharon de Acayucan hacia San Juan Evangelista, donde yacen sus restos.
Sus hermanos Ponciano y Cirilo Vázquez Parissi no acudieron al evento conmemorativo por el asesinato de su padre.
Ponciano es legislador por el distrito federal de Cosoleacaque y Cirilo es Presidente Municipal del mismo lugar.
Hablamos de temas familiares –respetables desde el punto de vista legal, ético, moral-.
No obstante, hablamos también de sucesos públicos, protagonizados por personajes públicos y de influencia en el devenir colectivo.
Desde esa perspectiva, vale decir que:
a la clase política la historia le importa un carajo.
Al pueblo la historia le cuenta quién fue, qué es y cuál es o puede ser su futuro.
A diferencia de los políticos, el pueblo tiene memoria.
En ambos sectores, empero, se preguntan: ¿Qué sigue?
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El dos de julio pasado Regina Vázquez Saut ganó las elecciones federales y se convirtió en diputada.
Sin embargo, a pesar de haber triunfado en el distrito XX perdió en Acayucan.
La noche de aquel domingo, dicen, se empezó a escribir el capítulo final.
Ya veremos si es así o los oráculos del café se equivocan.
Por lo pronto: a Regina se le ubica terminando sus tres años como legisladora y a su hermana Fabiola, hoy munícipe, se le coloca en la conclusión de su gestión y en su incorporación al gobierno federal priista, aunque no necesariamente en un puesto de alto nivel.
La política es así: de dimes y diretes, de amarres y desamarres, de encuentros y de olvidos; de inicios y de conclusiones.
Lo cierto es que los números cuentan, lo mismo que las historias. Y se cruzan, pero también se separan para el surgimiento de nuevos ciclos; en una o en otra dirección.