PALEMÓN, MI MADRE Y HERMANOS MAYORES

Pasillos del Poder César Augusto Vázquez Chagoya Leanos en www.pasillosdelpoder.com vazquezchagoya@prodigy.net.mx 14 de SEPTIEMBRE de 2011

César Augusto Vázquez Chagoya

Pasillos del Poder

2011-09-14

El 14 de septiembre del 1971, por la tarde, saliendo de la preparatoria Minatitlán, me sentía muy cansado y triste. Como siempre con un grupo de amigos nos fuimos caminando al centro, llegando al restaurante Acapulco a un lado del parque Independencia. Cerca de las 8 de la noche, vi venir a mi primo hermano Rogelio Chagoya con una cara de ansiedad. Me paró de inmediato con un mal presentimiento y voy a su encuentro. No me dijo más que “Tú papá acaba de fallecer”.

En ese tiempo vivíamos en el 117 de la calle Juárez, donde naciera y muriera mi padre a dos cuadras del parque. En el trayecto a mi casa, me dije a mi mismo que tenía que ser fuerte. No había nadie en la casa. Todos se habían ido al hospital de concentración de PEMEX donde se encontraba el cuerpo de mi padre.

Con la ayuda de Rogelio y mis amigos, sin saber dónde lo iban a velar, desalojamos la sala. La primera en llegar fue mi madre María Asunción. La vi llegar en la camioneta que conducía mi padre acompañada de mis hermanos. Estaba desecha. No era fácil perder a su compañero de toda la vida y el trabajo que fue y faltaba por sacar adelante a 5 de los 10 hijos que tuvieron.

El cuerpo de mi padre llegó cerca de las 22.30 de la noche. Enseguida lo sacaron de la carroza y lo colocaron en la sala donde ya había amigos de la familia, especialmente de él. Cuando abren la parte del cristal del ataúd, mi madre y nosotros nos conmocionamos. No había reclamos a Dios ni a nadie, por verlo muerto a sus 56 años de edad; sólo remordimientos callados.

Fue una noche de no dormir y temprano ir a la iglesia San Pedro para que programaran la misa de cuerpo presente. Cosas de la vida: en esa iglesia había comenzado su historia, cuando su abuelo en ese lugar se había robado a caballo a su abuela y tuvieran 12 hijas y un varón.

A esa iglesia a la que acudía mi madre a las misas llevándonos con ella, mi padre, por ser masón, no entraba al menos que fueran las muertes de familiares, los bautizos de nosotros y sin quererlo, ese día se ofrecía una misa para un Palemón muerto, esa tarde del 15 de septiembre. Los masones creen en Dios pero no en la iglesia.

Ese aniversario de las fiestas de nuestra independencia, a las 15 horas fue la misa y caminando nos fuimos hasta el panteón municipal de la colonia Santa Clara. La carroza estuvo de más porque su ataúd fue cargado por amigos y familiares. No comprendía en ese momento por qué tanta gente nos acompañaba.

Llegamos al descanso que hay en casi todos los panteones donde la familia se despide por última vez del finado y así lo hicimos. Lloramos junto con gente que ni conocíamos. Fue sepultado junto a sus abuelos, su madre y la tía Justiniana quien lo había apoyado tanto en darle estudios. Esa tarde terminaba un ritual de la vida, que todos no la vamos a vivir, porque ya estaremos muertos.

Como es la vida, esa noche del grito, con parte de la ciudad inundada, unos festejaban y otros lloraban. Nos había tocado a nosotros. Hubo rezos, recuerdos y a dormir para acabar la pesadilla porque faltaba el tronco del árbol de la familia, pero como todas las cosas, hay salidas que mi padre ya había avizorado.

Mi padre nació un 11 de enero de 1916. Hijo de Maximino Vázquez, del Barrio Oaxaca, y Casilda Atilano Menéndez, una de las 12 hijas de Leandro Atilano Rodríguez y Avelina Menéndez, española que llegara a Minatitlán para casarse con otro español, pero en el embarcadero Leandro se enamoraría de la mujer menudita, blanca y ojos azules.

