El PRI se libra de él; Yunes lo suma enseguida

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2016-03-07

Reportero en mis inicios, en una primera etapa de mi vida pasé por todos los cargos que había en la estructura de un periódico tradicional del siglo pasado (desde el más modesto hasta el de Director), hasta que por invitación pasé a trabajar al Gobierno del Estado y a su partido, en los que me pasé treinta años de mi existencia, siempre en áreas de prensa. Desde 2010 regresé a mis orígenes, porque de origen soy periodista.
Como es lógico pensar, adentro conocí y traté a cientos de personas, a miles, y a algunas las padecí. Me hicieron conocer la bajeza humana. Trato de no acordarme de algunos hechos desagradables en mi vida a mi paso por el Gobierno, pero algunas veces, sucedidos hacen que afloren.
Es el caso de Roberto López Delfín, quien con afán protagónico y olvidándosele lo que hizo y cómo se comportó en el poder, haciéndose víctima filtró a la prensa su carta de renuncia al PRI el pasado 24 de febrero, que dirigió al presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Manlio Fabio Beltrones. Creo que, sin embargo, es bueno que la opinión pública sepa en realidad de qué tipo de personas se trata y que no son lo que dicen o creen ser.
En la carta deja testimonio de su mala entraña, pues en una crítica acerba a prácticas del que fue su partido, que él prohijó desde adentro del Gobierno, ni siquiera hace ninguna distinción y barre parejo incluyendo implícitamente a quien le dio poder y riqueza –o a bases de engaño y abusando de la confianza de su jefe los obtuvo–, el ex gobernador Miguel Alemán Velasco.
Lo conocí y lo empecé a tratar en 1998 durante la campaña del entonces candidato al gobierno, Alemán Velasco. Aparentaba ser un hombre normal y con esa impresión llegamos a la administración pública, él en la Secretaría Particular y yo en la Dirección de Prensa. En el inicio, por razones que nunca supe, el entonces coordinador de Comunicación Social, Sabás Huesca Rebolledo, se ausentaba, no estaba, por lo que las llamadas telefónicas a la dependencia me las pasaban a mi las secretarias.
El licenciado Alemán era un hombre conocido (y lo sigue siendo) en prácticamente todo el mundo, por lo que su arribo al poder despertó mucho interés. Entonces no había día en que no llamaran de algún periódico importante de Europa o Estados Unidos para solicitar una entrevista con él. Fue así que la primera vez que tuve una lista bastante grande de solicitudes consideré que era urgente que el gobernador lo supiera, por lo que a través de la red interna le marqué a su secretario López Delfín para hacerle saber lo que había y le informara a su jefe de inmediato.
Mi primera grande y desagradable sorpresa fue que cuando supo quien le estaba marcando, con mucha arrogancia me paró en seco y me dijo que no le volviera a llamar porque yo no era ¡de su nivel! No lo podía creer. Ya no quedaba nada de aquel tipo normal que había conocido apenas unos meses atrás.
Pero no fue la única vez. Cierto domingo –yo viví muchos años en Palacio de Gobierno siempre de guardia sábados, domingos y días festivos– por la red interna me dijeron que subiera al despacho del gobernador. Así lo hice, de inmediato. Llegué y me anuncié con el de la puerta. Me dijo que pasara. Apenas iba por el pasillo central de las oficinas que llevan al despacho del Ejecutivo, cuando de pronto apareció López Delfín. Cuando me vio se sorprendió y lleno de prepotencia, ebrio de poder, con desprecio, me preguntó qué hacía yo ahí adentro. Le indiqué que me habían pedido subir, que me llamaban. “¡Tú! ¡Tú!”, me decía y me repetía. Le dije que tenía razón, que a lo mejor se habían equivocado y me di la media vuelta, aunque prácticamente me sacó. Cuando ya iba escaleras abajo me alcanzó corriendo un ayudante para decirme que me estaban esperando.
Se había convertido en un hombre despreciable, porque todos se quejaban de él. Se creía el dueño del Palacio de Gobierno, del despacho del gobernador, del Gobierno de Veracruz. Llegaba a los actos y le gustaba que lo sentaran en el presídium cuando no era más que un simple secretario particular, esto es, un empleado del gobernador pero no un funcionario, y desde ahí miraba a todos con cara de perdonavidas. Estaba mal de la cabeza, exactamente como lo está hoy quien llegó a la Particular en lugar de Enrique Ampudia Mello, un tal José Ramón Cárdeno Shaadi, de cuyas hazañas próximamente publicaré.
