Las alianzas partidistas y la traición a México
CLAROSCUROS
José Luis Ortega Vidal
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Ya sabemos que la lucha electoral de Veracruz en el 2013 se dará entre alianzas.
Hemos expuesto también que los partidos políticos en México –y Veracruz dista de ser la excepción- han renunciado a sus fundamentos ideológicos.
La decisión de abandonar el sustento de las ideas y convertirse en organismos pragmáticos, va más allá de las ventajas y desventajas electorales que esto supone.
El espíritu de toda organización política se fundamenta en ideas.
La identificación con una determinada visión de la realidad, es lo que estructura una militancia.
Y esa identidad, finalmente, representa el motor de la movilización social.
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Los partidos políticos cumplen la función de canalizar los afanes de la movilización social.
En 1929 –por ejemplo- el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario –el PNR, que luego se convertiría en el PRM y finalmente en el PRI- fue un elemento clave en la institucionalización del Estado Mexicano tras la Revolución de 1910.
La conversión del PNR/PRM/PRI en una “democracia perfecta” es un tema ligado al proceso de construcción del México Postrevolucionario, pero no contradice la esencia de la coyuntura histórica del maximato.
A la muerte de Alvaro Obregón, Calles no sólo tomó el control en una circunstancia que lo reclamaba –so pena de retornar al movimiento armado- sino que exigía una eficiencia política de alto nivel.
Visto en términos pragmático, pero al mismo tiempo de liderazgo político coyuntural, el surgimiento del PNR fue un acierto.
Su nacimiento permitió canalizar adecuadamente a los múltiples grupos de poder que habían tomado parte de la guerra civil mexicana y exigían respuestas a sus demandas así como un pedazo del pastel.
La conversión del PNR en un partido de Estado, representa un atraso histórico; pero la fealdad posterior del chamaco no elimina la importancia de su nacimiento,
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Manuel Gómez Morín fue un ideólogo que vivió la Revolución Mexicana desde una posición clave: su juventud universitaria.
El creador del Partido Acción Nacional (PAN) fue asesor de los gobiernos que surgieron tras el movimiento armado.
Al mismo tiempo, su experiencia como joven que vio morir a millones de ciudadanos en una lucha fratricida -mientras él leía a los clásicos romanos y griegos y formaba parte del selecto grupo de los autollamados “Siete Sabios” de la Universidad Nacional- se tradujo en su inteligente perspectiva histórica sobre el país.
El PAN –creado por Gómez Morín- recoge inquietudes decimonónicas de la vida política mexicana.
El espíritu de los conservadores que lucharon contra Benito Juárez y los liberales en el siglo XIX, encontraría en el PAN un espacio donde canalizar su discurso ideológico y convertirlo en praxis en pro del poder.
Como el del PNR/PRM/PRI, el del PAN se convirtió con los años en un trabajo de peso histórico en la construcción del México contemporáneo.
La lucha del panismo ha sido memorable. Sus creadores, sus constructores trabajaron durante más de medio siglo para tejer un partido serio, idealista, eficiente, paciente, respetuoso de la Ley, de la ideología ajena y de la propia, en aras de la democratización del país.
Igual que en el caso del PRI: el panismo original y el de su construcción a base de sacrificio durante décadas, no es responsable de los 12 años lastimosos de su conversión en gobierno.
La idiotez de Fox y el ego sangriento de Calderón no son culpa del PAN.
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¿Cómo imaginar una democratización sin ideología?
Nadie la pensó siquiera en el panismo original, cuya tendencia estructural fue, ha sido y es de derecha.
Por lo que hace al PRI, el origen ideológico de este partido es del centro-izquierda; aunque su práctica haya sido –lamentablemente- más dictatorial que apegada a la justicia social.
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El de la izquierda es tema aparte.
La ideología izquierdista en México tiene una historia tan larga como la construcción misma del país y al mismo tiempo ofrece una amplia gama de representaciones: desde Vicente Guerrero en la guerra de Independencia;, pasando por el juarismo y el partido liberal de los Flores Magón; hasta los movimientos de lucha radical durante todo el siglo XX.
En fin: el PRD pretende ser la representación de la izquierda mexicana.
En mi opinión no lo es.
De hecho, está muy lejos de serlo.
Pero, para efectos de ordenar este argumento, digamos que entre los fundamentos del perredismo co-existen elementos de la ideología izquierdista.
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Ante este panorama resulta preocupante la situación que viven los partidos políticos en México y Veracruz.
Al entrar a la dinámica de las alianzas están renunciando a su responsabilidad social, política, ética e histórica: la de luchar por la construcción de una sociedad más justa y más desarrollada; una sociedad realmente libre.
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Resulta claro que las alianzas representan ambición.
Lejos están de los afanes de mejoramiento social que afirman encarnar.
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Tras el descaro en que incurren todos los partidos políticos del país y la entidad, sólo queda seguir pugnando por la apertura de los espacios de poder a la sociedad civil.
La Reforma Electoral al respecto sigue pendiente.