La gran lección de Dostoievski
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2014-08-22
El 22 de diciembre de 1849, Fiódor Dostoievski fue sometido a un simulacro de fusilamiento en la plaza Semiónovskaya. Ahí, a él y a otros 25 jóvenes intelectuales les habían leído la sentencia de muerte. Les permitieron besar la cruz, nos “rompieron las espadas sobre nuestras cabezas y nos ataviaron con las camisas blancas para recibir la muerte”.
Amarraron a los primeros tres a un poste, y al entonces joven escritor (tenía entonces 28 años) le tocaba en el segundo grupo, pues los llamaban de tres en tres y él era el sexto. En eso estaban cuando se oyó un toque de retirada. Los que estaban amarrados al poste fueron devueltos a su lugar y les comunicaron a todos que su Majestad Imperial (el Zar Nicolás I) les concedía la vida.
Ese terrible momento lo narró en una carta a su hermano Mijaíl (Misha). Fue devuelto a la fortaleza de San Petersburgo donde permaneció encerrado ocho meses, reclusión que aprovechó para escribir El pequeño héroe. Finalmente fue deportado a Siberia condenado a trabajos forzados y para su traslado le pusieron grilletes en los pies. Estuvo preso desde el 23 de enero de 1850 hasta el 15 de febrero de 1854 (la sentencia era de ocho años) cuando salió gracias a una amnistía decretada por Alejandro II.
¿Qué delito había cometido? Un “crimen literario”: había leído públicamente la famosa “Carta a Gógol” escrita por Visarión Bielinski en 1847 en la que declaraba, a modo de manifiesto político:
“Rusia no necesita sermones (¡ya ha escuchado bastantes!), ni rezos (¡bastante los ha repetido!), sino el despertar en el pueblo de un sentimiento de dignidad humana, durante tantos años perdido en la suciedad y en el estiércol, y de derechos y leyes conformes no con las enseñanzas de la Iglesia, sino con un sentido racional y justo (…) Las cuestiones nacionales de más viva actualidad en Rusia son, en este momento, la liquidación del régimen de servidumbre, la supresión de los castigos corporales, la aplicación, según las posibilidades, del cumplimiento estricto siquiera de las leyes ya existentes.”
Los jóvenes inconformes sentenciados a muerte y finalmente perdonamos formaban parte del llamado Círculo de Petrashevski. Para ellos (¡oh, sorpresa, ya desde entonces!) la libertad de prensa, la emancipación de los campesinos y la reforma de la justicia eran las vías necesarias para hacer progresar a Rusia hacia un régimen democrático. Entonces, la literatura y la crítica literaria rusa constituían una tribuna para la manifestación del pensamiento político y una influyente fuerza social.
Hoy, 165 años después, podemos decir que aquel simulacro de fusilamiento no fue más que un calambre, aunque muy cruel, ordenado desde el poder para tratar de acallar las voces que pedían cambio y un mejor estado de cosas, situación similar a la que se vive actualmente en muchos lugares aunque en otra época y en otras circunstancias. Nunca pudieron silenciar a Dostoievski. Vivió con gran intensidad su encierro en el presidio militar de Omsk y de su experiencia nos legó una excelente joya literaria sobre la vida en reclusión: Memorias de la casa muerta, uno de los textos más reveladores de las condiciones infrahumanas en que vivían los delincuentes rusos, sí, pero también los luchadores sociales (ahí conoció a los personajes que le inspiraron otra joya de la literatura universal de todos los tiempos: Los hermanos Karamazov).
(Memorias de la casa muerta se los recomendé, un día comiendo, a dos mujeres cultas, lectoras, inteligentes: a la doctora Mireya Toto Gutiérrez y a la licenciada Consuelo Lagunas Jiménez –¿ya maestra, ya doctora también?)– y les comentaba que debía ser un texto obligatorio para todo custodio o carcelero, para todo director de prisión, para toda autoridad de Centros de Prevención y Reinserción Social –je je–, para todo penalista, para integrantes de comisiones de derechos humanos –ja ja–, para jueces penales –y también venales– y para los reporteros de la llamada nota roja.)
