La Feria del Libro
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2015-04-27
Ha caído ya el atardecer en Xalapa y no tarda en entrar de lleno la noche. Estoy saliendo del Complejo Deportivo Omega (Gimnasio Omega) donde se celebra la XXII Feria Internacional del Libro Universitario y decido que no voy a abrir la semana escribiendo sobre política, sobre políticos, gobernantes y candidatos, ni sobre las campañas.
Desde el viernes cuando se inauguró este festival de la cultura ha tenido un buen nivel de asistencia, algunas actividades han contado con mucha asistencia, pero lo cierto, pienso, es que siempre seguirá siendo lamentable que le hayan quitado a Xalapa la sede del Hay Festival, que complementaba muy bien la feria anual de la lectura que organiza la Universidad Veracruzana.
Ahora sí, cada quien habla de la Feria como le va en la Feria. Tengo que escribir, me digo y decido que para mí la jornada dominical termina con la lectura de poemas de Silvia Tomasa Rivera, de su libro En el huerto de Dios, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León y que han presentado mi compañera editora en la UV Nina Crangle y ha moderado y comentado el director de la Editorial de nuestra casa de estudios, Édgar García Valencia.
Sorpresivamente, ya casi para concluir, Silvia Tomasa comentó que el libro, la lectura y la presentación se los dedicaba al maestro Guillermo Zúñiga Martínez, de quien afirmó que protegía a los poetas de Veracruz. “Me siento muy desprotegida por su ausencia”, confesó, luego de que había hablado de Santa Teresa de Jesús. En realidad, me digo, se han dicho muchas cosas de nuestro difunto amigo, pero creo que poco se ha comentado de su tarea como editor, cosa que seguramente hará pronto Armando Ortiz.
Por supuesto, viernes y sábado los reflectores los acaparó el sociólogo y filósofo francés Gilles Lipovestsky. Hubo mucha gente en las actividades en las que participó. El arranque fue bueno, bastante exitoso. Ojalá y el cierre, el próximo domingo, también esté a la altura.
Compro ya poco libro impreso (mi modesta casa está llena de libros que vengo acumulando –y leyendo, claro está– desde que era yo muy joven, allá por los años 70 del siglo pasado). Pero, por fortuna, ante el riesgo de morir un día aplastado bajo tanto tomo, cada vez optó por la compra y lectura electrónica, que me permite mi lector kindle fire, un moderno aparato que me permite tener y traer cientos, miles de libros, en una especie de mini tablet, apenas más grande que un Iphone (además Amazon los vende mucho más baratos que los impresos).
Pero creo que en mi caso, un libro impreso que compré, prácticamente una joya, una reliquia, vale por toda la feria: ¡Espérame en Siberia vida mía!, del escritor español Enrique Jardiel Poncela, un ejemplar de ¡julio de 1929!, cuyo anterior propietario lo mandó encuadernar en pasta dura. Me lo recomendaron mis amigos Los Argonautas, libreros de Xalapa de viejo, o de uso. No conocía a Poncela. Es extraordinario como escritor. Me atrapó su lectura. Me vendían prácticamente toda la colección de sus títulos. El sábado por la tarde no llevaba suficiente dinero. El domingo cuando volví por la mañana ya casi los habían vendido todos. Me sigo lamentando. Es un tesoro irrecuperable.
Pero he acompañado también en la presentación de libros a mis queridos amigos y colegas del puerto de Veracruz, Emilio Cuevas y Luz María Rivera, quienes participaron en la presentación del libro La invasión de 1914 a Veracruz en la mirada de Luz Nava, de Adriana Gil Maroño y María Luisa González Maroño, en la que participó también Horacio Guadarrama. Bastante bien sus intervenciones, textos leídos de muy buena factura, aunque se padeció el inconveniente del excesivo ruido pues los espacios donde se realizan las presentaciones no son cerrados.
A ese problema se suma el del excesivo calor que se siente, pues prácticamente es un espacio rodeado de láminas. No había nadie que no se quejara, tanto expositores y vendedores como participantes en conferencias y presentaciones. Al menos, pensé yo, afuera hubieran instalado un barcito, con mojitos cubanos, cubas, brandis, vodkas y güisquis, bebidas refrescantes e hidratantes. Ya de perdida, con chelas, cheladas y micheladas.
Ayer domingo también tuvo lugar la presentación del libro de mi compañero de la Editorial de la UV, el escritor Marco Tulio Aguilera Garramuño, La insaciabilidad¸ en la que participó el escritor Óscar de la Borbolla, así como Silverio Sánchez, otro compañero editor, y moderó Germán Martínez, igualmente de la Editorial de la UV. Concurrida e interesante presentación.
Y como de todo hay en la viña del Señor, ayer domingo me tocó ver y escuchar en el stand de la revista Proceso cuando alguien que fue a comprar una suscripción se sorprendió porque sólo le regalaron una bolsa de tela con el logo impreso de la publicación. Una empleada le explicó que la revista atraviesa por una situación económica con problemas, y que en lugar de aumentar el precio de la suscripción habían decidido sacrificar regalos para los suscriptores. ¡¿Cómo, también a ustedes les debe Duarte?!, exclamó. La empleada sólo sonrió, pero dijo que no. ¡Ya todos los muertos se los cargan a Duarte!
No podía faltar mi paso por el stand de libros, cedés y devedés cubanos. Me armé sobre todo de música. Siempre platicar con los amigos cubanos es interesante, en este caso con una cubana que atiende el negocio. Hablamos de la isla –en realidad es un archipiélago– y del futuro panorama ante la normalización de relación con Estados Unidos y la segura llegada de oleada de gringos. Algo que quiso confirmar es si en Veracruz todavía se baila el danzón, porque en la isla hace ya mucho que no. Le confirmé que sí. Quedó sorprendida. Nunca había venido a Xalapa ni conoce el puerto. “Eso me han dicho”, me comentó.
Ya no es ninguna novedad decir que por la Feria no se ve a políticos, a funcionarios y menos a ningún candidato. Le huyen a la cultura, a la idea, al conocimiento, a la lectura, a la reflexión, a la crítica, a la propuesta, al pensamiento.
Debo decirlo: el sábado por la tarde, me dio gusto que le diera gusto al maestro Sergio Pitol encontrarnos. Me emocionó nuestro saludo, nuestro abrazo. Estaba en el stand donde venden sus libros. Disfrutaba el momento y a mí me dio gusto verlo bien de salud, dentro de los problemas que tiene.
La verdad, desintoxicarme de los temas políticos todo el fin de semana fue una verdadera bendición. Pero, ¡ay!, tristemente hoy vuelvo a mi realidad. Pero la Feria sigue. Dese una vuelta aunque, eso sí, lleve su ventilador a la mano. Buen inicio de semana, lectores.