Veracruz, ¿y su cabrona realidad?

Habrá mucha competencia

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2012-01-09

En la navidad pasada, a los postres de una comida que me invitó, pregunté a un precandidato a diputado federal del PRI si creía alcanzable la cifra de un millón 800 mil votos que ha ofrecido Veracruz entregarle el próximo 1 de julio al candidato presidencial Enrique Peña Nieto. En lugar de responderme con un sí o con un no, lanzó una exclamación e hizo un gesto de qué te pasa, con lo que le señalé que con eso no era necesario que me dijera más. Pero sí me dijo. Me comentó que había que ser realista y tomar en cuenta la abstención que se da, que estas elecciones no despiertan el mismo interés de cuando está en juego la gubernatura, que si postulaban a malos candidatos, como anticipaba que ocurrirá, los ciudadanos votarán en contra y que habrá mucha competencia, sin dejar de advertir que Andrés Manuel López Obrador “jala” mucho entre la población necesitada, que es mayoritaria, que muchas mujeres seguramente apoyarán a Josefina Vázquez Mota más que por panista por cuestión de género, además de que el PAN contará con todo el apoyo económico de la Presidencia por lo que comprarán muchos votos, entre otras cosas.
A finales del año pasado también y a principios del actual, me sorprendió que dos ex presidentes del Comité Directivo Estatal del PRI por separado coincidieron en una preocupación: uno me dijo de plano que van perder –me hizo pensar que su afirmación la hacía con base en lo que le reportan sus grupos, que los tiene en todo el estado– y el otro fue menos contundente pero sí, no dejó de expresarme que el triunfo no será nada fácil. Ambos piensan que si les va bien alcanzarán el millón de votos o un poco más, pero no creen que se volverá a repetir la alta votación que obtuvo el entonces candidato Javier Duarte de Ochoa de un millón 400 mil votos. Algunos de sus argumentos coinciden con los del precandidato a diputado federal, pero también señalan que les ha invadido la confianza excesiva, que sí pesarán los osos que ha cometido Peña Nieto y que Héctor Yunes Landa, en lugar de trabajar como presidente del CDE para fortalecer la estructura partidista lo hizo para fortalecer su precandidatura al Senado, recordando que hay muchos municipios divididos, hasta con dos dirigencias, además de que la supuesta restructuración de los comités municipales no fue tal pues más de cien dirigentes fueron ratificados, de tal modo que no hubo cambio y pesaron más los intereses.
Me llamó la atención un artículo que publicó el miércoles pasado en Excelsior Jorge Fernández Menéndez (“Peña y la cabrona realidad”), que abonaría al escepticismo que advierto en estos priistas con los que he hablado. El periodista hace un análisis con base en sucedidos anteriores, no especula, toma ejemplos reales.
Empieza por recordar lo que dice Maquiavelo sobre los aduladores. “Los Príncipes deben huir de los aduladores como de la peste; para defenderse de ellos, deben elegir hombres sabios: no deberán más que concederles libre albedrío y decirles la verdad”. “El consejo –apunta Fernández Menéndez–, es fantástico, lástima que buena parte de nuestros políticos prefieren otra cosa: la cercanía sólo de los suyos, pensando que la realidad se adaptará a ese entorno que en última instancia es un cerco y un círculo cerrado”. Tiene razón. Argumenta:
“Los últimos días de 2011 lo demostraron con claridad en todos los partidos, pero en pocos se puso de manifiesto en forma tan evidente como en el equipo, en el entorno, de Enrique Peña Nieto. El precandidato priista fue expuesto como nunca antes, ha comenzado a sentir lo duro de la campaña y ha visto cómo la organización, el equipo operativo, la estrategia de medios y el mensaje están muy lejos de sus verdaderas exigencias”.
