HUAYACOCOTLA, EL OTRO VERACRUZ QUE DEPENDE DE HIDALGO
Columna sin nombre
Pablo Jair Ortega
www.columnasinnombre.com
pablojairortegadiaz@gmail.com
29 de MAYO de 2014
Pablo Jair Ortega
Columna sin nombre
2014-06-01
El fin de semana tuvimos la oportunidad de ir a conocer Huayacocotla. Era uno de los pendientes en la lista de vida, pues recuerdo que había un libro de texto gratuito llamado “Veracruz” que se distribuía en la primaria, donde se hablaba de una ciudad en las nubes: era Huayacocotla.
Si bien se habla de un municipio con rezagos, la verdad que podemos decir que es una ciudad equilibrada entre sus tradiciones, indigenismo e historia; tiene un comercio estable y, lo más envidiable de todo: la inseguridad no existe. Las calles, pulcras.
Es un pueblo donde todos se conocen y se puede transitar por la fría madrugada, porque literalmente se vive en tranquilidad. No es más grande que acaso 10 cuadras, pero es centro educativo: tiene sus escuelas de educación básica y educación superior. De hecho, según nos platican, la mayoría de aquí son maestros.
Otra de las actividades que realizan como parte de sus tradiciones es la crianza de gallos de pelea, los cuales también representan parte de los ingresos comunitarios. Y uno pensaría que este tipo de espectáculos atraería situaciones desagradables, pero la realidad es que todo se realiza en paz. No estamos de acuerdo, pero son sus formas de vivir.
Este es uno de los rincones escondidos de Veracruz. Es uno de los puntos más altos del estado: 2,140 metros sobre el nivel del mar y su acceso es por el estado de Hidalgo; literalmente el recorrido desde Xalapa es al menos por cuatro estados: Veracruz, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo.
Aquí hace años era como el sitio “castigo” por no ser periódico aliado de el gobierno chiriyunista.
Pero “Huaya” no deja de ser un paraíso. No anda buscando denominación de Pueblo Mágico, pero tiene verdadera magia. Su clima es uno de los más agradables que se pueden sentir en la entidad, pues es fresco, hace un frío tipo xalapeño, pero no te sofoca como el sol ardiente de Perote o el Distrito Federal.
Otra de las cosas que sorprendió a los fumadores y ex fumadores, es que no se cansa uno al caminar en la zona, lo que se esperaría por la altura; quizás se deba a que se trata de una región limpia, literalmente sin contaminación ambiental para esnifar.
Podríamos decir que “Huaya” es una paraíso, aunque no conserve la arquitectura colonial que presumen las ciudades de la región del Bosque de Niebla. De hecho son pocas las casas que se aprecian con este estilo, a excepción de una característica notable: destacan las que son de techo de dos aguas. No hay arquitectura esnobista que presumir, solamente es el pueblo y ya paren el tren del mame. Sólo el centro de la pequeña mancha urbana conserva algunas casonas viejas hechas de piedras, así como la sede del ayuntamiento, la iglesia y el quiosco.
Otra de las cosas es que pese a sus aparentes limitaciones turísticas, se pueden contar al menos con cuatro o cinco hoteles con servicios básicos, al menos unos con el tan necesario WiFi de nuestros tiempos. De hecho, a diferencia de “pujantes” ciudades industriales como Minatitlán, el internet es compartido y muy usado, de buena velocidad hasta en el celular. El restaurante Los Arcos ofrece este servicio a sus clientes, lo que en restaurantes del pueblo petrolero todavía ni conocen.
Podríamos decir que es un pueblo despreocupado por su lejanía. Saben que su distancia de la capital veracruzana es un obstáculo para el acercamiento con el gobierno y los beneficios que éste pueda otorgarle. Lo mismo ha sido aprovechado por grupos de izquierda --acusan políticos de la zona-- para mantener una hegemonía en la región, encabezados por Radio Huayacocotla, estación permisionada administrada por sacerdotes jesuitas, y que transmite en lenguas indígenas y en castellano.
Radio Huaya de hecho es una de los íconos de la rebeldía en México. Una de las estaciones más emblemáticas en el mundo de la comunicación en México, con reconocimientos internacionales.
Pero Huayacocotla, más allá de los intereses políticos, es un pueblo que demuestra que su supervivencia no ha estado supeditada a los intereses que puedan darse en la capital del estado. De hecho, para los habitantes su capital se centra en Tulancingo o Pachuca, que están entre una hora o dos horas de viaje. Según nos cuentan, Pachuca está a años luz de lo que podría ser Veracruz o Xalapa; que es una capital verdaderamente próspera y mucho mejor que cualquier ciudad veracruzana.
Vaya, el mito de que todos dependen de Xalapa, Tamaulipas o Tabasco, se acaba cuando conoces Huayacocotla. Los caminos tampoco se pueden considerar del nabo, como es el mito urbano de que todos los caminos en Veracruz están destrozados.
Y del paisaje, vatos… ¡Su tapudrema, vatos! Bosques de pinos y coníferas, niebla vespertina… ¿Qué más se puede pedir para que sea paisaje?
Es sencillamente el otro Veracruz de los extremos olvidados, con problemáticas a las que se le agrega la lejanía de la capital del chorizo veracruzano, pero que se las han ingeniado para vivir sin tener que depender de la arrogancia de Xalapa.
En editorial de cuatro palabras: Huayacocotla es chido, maestritos.