Niñez drogadicta: un asunto de Estado y de Amor
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Empresarios de Coatzacoalcos han manifestado su preocupación por el incremento de niños drogadictos en las calles porteñas.
Varones y mujeres, adolescentes, jóvenes y niños, los drogadictos que le preocupan a miembros del sector privado ocupan esquinas de la ciudad para pedir limosna o trabajar como limpiaparabrisas.
La queja de los empresarios señala que se han dado casos de agresiones por parte de los muchachos.
Una de las posibles soluciones –plantean los ciudadanos preocupados- es solicitar la intervención de Seguridad Pública y ubicar a estas víctimas de la drogadicción en albergues donde se puedan rehabilitar.
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El problema de la drogadicción es multifactorial.
Lo es entre la población adulta, pero en los sectores juvenil e infantil lo es aún más.
Me explico: un adulto pudo haberse convertido en drogadicto a una edad ya avanzada y por decisión propia, consciente y ajena a influencias familiares, sociales, económicas, psicológicas o de otra índole.
Existe –sin embargo- un amplio número de adultos, hombres y mujeres de todos niveles y estratos económicos, que se convierten en drogadictos por voluntad propia, en forma consciente, pero influenciados por factores externos: como la necesidad de socializar, la existencia de un ámbito familiar problemático, un éxito o un fracaso económico y la existencia de desórdenes psicológicos nuevos o añejos; etcétera.
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El caso de los niños, adolescentes y jóvenes drogadictos –hombres y mujeres- se vincula a todos los aspectos expuestos anteriormente, pero con el añadido de la ruptura total o parcial de entornos familiares, de la inseguridad y explotación económica, del abandono social y de abusos físicos, sexuales y daños psicológicos profundos desde la primera, segunda o tercera infancia.
Vale señalar que la drogadicción entre niños, jóvenes y adultos existe en todos los estratos sociales: clase baja, clase media y clase alta.
Dicho de otro modo: entre los familiares de los empresarios –por ejemplo- pueden existir problemas de drogadicción.
La diferencia entre una persona drogadicta de clase alta y alguien de clase baja, es la capacidad de atender su adicción y la opción de manejar este tema en privado.
Un niño drogadicto que surge del lumpen proletariado, irremediablemente saldrá a la calle a exhibir su adicción y a pedir limosna para sobrevivir junto con ella.
Un niño o joven o adulto drogadicto, miembro de una clase social con recursos económicos suficientes, puede obtener la droga sin necesidad de exhibirse en la calle ni pedir limosna.
Esa es la única diferencia.
Un drogadicto que pertenece a una familia con dinero, irá a un Centro de Rehabilitación privado.
Un drogadicto de la calle será llevado por la policía a un Centro de Rehabilitación que es llamado así aunque no cumpla los requisitos para serlo.
Es claro que la niñez más vulnerable es la de la clase baja. Es más fácil encontrar a un niño adicto en ese sector de la población que en la clase media o la clase alta.
El motivo: en la clase baja el abandono total es común; mientras que en los estratos sociales de menor pobreza el abandono se disemina, es menor.
Por otra parte, en la medida que pasamos a la adolescencia, juventud y adultez, el cáncer de la drogadicción nos ataca a todos y son los valores, los entornos familiares y las condiciones sociales las que nos permitirán defendernos al respecto y evitar caer en esta situación que es dañina para todos.
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A los drogadictos, a todos, se les debe conceptualizar como víctimas, no como victimarios.
Son un producto individual, pero también social.
Han llegado al drama en que se encuentran, por circunstancias que involucran a todos las estructuras sociales y sólo en el caso de los adultos, son victimas también de decisiones personales.
El de los niños y adolescentes adictos, es el rostro más grave del fenómeno de las drogas.
Ellos son absolutamente víctimas del fenómeno de las drogas: sin importar su condición económica, ni su género.
Por lo tanto, pensar en que el problema de los niños y adolescentes drogadictos en las calles de Coatzacoalcos se puede solucionar con apoyo de la Secretaría de Seguridad y con albergues de rehabilitación, es un planteamiento equivocado.
Un adicto requiere de atención múltiple, que abarque aspectos de salud física y psicológica; sociológicos, que permitan atenderlo desde la perspectiva de su individualidad pero también desde su entorno; económicos, para rehabilitarlo no sólo en sus aspectos físicos, sino en sus necesidades como ciudadano y como miembro de una sociedad que lo proteja, no que lo combata.
El tema de la drogadicción también tiene que ver con la educación: rehabilitar no sólo significa atender y recuperar habilidades físicas, sino también habilidades mentales, psíquicas, psicológicas.
También: Rehabilitar es sinónimo de Amar.
Los niños drogadictos carecen de amor y creen encontrarlo en las drogas o a través de ellas se olvidan de esa carencia.
Lo mismo pasa con muchos adultos drogadictos.
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El tema de los niños y adolescentes drogadictos pasa, a su vez, por el tema del crimen organizado.
Indefensos, muchos niños y jóvenes son introducidos a la drogadicción por medio de la violencia y luego son utilizados como “burros” del narco para poder sostener su adicción.
En este caso, el tema que nos ocupa además de ser de seguridad, es un asunto de Estado.
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Entiendo que todos compartimos la preocupación de los empresarios de Coatzacoalcos por los niños drogadictos que cada día son más en las calles de la ciudad.
A su voz, son muchas las voces que deben sumarse.
Y sobre todo: son, somos, muchas las manos que debemos empezar a actuar.