No se podía esperar nada bueno de alguien que como él había desconocido y actuado en contra de quien le había dado una oportunidad en el servicio público: el doctor Ramón Ferrari Pardiño, a quien le hizo la vida imposible cuando era titular de la Sedarpa, creándole en forma paralela lo que fue el Inveder, para restarle fuerza.
Fue Ramón quien siendo Director de Adquisiciones, Almacenes e Inventarios de la Secretaría de Gobernación con don Fernando Gutiérrez Barrios lo llevó a su lado, en agradecimiento porque su padre había sido su maestro en la Facultad de Medicina del puerto de Veracruz.
Pero lo tuvo que quitar enseguida como su secretario particular porque le causó muchos problemas con todo el personal, pues ya mostraba los aires de prepotencia, arrogancia y abuso del poder que mostraría después en todo su esplendor. Aún así se lo llevó consigo a la Subsecretaría de Finanzas del CEN del PRI, cuando el titular era el licenciado Alemán, con quien se integró ya en el Senado por recomendación tanto de Ramón como de Alejandro Montano, a quien también desconoció después.
No fueron los únicos. El difunto profesor Guillermo Zúñiga Martínez prefirió renunciar a la dirigencia estatal del PRI para no enfrentarse con el gobernador Alemán, pues López Delfín lo mal informaba, ya que el entrañable amigo se oponía a cometer desde el partido las atrocidades que ahora este desmemoriado denuncia.
López Delfín salió del Gobierno en 2004 y yo continué. Nunca se me olvida que el 15 de septiembre de 2005, pensando que todavía tenía poder, se presentó a la ceremonia del Grito, y cuando quiso subir al palco para presenciar el espectáculo alusivo, no lo dejaron pasar los de seguridad. Quiso alegar y la orden fue tajante: no pasa. Entonces, con la cola entre las patas se fue a guarecer al local que tienen los policías de guardia en el Palacio. Se le había acabado el poder.
Mala entraña, ahora en su carta a Beltrones le dice que decidió presentar su renuncia al PRI por “la deplorable, inmerecida situación del Estado de Veracruz, gobernado ininterrumpidamente desde hace 87 años por políticos emanados del PRI, o postulados por sus antecedentes y precursores”, en clara alusión implícita al licenciado Alemán, pues su padre fue también gobernador y Presidente de México.
Más adelante dice que no votará en las próximas elecciones “por un partido cuyos gobernadores y legisladores han endeudado desde los primeros años del siglo a mi Estado a niveles ridículos, insostenibles”, sin hacer una excepción, pues el primer gobernador de este siglo fue el licenciado Alemán, quien ciertamente dejó una deuda de 3,500 millones de pesos, pero no por mal manejo, sino porque el gobierno federal panista entonces se los regateó, no se los entregó a la Secretaría de Educación cuando por derecho le correspondían.
En realidad, respira por la herida. Antes de terminar su gobierno, el licenciado lo echó cuando supo sus pillerías, su abuso de poder, sus propiedades de escándalo como su mansión en Las Ánimas, de Xalapa.
Tan pronto se fue del PRI, el precandidato del PAN-PRD, Miguel Ángel Yunes Linares, anunció de inmediato que lo sumaría a su equipo de trabajo, a su “proyecto de cambio”, pues “es una persona con mucho capital y, sobre todo, un gran ciudadano”. Ajá. Que con su PAN se lo coma.
Héctor, rumbo a la convención
Inicia semana crucial para el precandidato priista Héctor Yunes Landa. Terminará su precampaña y el próximo domingo será elegido en convención de delegados candidato formal al Gobierno de Veracruz. A partir de entonces será un ahora o nunca. Tendrá tres semanas para hacer una evaluación seria y a fondo para saber cómo le fue en la primera etapa, para detectar errores, fallas u omisiones, para corregir lo que tenga que corregir, para afinar su campaña y su estrategia, y para revisar los anuncios que hará el día que rinda protesta como candidato pero también a lo largo de su campaña, que puedan convencer al electorado para que voten por él. Tiene atrás trabajo de muchos años y tendrá que saberlo aprovechar de la mejor forma. En la etapa que termina, su esposa Verónica y su hija Andrea caminaron por su lado en especial por las zonas marginadas y serranas e incluso él adelantó que se sumara a su campaña la señora Sonia Sánchez de Chirinos, esposa del ex gobernador Patricio Chirinos Calero, quien hará trabajo entre la sociedad civil y en la Sierra de Zongolica donde dejó muy buenos recuerdos por su trabajo al frente del DIF Estatal.