La casa de empeño
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2015-04-20
Ayer domingo amaneció el día soleado en Xalapa. El sábado había hecho calor por la mañana y por la tarde llovió y granizó. En la noche, conforme avanzó hacia la media noche, refrescó (estuve en el funeral del licenciado Gerardo Fernández Carreto, mi vecino, además, por eso lo sé). Ayer a media mañana, como lo hago cada vez que puedo, aparte de ir a la iglesia de La Piedad, la de mi rumbo, me eché a caminar por la avenida 20 de Noviembre –“Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja.”, dice Pedro Páramo sobre su camino a Comala–. Las calles estaban semivacías, había pocos carros circulando. En los templos evangélicos los hermanos cantaban con fervor. Subía yo y sudaba, hasta que llegue a una casa de empeño en Revolución y 20 de Noviembre.
Decidí que tenía que hacer una parada y tomar un poco de respiro –al menos camino dos kilómetros– y tomé como pretexto la casa de empeño, adonde siempre entro para curiosear (la necesidad, la miseria, la pobreza no tienen día de descanso, me dije y por eso traté de explicarme por qué los domingos desde temprano abren varias casas de empeño en Xalapa). Conforme fui recorriendo los pasillos vi, como los veo siempre, los objetos más disímbolos (la olla de presión, el tostador de pan, la sandwichera, la chocomilera, la plancha, el pequeño horno de microondas, la laptop, la tablet, el reloj, las llantas de uso, la trompeta algo estropeada, el ventilador de uso, la guitarra, ¡las herramientas de albañilería, de electricista y de mecánica!, muchas todavía con las manchas de cal, de cemento, de aceite, etcétera). Estaban ahí gritándome, gritando desesperados, impotentes, el esfuerzo, el trabajo, el ahorro, el sacrificio de decenas, cientos, miles de personas a quienes finalmente, contra todo lo que diga el discurso político, el del gobernante y el del candidato, venció la necesidad, el mísero o bajo sueldo, el despido injustificado y sin liquidación conforme a la ley, la falta de fuentes de empleo y de oportunidades.
Me pregunté si los funcionarios sabrán que existen casas de empeño y si habrán entrado alguna vez a una de ellas; si sabrán que lo que prestan por el valor de los objetos es una miseria, casi un robo; si tendrán idea de lo que es un refrendo, esto es, pagar intereses al vencimiento para no perder lo empeñado, y pagar otra vez, y otra, hasta que ya no se puede más y se pierde todo sin remedio; y que ese es el pan nuestro de cada día de cientos, miles de personas, de familias.
Por más que traté no pude dejar de asociar la realidad, esa realidad que tenía ante mí, con el discurso hueco, huero, demagógico, que había pronunciado un día antes el dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz, a su paso por Xalapa, Rinconada, Boca del Río y Veracruz: “…nuestra oferta no se limitará y siempre buscará la prosperidad y el bienestar de la gente… México merece ser un país más justo, más educado y con trabajo mejor remunerado… necesitamos muchos votos, construir un México con prosperidad en donde el discurso de la política y sobre todo de los hechos, se quede a vivir en los hogares de la nación”. Eso, todo eso, dicho por un hombre que en su vida diaria luce un finísimo reloj de pulso, uno de tantos de su colección privada, de dos millones de pesos.
Me gustó una netbook de 1,500 pesos, por la que se podía dejar 90 pesos de enganche. Me pregunté cuál y cuánta sería la necesidad del joven, de la joven estudiante, de la familia que desesperada y acaso hasta desesperanzada la tuvo que ir a dejar al empeño y ya no la pudo recuperar. Pero me pregunté también si él, ella, ellos se estarán muriendo de ansiedad porque llegue el 7 de junio para ir a votar por los candidatos del PRI.
Pero vino el señor Camacho a “levantar” –se supone– las campañas, la imagen de los candidatos de su partido ante el electorado, ¿y cuál fue la sustancia, la esencia de su mensaje?: que el PRI volverá a ganar gracias a su “eficacia política”. Ajá. ¿Así le llama al acarreo, al mapacheo, a la trampa, al chanchullo, a la manipulación, a la postulación de candidatos severamente cuestionados porque como funcionarios hicieron mal uso de recursos públicos, a la reaparición pública y con todos los reflectores, como si se tratara de un héroe, de Fidel Herrera Beltrán como si el electorado, el ciudadano no tuviera memoria?
(¿Acaso por eso la reacción ayer de la Arquidiócesis de Xalapa a través de su vocero el presbítero José Manuel Suazo Reyes en su comunicado dominical de que "las pasarelas de algunas personalidades públicas parecen más bien una burla para el electorado" y de que “continúa la corrupción de los servidores públicos y lo más grave es que pasa poco tiempo y se les vuelven a encomendar cargos donde seguramente harán lo mismo”? El comunicado refleja muy bien el sentir de la jerarquía eclesiástica de Xalapa y acaso de la de todo Veracruz, y de paso de toda su feligresía que suma miles, millones de católicos veracruzanos.
¿Acaso ello apresuró también la reacción del PAN, que ayer reveló seis denuncias presentadas a finales del año pasado por la Auditoría Superior de la Federación ante la Procuraduría General de la República por la “sustracción ilegal”, desde 2009, de 2 mil 500 millones de pesos que habían sido destinados para salud y educación, dando nombres de funcionarios y exfuncionarios, de la actual y de la pasada administración, presuntamente involucrados y contra los que pide que se actúe?)
La noche del sábado supe que en la víspera para nada había gustado al senador José Francisco Yunes Zorrilla la noticia que le había dado el eterno delegado del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Jesús “Chucho” Medellín Zenil, cuando le avisó que en la camioneta junto con Camacho Quiroz viajarían también su homólogo Héctor Yunes Landa y el exgobernador, por lo que a sus operadores pidió que cuidaran que no lo sentaran junto a Fidel, pero al parecer éste buscó y logró colocarse en Rinconada al lado del político de Perote. Pepe prefirió ya no llegar a los actos en Boca del Río y Veracruz.
¿En que ayudó al PRI de Veracruz y a sus candidatos la visita de Camacho, pero sobre todo que haya venido a placear al exgobernador? ¿Es que nadie le advirtió de la reacción que podía generar y de los costos que podía tener?
Por cierto y a propósito de aquella columna del 6 de abril “La sorpresiva reunión en la SEV” (sobre la que me reservo el derecho de volver a ella cuando sea necesario u oportuno), José Antonio “El Negro” Ojeda Rodríguez, exdirector General de Recursos Humanos (manejó durante muchos años todas las plazas) y ahora al frente de la Unidad de Planeación de la SEV, estaría por hacerse, o se ha hecho ya, ojo de hormiga. Una fuente también digna de crédito me retó a que lo busque y lo encuentre. “Hace un mes que ya no se sabe nada de él”.