Leandro Atilano era oriundo de la congregación Iguanero, de raza de la cruza de indígenas y negros de los campos algodoneros de Minatitlán.

Pues Don Leandro se robó de la iglesia a mi bisabuela y se la llevó al monte. Era muy penada la acción, por lo que fue perseguido. A los padres de mi bisabuelo el chiste le costó mucho y perdieron ranchos para reparar el daño a los ofendidos y pagar las multas a las autoridades. Estamos hablando de finales de los años 1880.

Leandro Atilano tiempo después vino a la ciudad. Según relata el minatitleco Abel R. Pérez, dueño del diario nacional Excélsior, escrito en Paris, Francia, que Leandro Atilano fue asesinado a puñaladas en lo que hoy es la calle de Emilio Carranza, antes de llegar a su casa, por andar con una mulata casada. Mi bisabuelo era carnicero

Mi bisabuela Avelina murió de anciana. Mi abuela Casilda, antes de mi papá, tuvo una hija llamada Esperanza Virueñas Atilano, quien vivió en la Ciudad de México y fue criada por mi tía Dalila. Era una fiesta cuando llegaban mi tía y mis primos. Mi bisabuelo paterno, Máximo, tuvo otros hijos: Alfredo Vázquez y otras tres hermanas, que nosotros nunca conocimos.

Mi padre cada domingo lo dedicaba a sus hijos y a su familia. Combinaba las visitas. Si era en la mañana, nos bajábamos con él, pero si era de noche nos quedábamos a esperarlo. Invariablemente iba a ver a su hermano Alfredo, quien era un buen carpintero y a un sobrino que nosotros le llamábamos “Chispetas”, quien tenía un lavado de carros.

El primero en morir en círculo familiar más cercano fue mi tío abuelo Leandro Atilano Menéndez, quien fue ahorcado en Chinameca por luchar en contra de la dictadura de Porfirio Díaz. Después se fueron la bisabuela, el bisabuelo, su madre, tías y su hermana Esperanza, que la encontraron sus hijas como dormida. La sorprendió un infarto.

Don Palemón estudió en la escuela primaria cantonal José María Morelos y Pavón. Mi tía abuela Justiniana Atilano le paga sus estudios en la escuela metodista de Puebla, donde aprende muy bien mecanografía y taquigrafía. En 1936, a los 20 años, entra a trabajar como oficinista en la compañía petrolera “El Águila, en la refinería de Minatitlán, propiedad de los Ingleses Pearson y la familia de Porfirio Díaz, en el departamento de construcción y mantenimiento.

Ahí llamó la atención de los ingleses por su eficiencia en escribir a máquina y su disposición de aprender el inglés. Lo becaban para que fuera a estudiar ingeniería a Alemania, pero él se negó porque sólo le pagaban los estudios y no su sueldo con que mantener a su mamá.

Este hecho le hizo no perder tiempo porque a los dos años el presidente Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera, por lo que los ingleses abandonaron el país pensando que los trabajadores mexicanos no podrían con la industria, pero esa generación de trabajadores aplicaron lo que habían aprendido y mi padre fue los que traducían los libros y reportes de inglés al español.

En ese tiempo estudió contabilidad privada por correspondencia en la Escuela Comercial y Contabilidad de México. A la misma escuela fueron a estudiar mis hermanos Carlos, Renato y Guillermo como contadores públicos.

Por un tiempo fue trabajador sindicalizado, pero por su mecanografía, taquigrafía, conocimientos de contabilidad y su inglés fue nombrado Auxiliar Administrativo del Superintendente de la refinería (lo que hoy sería un puesto de secretario particular). Antes los superintendentes duraban años y generalmente eran ingenieros químicos.

Entre los que recuerdo: Eduardo Acuña, José Laris Alanís, Carlos Acevedo del Ángel, Carlos Corcuera y el ingeniero Calva Cuadrilla. El acenso de mi padre nos permitió vivir en las colonias en donde habitaban antes los ingleses. Primero en la colonia “18 de Marzo”. Después en la primera colonia hecha por los europeos al lado de la refinería, llamada “Primero de Mayo” donde aparte de grandes patios, estaba el hospital y el centro de recreación con alberca, salón de baile, boliche y cancha de básquetbol.

