Francisco y la sierra de Santa Martha…

CLAROSCUROS José Luis Ortega Vidal

2013-03-18

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Hacia 1990 el viaje a Pajapan -uno de los cinco municipios que integran la sierra de Santa Martha en el sur de Veracruz- duraba cuatro horas partiendo desde Minatitlán.
Sólo se ofrecían dos servicios de transporte por día: el primero era a las nueve de la mañana y el segundo a las cuatro de la tarde.
A menos que usaras un transporte propio o tu labor requiriese de poco tiempo, podías tomar el camión de la mañana, llegar al medio día al pueblo y volver con la corrida de las cuatro.
De otro modo, debías pernoctar en Pajapan y retornar al día siguiente en el camión que partía a las 04:00 horas.
En dirección a la serranía sólo había un camino con asfalto y apenas comunicaba con la cabecera municipal de Soteapan. Siempre estaba en pésimas condiciones
Antes de arribar al pueblo soteapeño -en su mayoría habitado por indígenas Popolucas- el viaje se interrumpía en el entronque hacia Huazuntlán y desde allí continuaba hasta Pajapan; habitado, a su vez, por indígenas nahuas.
Había un camino pedregoso que comunicaba con la congregación de “Perla del Golfo”; donde se ubican algunas de las playas más hermosas del golfo de México.
Esa ruta no contaba con transporte público; sólo se podía ir en camioneta particular; a caballo o caminando.
Llegar a ese sitio implicaba cuatro horas partiendo desde la cabecera pajapeña y usando un vehículo motorizado.

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Como ocurre en la actualidad, en esta región sureña se ubicaban algunas de las comunidades más pobres de Veracruz y de México.
Desnutrición, analfabetismo, falta de acceso a servicios médicos, incomunicación, altos índices de mortalidad –muchas de ellas ocurrían durante los partos- severa presencia del alcoholismo –sobre todo entre los varones- cacicazgos; subdesarrollo económico; aculturación; pérdida de elementos de identidad como la lengua original –el Náhuatl y el Zoque Popoluca- de las tradiciones e incluso de prácticas de auto economía ancestrales –especies de maíz nativas que se fueron sustituyendo por el empleo de las llamadas semillas “mejoradas”- formaban, al igual que hoy, parte del rostro de la región.
En 1990, arribar a la sierra de Soteapan era como viajar al México del siglo XIX.
Una gran número de comunidades en el municipio de Hueyapan de Ocampo; así como congregaciones y caseríos de Soteapan, Mecayapan, Pajapan y Tatahuicapan –hoy municipio libre- eran y son pobres entre los pobres.
Ahí se encuentran las soledades abundantes entre los olvidados del desarrollo; el rostro de la injusticia social entre los herederos de una Revolución que nunca fue suya y en la que sólo actuaron como carne de cañón.
Es la misma guerra civil que –triunfante- no volteó a verlos durante muchas décadas; o en 80 años, para ser exactos en el apego de este texto al momento en que el reportero conoció, recorrió y vivió un trozo de la realidad histórica en las faldas de los volcanes de San Martín y Santa Martha.

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Algo ha cambiado de todo aquello.
No mucho y no lo que se debe.
En el 2013 la sierra incluye todavía a uno de los 15 municipios más pobres de México: el de Soteapan.
Dicha circunstancia se padece tras 103 años de la Revolución maderista; 107 años después de la batalla de Acayucan, encabezada por Hilario C. Salas con el respaldo de indígenas soteapenses.
Actualmente, se afirma, hay un trabajo oficial para el rescate de la Sierra y en particular de Soteapan.
Sin embargo, aún es demasiado corto el amor y tan largo el olvido que poblaciones como Ocozotepec, Benito Juárez, Tulín, entre otras, siguen sin drenaje; sin vías de comunicación suficientes; con la misma desnutrición de 1990; sin energía eléctrica o con escasez de la misma; tan pobres como cuando Emiliano Zapata murió en Chinameca.
El alcalde de Soteapan, Pedro Ramírez Jiménez, comentó a fines del 2012 que –en su opinión- la cabecera de Soteapan ha recibido apoyos que contrastan con la zona rural del municipio a su cargo.
Aquí –en la población de San Pedro- hemos avanzado; hay mejor comunicación; hay más educación y salud.
Pero en comunidades como San Fernando; Santa Martha; así como en las mencionadas de Tulín; Ocozotepec y Benito Juárez; el retraso social es grave; señaló el edil.

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Algunas veces -hacia 1993/1994- el reportero acudió a eventos del Frente Popular del Sur de Veracruz: el FREPOSEV.
Lo integraban indígenas de los diversos municipios de la sierra sureña.
Sus principales impulsores y asesores eran sacerdotes jesuitas que ofrecían servicios religiosos en la Iglesia de Chinameca; pueblo vecino de Oteapan; cercanos ambos a Cosoleacaque, Jáltipan y Minatitlán.
A los jesuitas de Chinameca los vigilaba muy de cerca el gobierno.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) apareció en la escena nacional entre la medianoche del treinta y uno de diciembre de 1993 y la madrugada del primero de enero de 1994.
En Chiapas, se denunciaron retrasos semejantes a los que padecía la sierra sureña de Veracruz y el foco rojo se prendió en el sector oficial.
Gobernaba Dante Delgado Rannauro en Veracruz. Podía no haber un representante de la dirección de estatal obras públicas; o de la comisión de agua; o de la secretaría de comunicación; pero en torno a los eventos de la FREPOSEV no faltaban informantes de la Secretaría de Gobierno.
Un obispo muy respetado; querido y dueño de un discurso expresado con voz baja pero firme, apoyó siempre a los sacerdotes jesuitas de Chinameca.
Se llama Guillermo Ranzahuer y se jubiló en San Andrés Tuxtla, donde encabezaba la Diócesis que atiende la región serrana.

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Hoy en día, en la sierra de Soteapan se ubica un Hospital Comunitario con sede en Huazuntlán.
La Universidad Veracruzana abrió ahí mismo un campus con la carrera de gestión intercultural.
El viaje desde Acayucan o Minatitlán hacia Pajapan, puede durar de una y media a dos horas en camión; o mucho menos tiempo en vehículos particulares.
Existe el servicio colectivo de taxis y los caminos a todas las cabeceras están asfaltados.
Hay telesecundarias y tele bachilleratos al menos en todas cabeceras municipales.
En Tatahuicapan hay un comercio local pujante.
Las playas de “Perla del Golfo” y “Peña Hermosa” –un paraíso- son cada día más accesibles.
Algo ha cambiado, a pesar de todo lo que falta por hacer.
Cuando observo al nuevo Papa: Francisco, recuerdo a los sacerdotes jesuitas de Chinameca.
“La Compañía de Jesús”, fundada por San Ignacio de Loyola en 1540 y a la cual pertenece el nuevo jerarca de la Iglesia Católica, es dueña de una historia polarizada.
A los sacerdotes de dicha congregación se les vincula lo mismo a importantes desarrollos educativos y sociales en el mundo, que a intereses radicales tanto de la izquierda como de la derecha; dentro y fuera de la Iglesia.
Eso es tema aparte.
Uno de los rostros indiscutibles de los jesuitas lo constituye su lucha a lado de los pobres.

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