Gobierno con sentido humano

En apariencia se trata de un detalle menor, acaso insignificativo para el común de las personas.

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2011-11-30

Pero para quien como yo que fui testigo, que viví muchos casos a mi paso por el Gobierno del Estado, tiene una gran significación. En la administración pública estatal, con indignación vi, supe, se quejaron conmigo, me dijeron, me platicaron sus experiencias muchos trabajadores (hombres y mujeres) por el mal trato que recibían de sus jefes; mal trato que rayaba en la grosería, en la humillación, en el desprecio, en la descalificación como seres humanos, en la amenaza. La necesidad los hacía soportar todo. Muchas cosas, según me dicen tantos y tantos conocidos que hice en el servicio público y que continúan en el aparato burocrático, no han cambiado lamentablemente.
Alguna vez un chofer me platicó, sin poder ocultar su tristeza pero también su odio y su rencor, que un individuo bajo cuyas órdenes estaba y quien desde muy temprano y hasta muy tarde lo tenía a las afueras de su casa mientras no iban a la oficina o no viajaban; quien lo tenía afuera hiciera sol, lluvia, frío y quien no le permitía que se moviera ni siquiera para poder ir a hacer sus necesidades, le había negado un vaso de agua cuando se lo solicitó. Otra vez vi a un alcalde –luego fue funcionario estatal y todavía pretende seguir medrando al amparo del poder– cómo en forma déspota y grosera le gritó delante de mí a una secretaria, una señora de edad madura, y cómo le manoteó sobre el escritorio porque no terminaba de pasar en limpio un escrito que le había solicitado. Ni por sus canas le tuvo alguna consideración. Me tocó ver también muchas veces cómo algunas trabajadoras lloraban de impotencia e indignación porque su “jefe” les había gritado, humillantemente, delante de los demás trabajadores e incluso del público por alguna falla muchas veces no atribuibles a ella o porque ese día había llegado de mal humor.
Podría citar muchos más casos con base en las experiencias que viví, pero esto que digo lo saben mejor quienes han vivido y padecido a esos malos seres humanos que abusan del poder pero que, eso sí, se paran el cuello con el trabajo de los demás y jamás les dan crédito y menos les reconocen y ya ni se diga que los estimulan de alguna forma.
Por eso me gustó saber de los propios trabajadores cómo la semana pasada, un día después de que compareció ante los diputados en el Congreso local, el secretario de Desarrollo Social, Marcelo Montiel, le organizó una comida a los trabajadores de la dependencia que participan en el programa Adelante (choferes, brigadistas, administrativos, etc.) para reconocerles su trabajo, su participación y hacerles sentir que si había éxito era gracias a todos.
El ex alcalde de Coatzacoalcos, sin decir agua va, según me lo narraron, nada más les pidió que lo acompañaran y se los llevó a una propiedad que tiene cerca de esta capital donde les ofreció una comida sencilla pero suficiente y abundante. Me dijeron los que vivieron la experiencia que en todo momento ese Secretario se mezcló con los trabajadores, que convivió con todos sin distinción y que, de paso, político como es, les dijo que recibieran el reconocimiento del gobernador Javier Duarte, quien los exhortaba a seguir en la importante tarea que desempeñan.
No puedo dejar de considerar que Montiel es político y que actúa como tal y por ello me atrevo a imaginar que a falta de recursos como tienen las dependencias, a él no le importó poner de su bolsa porque sabe que eso que hizo no es un gasto sino una inversión, pues por lo pronto se ganó ya la simpatía de esos trabajadores, muchos de los cuales nunca antes habían recibido una atención así ni menos habían sentido tan de cerca y humano a un jefe. De paso se ganó la lealtad de esos trabajadores y ganó la lealtad y el compromiso de todos ellos para la causa del gobierno duartista. Están contentos, bien sorprendidos.
Pareciera un detalle menor, insignificante. Pero normalmente, en el caso de los funcionarios, festejan, cuando festejan, sólo con sus allegados, con los de su círculo personal o con políticos “importantes” como ellos, pero no con la base trabajadora. A esa le expolian su trabajo y se lucen con su sacrificio. Y la maltratan.
Pero otro detalle que me han platicado algunos reporteros que tuvo para con ellos Marcelo Montiel fue que el día de su comparecencia, su equipo entregó a los periodistas que asistieron la información en una “memoria”, la de mayor capacidad y almacenaje que existe en el mercado, un dispositivo que a ninguno cayó mal ni sobra pues finalmente es un instrumento de trabajo útil y común, por lo que de paso también le quedaron agradecidos. Yo sé que mis compañeros reporteros no andan a la búsqueda de dádivas ni nada que se le parezca, pero me hacían ver que era un pequeño gran detalle ante la falta de atención que tienen luego otros miembros del gobierno.
Conozco a Marcelo Montiel aunque hace años que ni nos vemos ni cruzamos palabra. Pero de los detalles que me han informado deduzco que, para bien, ha aprendido que el buen político, el buen servidor público, por su casa empieza poniendo el ejemplo, pues muchos a los que conozco, en el acto público, ante los reflectores, antes las cámaras, muestran un rostro, una sonrisa, una actitud sólo de hipocresía, porque adentro con sus trabajadores son la negación de todo lo que dicen y declaran. Ojalá y todos los funcionarios imitaran al Secretario del que me ocupo. Su actitud habla bien de un gobierno con verdadero sentido humano. Los trabajadores, la generalidad, los mejores avales de lo que escribo, seguramente desearían tener un trato igual o mejor o por lo menos un buen trato, el más elemental al que un ser humano trabajador tiene derecho.
Pero ojalá y cundiera el ejemplo también en los otros niveles de gobierno, pues muchos alcaldes, diputados, delegados de dependencias, etcétera, tampoco escapan a las deleznables prácticas a que me refiero.