Una muy buena noticia y otra muy mala
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2014-09-24
Hay noticias que verdaderamente no sabe uno si ponerse a reír o a llorar; dicho de otro modo, para Veracruz hay una verdadera noticia buena, muy buena, que también puede ser mala, muy mala.
La buena, que en su territorio tiene lo que uno de los diarios en español más importantes del mundo, el más importante en España, El País, califica como “La joya de la corona petrolífera en México”: Chicontepec.
La mala, que puede llegar a ser muy mala, es que su explotación, por la apertura a la inversión privada propiciada por la reforma energética, que puede ser extranjera, constituye un riesgo medioambiental porque “la intervención que se necesita es sumamente agresiva”.
Tal vez la magnitud del inminente boom petrolero que le espera a Veracruz, con su respectivo desastre, lo refleje el encabezado que el diario español puso a su nota: “México ofrece a las multinacionales la región petrolera más rica”.
En realidad, la noticia sobre la riqueza petrolera de Chicontepec no es nueva, así como tampoco la del riesgo que conlleva su explotación; lo que impacta hoy es que ahora sí, por fin, viene la perforación en serio y con ello la destrucción del medio ambiente.
Era yo un joven reportero cuando, si no mal recuerdo –si me equivoco por favor que alguien me corrija– en una gira de trabajo que realizamos por aquella sierra de la huasteca veracruzana, el entonces presidente José López Portillo (era gobernador Rafael Hernández Ochoa) nos anunció el gran potencial de oro negro que yacía bajo esas tierras y habló por primera vez de su explotación. (La nota dice que esa mina de petróleo fue descubierta desde 1926 y que se comenzó a trabajar en ella 30 años más tarde.)
En aquella época (finales de los años 70) la noticia inquietó a investigadores de la Universidad Veracruzana –arqueólogos, antropólogos, etnólogos, pues el medio ambiente era un tema que no se ponía de moda ni sus especialistas– por la destrucción de la riqueza cultural que causarían los trabajos si se llegaban a efectuar.
Más de 40 años después, por fin, el destino nos ha alcanzado. La nota de El País señala que de los 169 campos energéticos que la Secretaría de Energía en México ofrecerá a los nuevos participantes de la industria petrolera a partir del próximo año, 90 están localizados allí.
Para dar una idea de la magnitud del desastre medioambiental que supone la explotación, así como de la destrucción de la cultura de esa rica región, el diario español señala que se trata de un área de 3,800 kilómetros cuadrados –comprende también parte de Puebla– cuyo subsuelo alberga el 40% de las reservas de hidrocarburos del país.
La zona, agrega el periódico, estará disponible casi en su totalidad para la instalación de compañías privadas en su suelo tras la aprobación de la reforma energética que permite por primera vez en 76 años la inversión privada en la industria petrolera de México.
El País señala un detalle relevante: “Chicontepec podría considerarse el tesoro de 139,000 millones de barriles de crudo que más dolores de cabeza ha dado al Gobierno mexicano” por su complejidad geológica, pues se trata de un enorme yacimiento donde el crudo se halla en rocas con poca porosidad y permeabilidad en el suelo con poca presión para extraer numerosos barriles de petróleo.
Aquí se presenta el gran peligro para el medio ambiente: según el abogado energético Dante San Pedro –siempre de acuerdo al diario–, son reservorios muy pequeños que requiere nueva tecnología, “muy probablemente fracking (fracturación hidráulica)”, que sólo una compañía con experiencia y conocimientos del tema podría realizar (quién dudaría que las transnacionales están preparadas para ello).
Para nadie es desconocido que Chicontepec es hasta ahora una zona verde, rural, agrícola y ganadera, en la que viven varias etnias que dominan diferentes idiomas originales, si bien la llamada modernidad la alcanzó hace varios años y ha sufrido ya importantes pérdidas culturales, pero nada que tenga que ver con lo que le espera.
El fracking, por mucho que se diga que se va a indemnizar a los dueños originales de esas tierras, afectará a miles de chicontepecanos por los daños que van a sufrir sus propiedades, pero también desaparecerá vastas áreas verdes y muchas especies animales (en Estados Unidos está comprobado que esa técnica de extracción ha causado contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, contaminación del aire, afecciones a la salud humana, alteraciones del paisaje y el terreno, contaminación de suelos al cerrar los pozos, y riesgo sísmico).
Por el lado bueno, el hecho constituye una esperanza, casi una seguridad de miles de empleos para veracruzanos y no veracruzanos, lo que implica otro riesgo: la pérdida de los vestigios originales, de las costumbres y hábitos y el surgimiento de los problemas sociales que acarrean las inmigraciones.
Va a haber dinero, lo bueno, pero se va a incrementar el alcoholismo, la prostitución, la delincuencia, acaso la drogadicción y con ello la violencia, los secuestros, las desapariciones. La zona será un nuevo botín que se querrán disputar los grupos delincuenciales.
Por el lado positivo, me extraña que nadie del Gobierno del Estado salió a cacarear el huevo tan pronto dio la noticia El País el lunes pasado; a decir que gracias a las reformas de Peña Nieto Veracruz pronto será un paraíso petrolero y económico y bla bla bla (se nota que los Centroamericanos los trae muy apendejados).
Porque viendo la otra cara de la moneda, ciertamente ese puede ser un elemento clave para disminuir la delincuencia común, pues muchos jóvenes y muchas personas han terminado por delinquir o caer en manos de la delincuencia organizada porque no encuentran trabajo y, por lo tanto, sustento para sus familias.
Ya pronto vamos a saber las consecuencias de la noticia. Lo cierto también es que esa riqueza va a impactar a la zona norte del estado, a toda la huasteca veracruzana, y eso explica también por qué el interés de Peña Nieto por impulsar el nuevo puerto de Tuxpan y por qué la conclusión del último tramo del Corredor México-Tuxpan, recién inaugurado.
Pues ya está. Resulta que somos ricos, muy ricos, pero, qué ironía, con un Estado pobre, muy pobre, que tiene las arcas vacías y una enorme deuda pública, que le debe a medio mundo y no puede pagar. Qué cosas: el próximo gobernador se va a rayar. A él le tocará ver los primeros frutos de este tesoro de oro negro.