Señala que el tema va más allá del affaire de los libros en Guadalajara, aunque allí se manifieste. “Hay problemas de fondo: la precampaña en su etapa más formal comenzó en los últimos días de diciembre en Huejutla, Hidalgo, uno de los municipios más pobres del país, donde en enero de 94 comenzó también su campaña Luis Donaldo Colosio. Admiré y creo haber tenido una amistad real con Colosio, pero hoy, 18 años después, como ya lo escribió Antonio Navalón en estos días, repetir el peregrinaje de Colosio le dice poco a la ciudadanía. Pero repetir los errores de su campaña puede ser costoso. Cuando Colosio comenzó la campaña en Huejutla, decidió llegar por carretera, no en helicóptero. La camioneta en la que viajaba se perdió durante cuatro largas horas en los intrincados caminos de la Huasteca hidalguense. Fue como una señal. El acto pasó sin pena ni gloria pero fue el inicio de un periodo muy penoso: la de las dos candidaturas, la del “no se hagan bolas”, la que puso de manifiesto que el equipo y la estrategia del candidato no estaban funcionando. La historia está contada al detalle, por ejemplo, en el libro Domiro, que escribimos junto con Joaquín López- Dóriga, con base en el relato de quien fue el responsable de la seguridad de Luis Donaldo, el general Domiro García Reyes”. (Domiro es ahora funcionario policiaco de segundo nivel en Veracruz y no estaría mal que lo llamaran a consulta para aprender de su experiencia).
Acabemos de leer a Fernández Menéndez: “Esta vez, 18 años después, Peña Nieto no llegó a Huejutla en camioneta sino en helicóptero, pero los problemas que se perciben en su entorno son similares a los que sufrió Colosio. En su entorno pueden negar la existencia de un equipo totalmente mexiquense (con alguna excepción), pero no terminan de informar quién se encarga de qué: la consecuencia es que parece que nadie es responsable de nada, pero todos meten mano. En el área de medios siguen creyendo que los acuerdos con algunas empresas alcanzan para construir una imagen y  comunicar una estrategia de campaña, sin comprender que ese cobijo es a todas luces insuficiente. Si hace 18 años, en el entorno de Colosio se quejaban de que la prensa trataba mal al candidato y privilegiaba a Camacho, ahora dicen que el problema es que hay una campaña en los medios, y sobre todo en las redes sociales, sin comprender que desde ese equipo deberían neutralizarla haciendo política”.
“Colosio cometió el error, del que estaba saliendo a partir de aquel discurso del 6 de marzo en el Monumento a la Revolución, de refugiarse en lo que creía que era fuerte para sobrellevar el momento: en su equipo cercano y en la estructura el PRI. Peña Nieto está haciendo lo mismo: se ha rodeado de los suyos y no le ha terminado de tender la mano a sectores de dentro y de fuera del PRI que podrían acompañarlo, y se vuelve a recurrir, en las formas y en el fondo, a un lenguaje y a una práctica política que no son acordes con la época, con el momento ni con la circunstancia del candidato y su partido. Se lo hizo primero con soberbia, ahora con un tono de urgencia. Y eso lleva a la tentación de no cumplir acuerdos. Mejor dicho: las circunstancias, la correlación interna de fuerza, el temor ante golpes que no esperaba lo llevaron en muchos casos, a él o a su gente, a ponerlos en peligro, lo que, además, parece confirmar que el candidato sí puede ser sujeto a presiones por sus aliados internos y externos. Todo en un contexto donde, obviamente, sus adversarios, de cualquier color, quieren bajarle puntos a quien está de puntero”.
“No es un problema menor: hace 18 años, el 28 de noviembre del 93, Colosio fue destapado y contaba con una ventaja fenomenal. Un mes después, en Huejutla, su campaña comenzó a mostrar sus insuficiencias y chocó con la realidad. Dos meses después fue asesinado. Hace 12 años, Francisco Labastida tenía 20 puntos de ventaja en diciembre sobre Vicente Fox, los perdió, junto con la elección, en un semestre. Hace seis años, López Obrador ya había comenzado la cadena de errores (que ahora está tratando de enmendar) que lo llevaron a perder la elección presidencial cuando aparentemente no tenía ningún adversario fuerte a la vista. Si Peña y su equipo no lo comprenden y no rectifican, podrán recorrer el mismo camino”. Creo que lo mismo vale para Veracruz y su cabrona realidad.