Ahora viene protesta de lujo

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2013-09-11

Oportuno, oportuno por donde se le vea, el llamado ayer del Gobierno del Estado, a través del secretario de Educación, Adolfo Mota, a participar en la Mesa de Trabajo de la Armonización de la Legislación Local con la Reforma Educativa, que no se entiende más que como la oportunidad para lograr un acuerdo social a favor de la educación en Veracruz.
Importante que la convocatoria sea abierta tanto a organizaciones magisteriales como a docentes, padres de familia, académicos, especialistas y a la sociedad civil. Las aportaciones de cada quien pueden ser de gran valor incluso para incluir, hasta donde la ley lo permita, muchas de las inquietudes, reclamos y propuestas de quienes ahora se muestras escépticos y rechazan la reforma.
Ante el caldeado ambiente que sigue prevaleciendo en el país por el tema, este tipo de convocatorias debe servir para despresurizar la olla, que ya está hirviendo. Ojalá y funcione y tenga éxito.
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No puedo más que saludar con beneplácito el nombramiento de Raciel Martínez Gómez como nuevo director de Comunicación Universitaria. Es un viejo conocido y compañero, que en el terreno periodístico se hizo también al lado del inolvidable Ángel Leodegario Gutiérrez Castellanos, “Yayo”, en el diario Política.
En lo personal me da gusto también el nombramiento de José Luis Martínez Suárez como director del Área de Humanidades. Ex director de la Facultad de Letras, presidió el jurado de mi examen profesional.
Ayer también, en la Editorial de la UV, mi centro de trabajo, le tocó despedirse como titular al escritor Agustín del Moral, excelente compañero, quien realizó un gran trabajo y quien deja la mejor imagen entre el personal merced a su trato respetuoso con todos, pero también amistoso. Hombre de gran valía, seguramente cosechará más éxitos en las tareas que emprenda.
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Y pensar que para cuando termine la protesta de los maestros (algún día tiene que terminar), los empresarios ya tienen apartadas las calles del país para continuar ellos.
No han reservado, en el caso de Xalapa, la plaza Lerdo porque no les sirve: ahí no caben sus Corvette, sus Pontiac, sus BMW, sus Honda, sus Armada, sus Subaru, sus Toyota.
Porque la suya, la de los empresarios, no será una protesta cualquiera contra la Reforma Hacendaria y contra Enrique Peña Nieto y su gobierno. No, será a la altura de la verdadera gente bonita, tan espectacular y llamativa que incluso merecerá que salga en la revista ¡Hola!
Ahora que han pegado el grito en el cielo porque Peña se los quiere atorar, ya hasta se me había olvidado que por herencia la clase empresarial es panista. Cosa de recordar cómo los fundadores del partido blanquiazul eran, a su vez, los grandes herederos de los Pani, de los Limantour, de los Trouyet, de toda la aristocracia que floreció y cobró esplendor en el porfiriato.
Acaso eso explique por qué ayer el partido de la derecha, de la clase patronal, en voz del senador Jorge Luis Preciado, salió a decir que nones, que ellos no respaldarán esa reforma. Claro, tienen que ser fieles a su origen.
La actitud de los señores del dinero, del puro, del sombrerote de copa como los dibujan algunos caricaturistas, me hizo volver a lo que dijo en marzo pasado en Guaymas, Sonora, el filósofo del trópico Andrés Manuel López Obrador.
Al cumplirse los primeros 100 días del gobierno priista, el Peje arremetió contra los que compran votos por lo que señaló que lo ideal es lo que planteó el filósofo Juan Jacobo Rousseau: que no hubieran hombres tan ricos, tan ricos, tan ricos, que pudieran hasta comprar la voluntad de otros hombres, y que no hubiera hombres tan pobres, tan pobres, tan pobres, que se vieran obligados a vender su voluntad.
¿Oiga don Andrés Manuel, y si a esos ricos, ricos, ricos compra votos se les aplica un impuesto por cada voto que compren? ¿No cree que eso, tan solo eso bastaría para acabar con el problema? Ya estamos viendo que si a algo le tienen miedo, pavor, es a que les cobren impuestos. Nadie se atrevería a comprar un voto más. Primero pasaría un camello por el ojo de una aguja, ¿no cree usted?
Pero volviendo a los empresarios, yo sinceramente no sé por qué se quejan si, finalmente y como siempre, ellos nunca pierden y cualquier costo extra que les cobra el gobierno se lo pasan al jodido consumidor.
En realidad, los que debieran protestar porque Peña Nieto les quiere cobrar más a los que más tienen deberían ser los pobres, porque ellos, al final, serán los paganos.
Si se aprueba la reforma en el sentido en que se pretende, apenas entre en vigor, el porcentaje de diferencia lo habremos de pagar nosotros con alza en el precio de la tortilla, de la leche, del transporte, del huevo, etcétera, etcétera, etcétera. Cuál sufrir.
Sólo en una cosa estoy de acuerdo con los panistas: en su oposición a que se grave la educación privada. Y no porque defienda el privilegio de quienes sí pueden ir al Tec de Monterrey, o a la Anáhuac, o a la Ibero, o a otras tantas famosas y caras escuelas.
No. Lo hago porque, en el caso de Veracruz, será castigar más a miles de familias que con gran esfuerzo envían a sus hijos a universidades privadas luego de que la Universidad Veracruzana los rechazó.
Sé de muchas familias que se han endrogado para inscribirlos con el fin de que puedan labrar un mejor futuro, y que viven ahora con la angustia de cómo van a hacer para juntar dinero y pagar cada mensualidad.
Tienen razón quienes argumentan que ahora es cuando, viendo lo del paro de los maestros de las escuelas públicas, quisieran cambiar a sus hijos a escuelas privadas, porque los niños y jóvenes de esos planteles no han suspendido actividades y no han tenido un solo día de paro, y a Peña y a su gobierno se les ocurre tratar de que ese tipo de educación también pague impuestos.
Una pregunta que se me antoja es en dónde están los diputados locales del PRI, los dizque representantes populares, que debieron alzar la voz de inmediato para protestar por esa propuesta pues bien saben que hay muchos jóvenes de sus distritos que al ser rechazados por la UV han ido a parar a las universidades particulares las que, de cobrarles impuestos, tendrían que abandonar.
¿O, en todo caso, no sería un acierto que el Gobierno del estado se adelantara y dijera que si se impone ese cobro, las finanzas estatales lo cubrirán para salvaguardar la permanencia en sus estudios de los jóvenes en condiciones económicas desfavorables?
En fin, lo cierto es que todavía no termina un merequetengue cuando ya tenemos encima otro.