En esta colonia, en la casa numero 24, nací un 8 de junio de 1954, con partera a pesar que a pocos metros estaba el hospital. Así quería mi madre, quien se casa con mi padre en 1938. Hija de Otilia Rivera, originaria de Jáltipan, y de Regino Chagoya Rivera, originario de Chicontepec, quien llega a la región huyendo de la revolución junto con su hermano Vidal, pues su padre había sido jefe político del Cantón, por los que los tres fueron presos en la cárcel de Belén en México.

Gracias a Francisco I. Madero fueron liberados con la condición de que se fueran de la Huasteca. Mi abuelo y su hermano nunca regresaron, pero mi bisabuelo Leonardo Chagoya no y fue asesinado y enterrado cerca de San Sebastián, lo que hoy es un potrero. Este dato se lo agradezco al ex subprocurador de Tantoyuca Ernesto González, de Martínez de la Torre, familiares y amigos de Chicontepec.

El regreso de Don Leonardo a la Huasteca es comprensible. Regino y Vidal eran sus hijos mayores, quienes lo habían visto por última vez en San Andrés Tuxtla en 1924. El bisabuelo materno regresa porque tuvo otros hijos, que necesitaba saber de ellos y eso le costó la vida.

Don Regino concibió a mi madre cuando tenía 60 años y a sus 78 años, teniendo una tienda en frente de la Rotonda de Santa Clara, en una celebración de la victoria sobre los franceses el 18 de octubre en 1863, le enamoran a una de sus dos hijas. Por lo menos con nuestra abuela Otilia tuvo tres hijos varones más. Tenía más hijos, pero a pocos conocimos.

Ya anciano, mi abuelo Regino, no le pudo poner peros al trabajador de la refinería quien le dio 10 nietos, 7 hombres y 3 mujeres.

Cosas de la vida: mi padre muere el 14 de septiembre de 1971 y en mayo de 1972, el día 11, muere Otilia Rivera y en ese mismo año el 6 de agosto muere de tristeza Don Regino a los 106 años de edad. Su hermano Vidal muere a los 110 años, tiempo después. Estos sí caminaban.

Mi padre Palemón, por necesidad de darles educación a 10 hijos, trabajaba mucho. Puso una academia de Mecanografía y Taquigrafía en Hidalgo esquina con Ejército Mexicano; después la pasó más al centro al lado de lo que fue la librería Beltrán. Después daba clases en la casa de la colonia “Primero de Mayo” a la hora de la comida.

Los horarios de trabajo en la refinería eran de 7 de la mañana a 12, salían a comer y regresaban a las 14 horas para salir a las 17 horas, de lunes a sábado. Por la responsabilidad, Don Palemón salía más tarde.

No era suficiente la academia para completar y mantener a 10 hijos, por lo que vendía seguros de vida. Recibió varios reconocimientos por ventas de parte de la “Aseguradora La Nacional” ya desaparecida.

En las noches lo veía con libros de contabilidad, pues resulta que fue el contador del Sindicato Petrolero Sección 10 hasta su muerte. Era muy organizado. A mis 6 hermanos mayores les enseñó mecanografía, inglés y taquigrafía. A los 4 menores (en donde me incluyo) sólo nos enseñaba inglés y algebra. Decían los mayores que ya Don Palemón había aflojado, porque con ellos fue muy duro.

Mi padre, aparte de trabajador, le gustaba el deporte. Fundó muy joven el equipo de básquetbol “MINAMEX” que lo volvió muy competitivo, llegando a traer a equipos de otras partes de la república y a los famosos Globetrotters, de los Estados Unidos. Deja el equipo en 1959.

El ingeniero Carlos Acevedo del Ángel fue muy visionario en cuanto a llevar beneficios a la población cuando fue superintendente, porque le tocó ser parte de los técnicos mexicanos en no dejar que se cayera la refinería, sino que la levantaron a alturas insospechadas, pero tenía una virtud poco conocida. Le gustaba el deporte.

