Para hacerse del control del Acuario de Veracruz, un Fideicomiso Público manejado por una Asociación Civil, el gobierno estatal tuvo un motivo esencial: la muerte de un manatí.
En un comunicado, se enfatiza que los administradores no avisaron de la defunción del sirénido y, además, habrían intentado desparecer el cadáver. El malestar de la 4T jarocha es tal, que en el decreto se acuerda que los trabajadores del sitio continúen, a excepción de los presuntos responsables del deceso de la vaca marina.
No sobra señalar que, la citada instalación, es la más importante de LATAM en su clase y también recibe más de un millón de visitantes al año, lo cual sugiere que no hay desdén en el cuidado de las especies ahí albergadas y, creemos, funciona con NÚMEROS NEGROS.
Pero esto último no influyó, Dios guarde la hora, para realizar tal acto de ultrajes a la razón, todo fue en nombre del mamífero acuático.
Ante tanta sensibilidad, uno se pregunta: señor gobernador: ¿por qué no promueve la desaparición del cabildo en los municipios en los cuales hay un alto índice de homicidios dolosos y, en consecuencia, se nombra un Concejo Municipal?
¿Por qué no remover al director de un hospital público cada vez que hay un muerto por negligencia médica?
¿Por qué no destituye al secretario de Seguridad Pública cuando sus jenízaros desaparecen personas?
¿Por qué usted, ante el aumento de los feminicidios en la entidad, no renuncia a la titularidad del Ejecutivo?
¿Acaso sólo se actúa con arrolladora voluntad política cuando el muerto es un manatí?
Ante tanto amor, sólo nos queda tararear: tuvimos un sirenito, justo al año de casados…