Las prisiones, los encierros, también pueden ser espacios, o más bien dicho, uno los puede convertir en espacios para la escritura interior, la que se graba en el disco duro del cerebro, en la cabeza, para después, ya en libertad física, vaciarla en el papel, en la pantalla y publicarla, ya en forma de artículo periodístico, ya en texto literario, ya en forma de memoria, y puede quedar para siempre como el testimonio de una época y de cómo se trataba a quien se atrevía a disentir.
Aparte de su prosa, de su testimonio histórico, esa fue una de las grandes enseñanzas que nos legó el celebrado escritor ruso: hacer de la adversidad un momento provechoso que puede dejar un fruto hermoso, una lección provechosa para toda la vida y para todo el tiempo.
Hablando de libros, en las vacaciones pasadas de julio me topé con otro, ameno y sugerente: La banda que escribía torcido. Una historia del nuevo periodismo de Marc Weingarten, un escritor, editor y cineasta norteamericano.
Hablando de Tom Wolfe, quien acuñó el feliz término “nuevo periodismo”, dice que los nuevos periodistas (el mismo Wolf, Jimmy Breslin, Gay Talese, Hunter S. Thompson, Joan Didion, John Sack, Michael Herr, Truman Capote y Norman Mailer, estos dos últimos ya para entonces escritores consagrados) se constituyeron en una suerte de amenaza al orden establecido, algo que ya estaba presente en los albores de la prensa escrita.
Así, Weingarten recuerda que durante la era de los Tudor, en la Inglaterra del siglo XV, la monarquía británica comenzó a aplicar un rígido control sobre la difusión de la información pública (lo que se hace hoy no es nada nuevo), y que “La historia del periodismo es en muchos sentidos una historia de opresiones y censuras”.
Trae a colación que numerosos decretos gubernamentales en el Reino Unido –el desempeño del papel de censor por parte del Consejo Privado, la supresión de la prensa por Oliver Cromwell en 1655– sumieron a los periódicos en la clandestinidad, ante lo que surgió un mercado negro de distribución clandestina de pliegos sueltos para informar sobre determinados sucesos.
La lucha, pues, entre el poder por someter y acallar a la prensa, y la prensa por hacer valer el derecho a la libertad de expresión, viene con el surgimiento del periodismo mismo. Los poderosos insisten. La prensa aguanta y, pese a todo, publica. Hoy, por fortuna, ya no hay necesidad de que surjan mercados negros como en el siglo XVII pues las redes sociales los han sustituido. ¿Quién va ganando? De Dostoievski no sólo nos acordamos todos sino que lo tenemos presente, sabemos quién es, dialogamos con él cada que abrimos uno de sus libros, su sombra es de un gran peso moral contra la mano censora y represora, nos alienta, nos estimula y nos dice que no hay que darse por derrotados, que la lucha no es infructuosa porque al final la verdad y la justicia emergerán. Del poderoso ni quien se acuerde (yo tuve que ir al archivo para saber su nombre). La historia colocó a cada uno en el lugar que se merecían.
Cárdenas, Pepe, Héctor
Vaya fin de semana. Este viernes Cuauhtémoc Cárdenas participará en el foro “Los efectos de la Reforma Energética” organizado por la Universidad Veracruzana a través del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales. Será a las once de la mañana en la sala de video conferencias de la USBI campus Xalapa. Se espera un lleno total.
Mañana sábado el senador José Francisco Yunes Zorrilla expondrá una conferencia magistral sobre procesos electorales. Igualmente la organiza la UV a través del Programa de Formación en Gestión Municipal. Será a las 10:30 de la mañana en la misma sede de la USBI.
Por su parte, el senador Héctor Yunes Landa, estará viernes, sábado y domingo en los municipios de Ignacio de la Llave, Amatlán de los Reyes, Cuichapa, Córdoba, Cardel, Huatusco y Tuxpan. En el itinerario que nos envió da cuenta que a todos los lugares se trasladará en helicóptero.