¿Tomar o no café con el poder?

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2014-03-07

“Hace pocos días se conocía que el gobernador de Veracruz invitó a desayunar a algunos periodistas y hasta tuvo el detalle de darles un cachito de lotería (el humor negro no tiene fronteras). A lo que voy con este ejemplo es que la prensa no es víctima del dinero público. La prensa está acostumbrada a esa relación perversa. La falta de ética por parte de los periodistas hace que un día Duarte sea el enemigo y al día siguiente departan en la misma mesa”.
Esto lo escribió ayer Darío Ramírez, director de Artículo 19 para México y Centroamérica, una ONG dedicada a la defensa y promoción de la libertad de expresión, en su colaboración habitual del portal Sinembargo.mx, que ahora tituló “La inexistente libertad”.
El texto que transcribo al inicio se encuadra dentro del comentario que hace de que su jefe inglés (se supone que de Artículo 19) vino de visita al país en semanas pasadas y que durante días intentó explicar lo complejo que es la realidad de México, pues no entendía por qué siendo un problema tan serio la violencia contra la prensa y habiendo varias instituciones de Estado encargadas de detenerla eran completamente inútiles “y los casos de violencia siguen apilándose en los anaqueles de la impunidad”.
En su amplia disquisición sobre el tema, apuntó: “El ejercer la libertad de expresión en México pasa por dónde lo hagas, con quién lo hagas, sobre qué te expreses, cómo lo hagas y un sinfín de variables. Ese es el punto fino del análisis sobre el ejercicio de la libertad de expresión en México. ¿Por qué nos sentimos tan cómodos afirmando que hemos avanzado si el contexto, aunque diferente, es sumamente adverso? Aquellos, como el gobierno, que afirmen que no es así, simplemente o mienten u omiten”.
Un entrañable compañero columnista, muy perspicaz al escribir, que hace crítica con muy fino humor, creo que para algunos cometió un pecado al asistir el lunes pasado al desayuno que por segunda ocasión ofreció el gobernador Javier Duarte de Ochoa a los reporteros que cubren sus conferencias matutinas de inicio de semana (al menos ya van dos y parece que se van a institucionalizar). En las redes sociales, en Facebook concretamente donde él hace circular también sus escritos e interactúa con compañeros y lectores, recibió reproches por ese hecho.
¿Es bueno o malo? ¿Es reprobable que el periodista conviva con el hombre de poder político? ¿Acaso pierde su independencia, sus principios, por el sólo hecho de hacerlo? ¿Acaso debe existir un divorcio total entre el político al que se crítica, el gobernante al que se le señalan errores u omisiones y la prensa? ¿Periodista y gobernante o político se deben ver como enemigos? ¿Se deben excluir por la mera naturaleza de los objetivos de su quehacer?
Yo tengo mi muy particular punto de vista al respecto. Por supuesto, he estado en ambos lados de la cancha. Me considero por derecho propio periodista de carrera, reportero de origen hasta escalar puestos directivos en medios, e incluso haber sido cofundador de un periódico tan importante como el Diario del Istmo de Coatzacoalcos, pero también con la experiencia de haber transitado durante 30 años por oficinas de prensa de Gobierno y del PRI, y pienso y creo que uno y otro no tienen porqué excluirse ni porqué no convivir si lo hacen con respeto al trabajo y la responsabilidad de cada quien.
Especialmente en Estados Unidos hay códigos de ética que me parecen muy rigurosos cuando prohíben que un periodista acepte siquiera un café de un hombre público porque consideran que por sólo ese hecho comprometen su independencia y el de sus medios, pero también es indicativo de porqué la calidad informativa y el rigor profesional de buena parte de la prensa norteamericana, la única hasta ahora en la historia de la humanidad que ha sido capaz de hacer dimitir a un Presidente, como fue el caso de The Washington Post con Richard Nixon.
Nuestro sistema no está tan desarrollado como el del vecino país ni las condiciones de trabajo ni el clima político son tan propicios para un nivel como el del periodismo gringo, por lo que queda en la convicción, en la conciencia y en la ética y el comportamiento personal de cada quien comprometer su independencia con el poder, pero no creo que lo haga si públicamente y en un ambiente de trabajo, a la vista de todos, toma café con el hombre público, que al fin y al cabo no deja de ser una fuente de información, en muchos acaso la principal o la mejor fuente de información a la que el profesional no puede ni debe darle la espalda.
Creo también que desde hace mucho perdimos de vista cuál es la esencia de nuestro quehacer, de los que hacemos periodismo, que es informar o tratar de informar con apego a la verdad o a lo que esté más cerca de la verdad, con independencia, para pasar a convertirnos en jueces y, peor, a veces en detractores cuando no se responde a nuestros intereses, que no a los de los lectores, de la sociedad.
Darío Ramírez dice algo que me llama poderosamente la atención: que luego el periodista ve al gobernante como enemigo aunque al día siguiente coma con él, y pienso que el profesional de la información, de los medios, no tiene por qué verlo como enemigo, aunque tampoco como amigo, sino que debe considerarlo como lo que es: un hombre público que tiene que rendir cuentas al ciudadano del poder que mediante su voto le confió.
Ahora sí, como dice la sentencia bíblica, dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, esto es, zapatero a tus zapatos, el gobernante a gobernar bien y el periodista a informar con apego a los hechos, pensando siempre en el bien común.
El Gobierno del estado estrena ahora a un nuevo coordinador general de Comunicación Social. Luego de la triste experiencia que hemos vivido en Veracruz, lo que cabe esperar es que Alberto Silva Ramos tenga no sólo la madurez sino sobre todo la visión y la sensibilidad para entender que la unanimidad no sólo es sospechosa sino dañina y que a nadie, en especial al Gobierno, conviene; que en la medida en que se tenga una prensa lo más independiente posible, vigilante, crítica, razonable, responsable, ética y profesional, se fortalecerán la democracia y el Gobierno mismo; que la prensa no es enemiga de nadie sino razón de ser de la libertad de pensar y de expresarse de cada quien; que es coadyuvante y que puede ser la mejor aliada en la conducción de la administración pública si señala, si advierte cuando se desvíe el rumbo y si se le atiende; que puede convivir con el poder a condición de que ello no implique o se tome como una señal de complicidad; que la prensa y el Gobierno tienden hacia el mismo objetivo, tienen la misma finalidad: servir a la sociedad, y que por eso mismo no se deben ni se pueden ver como enemigos, pero siempre a partir del respeto al quehacer de cada quien.
Yo trato de escribir, de informar y si mi fuente es de primera mano, qué mejor. Tengo muy claro mi objetivo: veo al gobernante, al hombre de poder político, como un servidor de sus representados, no como un enemigo, por más que me trate de acallar por el método que guste. Por eso mismo no veo por qué no pueda reunirme con él. Que don Alberto Silva no nos decepcione y que esté a la altura de la expectativa que ha causado su llegada.