Para utilizar las instalaciones que tenían los ingleses sociales y deportivas, los trabajadores y empleados de PEMEX crearon la Asociación Deportiva Minatitlán (ADM) para dar acceso a la población en general. Las colonias “Primero de Mayo” y “18 de Marzo” están cercadas todavía como en los tiempos de los ingleses, pero podrían entrar los que se afiliaban al ADM. La primera colonia ya desapareció por reconfiguración de la refinería.

Ahora queda el salón de baile creado por los ingleses en la colonia 18 de Marzo e instalaciones propias del ADM en los terrenos de Tacoteno, donde hay albercas y hasta campo de golf, al lado del hospital de PEMEX. Pues en 1961, Don Carlos y Don Palemón se echaron la aventura de crear la Liga Pequeña de Béisbol en un campo donde es ahora el Complejo Petroquímico Cosoleacaque.

Por la construcción del complejo, hicieron el campo al lado de las instalaciones del viejo aeropuerto y los campos de fútbol del Alondra. Cuando se jubiló Don Carlos Acevedo del Ángel, vivió en frente del nuevo campo de ligas pequeñas. Mi padre presidio la liga hasta que se murió.

En 1966, Don Palemón funda una imprenta no sólo para meter las novedosas copiadoras, sino con la tendencia de crear un periódico que se llamaría “DEPORTES Y SOCIALES” (DYS). Logró la imprenta e introducir las copiadoras Xerox, Corona Smith y otras en la región. El diario lo logró mi hermano Renato en el 2002, con el nombre de “SOTAVENTO DIARIO”.

Mi padre se jubila de PEMEX en 1970. Le tocó la maldición de los jubilados que si pasa el primer año sin problemas, ya la hiciste. Nuevamente vivíamos en la colonia “18 de Marzo” cuando se jubiló, por lo que nos tuvimos que ir a vivir a la calle Juárez en el centro de Minatitlán donde había nacido.

Decíamos al principio que cuando se murió teníamos un sentimiento de culpa los hijos por su muerte. En el imaginario, todos creíamos que teníamos algo de culpa, pero en una celebración del cumpleaños de nuestra madre que ya tiene 91 años, salió el tema, porque uno dijo que había tenido problemas con Don Palemón esa mañana donde le dio el tercer infarto.

Salió de un hijo, por lo que los demás salieron cada quien con su culpa, pero nada era cierto, ya que nos quería mucho. Como hijo que se crió solo, quería tener una gran familia y no le gustaba más que vernos a todos juntos, por lo que luchó y quería vivir para vernos a todos grandes, pero su cuerpo no resistió tanta carga y tensión. Lo anterior se lo manifestó a un hermano cuando estaba internado en el hospital.

Hoy a 40 años de la muerte de Palemón Vázquez Atilano, lo recordamos con amor y agradecimiento por inculcarnos el amor al trabajo. También en este día aprovecho para agradecer a mi madre y a mis hermanos más grandes: Carlos Alejandro, Fernando Arturo, Guillermo Enrique, Renato Palemón y a Elsa Henrieta, por haber pagado los estudios de los hermanos menores Jorge Eduardo, Lilia Raquel, César Augusto, Gerardo Alberto y María de Lourdes.

Ellos son el ejemplo más valioso de lo quería nuestro padre. Luchar juntos. Mis hermanos mayores que ya habían estudiado en México, no tenían ninguna obligación con nosotros los menores. Ya se habían casado y tenían hijos Carlos, Fernando, Elsa y Renato. El único soltero era Guillermo.

El escenario no era fácil. Mi madre en un año había perdido a su esposo, a su madre y a su padre. Dos hermanos, Jorge y Lilia, ya en las carreras profesionales, y César, Gerardo con María de los Lourdes en la enseñanza media. Fue para ellos un esfuerzo extraordinario que se los agradecemos toda la vida y siento que nunca podré (por lo menos por mí) pagarles en todos los sentidos, haciendo esto extensivo a sus familias.

Nunca han cobrado. Nunca han reprochado o echado en cara nada.

Don Palemón Vázquez Atilano vive en todos.

Ya le voy a parar porque ya estoy llorando, pero de alegría por tener una familia así.

Gracias Padre.
Gracias Madre.
Gracias Hermanos.