¿Volveremos a la Presidencia Imperial?
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2014-08-12
Los jóvenes nuevos ciudadanos que cumplen 18 años y que irán a votar en las elecciones intermedias federales dentro de diez meses tenían apenas cuatro años cuando el PRI perdió por primera vez en 71 años la Presidencia de la República en el año 2000.
Su niñez la acabaron de completar ya con regímenes panistas, y durante los dos gobiernos de estos transcurrió su adolescencia y entraron a la juventud. No saben, pues, lo que es el PRI en la plenitud del poder.
A finales de agosto de 1990 el escritor peruano Mario Vargas Llosa vino a México para participar en un ya histórico y polémico debate, “El siglo XX: la experiencia de la libertad”, que para sorpresa de propios y extraños se transmitió en vivo a través de Televisa.
El encuentro había sido promovido y organizado por Octavio Paz con la participación de intelectuales de primera línea europeos y americanos. El moderador de aquella memorable sesión era el alumno de Paz, Enrique Krauze.
Previamente, en una conferencia de prensa por la mañana, Vargas Llosa se había abstenido de emitir juicios sobre nuestro sistema político excusándose en el respeto al país que lo tenía como huésped. Por la noche, en el estudio de televisión, cambió de opinión.
Estando al aire y ante la atención de millones que seguíamos con interés el debate (entonces sólo existía la televisión abierta), de pronto el autor de La fiesta del chivo habló de política mexicana aun cuando el tema a tratar era Europa del Este.
De golpe y porrazo, el Premio Nobel de Literatura se refirió al PRI, a su permanencia en el poder y lo puso como otro ejemplo de las dictaduras latinoamericanas.
“Espero no parecer demasiado inelegante por decir lo que voy a decir. Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización actual soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante”.
Y soltó: “México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México… es la dictadura camuflada… Tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible”.
Las nuevas generaciones no tienen idea del escándalo que armó aquella opinión porque entonces nadie –con excepción de contados disidentes: el periodista Mario Menéndez Rodríguez, el escritor José Revueltas, el pintor David Alfaro Siqueiros y algunas plumas de la revista Siempre!– se atrevía a llegar tan lejos. El PRI en la Presidencia era autoritario, vertical, avasallante, omnímodo, omnipotente y omnipresente.
Es famosa la anécdota de que su dictadura camuflada en la democracia y la legalidad incluso llegó a cautivar al mismísimo héroe de la Segunda Guerra Mundial, el entonces presidente de Francia, Charles de Gaulle, quien hace cincuenta años vino a México invitado por el presidente mexiquense Adolfo López Mateos y se interesó por el tricolor, por su organización, por su mecanismo de operación, por su permanencia en el poder, y habría insinuado su intención de tratar de implantar un sistema igual en su país.
Pocos años después de aquel famoso coloquio organizado por Paz, Krauze escribió una trilogía con un título sugestivo que calificaba a nuestro sistema político, el priista, y lo sintetizaba refiriéndose a una Presidencia Imperial.
En la presentación del tercer tomo, el 27 de junio de 1997, dijo: “Todo libro de historia tiene su prehistoria. La de La Presidencia Imperial, último tomo de la trilogía que incluye Siglo de Caudillos y Biografía del Poder, comenzó en el ya remoto año de 1968. Fui un participante fervoroso del movimiento estudiantil, y como tantos otros jóvenes de entonces sentí de manera directa y visceral la presencia excesiva del poder en México, el modo en que sutil o brutalmente coartaba libertades políticas esenciales como la de expresión y manifestación, la de criticar y también la de elegir a nuestros gobernantes”.
“El paso de los años y el saldo cada vez más desastroso de los sexenios confirmaron puntualmente la tesis de un maestro entrañable de nuestra generación: don Daniel Cosío Villegas. El poder casi absoluto de los Presidentes –afirmaba– los convierte en monarcas sexenales con ropajes republicanos”.
En uno de sus párrafos, apuntó: “En abono de la verdad, es preciso reconocer que el sistema que ahora ha entrado –al menos eso esperamos– en su etapa terminal, procuró y logró, por al menos tres decenios, la modernización económica, social y cultural de México, pero no hay duda de que postergó el desarrollo político de muchos mexicanos: los redujo al triste papel de adolescentes fósiles, de becarios permanentes o de cómplices”.
El PRI recuperó la Presidencia en 2012, luego de doce años de desastrosos gobiernos panistas, pero ayer lunes 11 de agosto, cuando Enrique Peña Nieto promulgó las leyes secundarias de la Reforma Energética, la madre de todas sus reformas, recuperó por fin, con toda plenitud, el poder.
Los jóvenes, los nuevos ciudadanos, las nuevas generaciones, sabrán ahora lo que es el PRI en la plenitud del poder; lo que vivieron sus abuelos, sus padres.
Peña Nieto ya logró las reformas que más le interesaban –la educativa, la fiscal y la energética– y ya no hay ningún interés que lo limite ante la oposición porque ya no necesita pedirle ningún apoyo ni ningún favor como lo hizo con el Pacto por México para que lo ayudara a sacar adelante precisamente sus reformas.
Creo que, en tanto no veamos y vivamos cómo utilizará el poder casi absoluto que ya tiene Peña Nieto, la pregunta es válida: ¿volverá la dictadura perfecta, la Presidencia Imperial?
Destacado conferenciante
Para disertar sobre “Liderazgo” se presenta este medio día en el auditorio Sebastián Lerdo de Tejada del Palacio Legislativo todo un personaje: el General de División Retirado doctor Octavio Ruiz Speare, director general médico del Hospital ABC.
Él es un médico cirujano e investigador que ha impulsado en toda Latinoamérica programas de atención a personas en situación de trauma, así como investigaciones clínicas sobre trasplante de órganos. Desarrolla también programas de Inteligencia Emocional y Liderazgo.
Es director del Cuerpo Médico del American British Cowdray Medical Center y fue director de los Servicios Médicos y Centro Hospitalario del Estado Mayor Presidencial, siendo también pionero de trasplante de órganos en Latinoamérica.
Con toda anticipación han estado invitando los diputados Anilú Ingram Vallines y Juan Nicolás Callejas Arroyo y se les desea que todo sea un éxito.