Andrés Manuel: el manejo de los daños, el rescate de su futuro
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La elección de Presidente de la República en México ha concluido.
Andrés Manuel López Obrador -el candidato que ocupa el segundo lugar en la contienda- lo sabe y lo admite.
A tres días de que Enrique Peña Nieto se convirtió en el primer priista en ganar la Presidencia del país en la urnas y sin ninguna duda legal, el anuncio de AMLO en el sentido de que llevará su pugna electoral al terreno judicial significa –en esencia- su manejo del escenario de daños.
El día de las elecciones, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano -ícono de la democracia en México y líder moral del PRD- declaró que no veía condiciones para un fraude.
Dicho en otros términos: Cárdenas Solórzano “se abrió”.
Cuauhtémoc se sabe un político histórico, hijo de un personaje histórico y así se quiere despedir de la vida pública: con el prestigio que da la medalla Belisario Domínguez.
No obstante en el terreno real, en la política de carne y hueso, Cuauhtémoc Cárdenas ya no es quien mueve al perredismo.
El PRD agrupa a un sinnúmero de izquierdas, de todo tipo: radicales, moderadas, demócrátacristianas, comunistas, belicosas, ideológicas, pragmáticas, herederas de la lucha obrera, honestas, ex priistas de la vieja guardia, chambistas, etcétera.
Estas izquierdas son las que mueven a la masa electoral que alimenta al PRD, básicamente en el sureste de México.
Estas izquierdas apoyaron a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y vieron cómo el PRI les arrebataba el triunfo legítimo que obtuvieron en las urnas.
Luego, en el 2006, se sintieron en el poder y fueron testigos de cómo una guerra sucia mandó a Andrés Manuel a la derrota con un dudoso e increíble 0.5 de diferencia en el conteo oficial de votos, frente a Felipe Calderón Hinojosa.
Hoy, esa izquierda que sólo ha estado en el poder durante un sexenio: el de 1934-1940, con el general Lázaro Cárdenas del Río, no puede creer que habiendo obtenido un millón de votos más que en 2006, vuelven a perder.
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Andrés Manuel López Obrador es un político necio.
En eso, justamente, radica su éxito y paradójicamente en eso consiste una de sus debilidades importantes.
Sin embargo, AMLO no es un tonto. Es un hombre inteligente y conoce la historia de México.
Los socios de AMLO no le permitirían aceptar una derrota así como así.
Y ellos son su patrimonio político.
“El Peje” no planea irse “a la chingada” ni al rancho de su hermano en Tabasco, como afirmó que haría en el caso de perder.
Sabe que perdió pero está construyendo su futuro político.
Un conflicto postelectoral no cabe en el México del 2012.
Una nueva toma de calles, otro bloqueo y más agresividad como la que mostró en el 2006, simplemente lo hundirían.
La lucha judicial es la mejor arma que ha encontrado para justificarse ante los seguidores que representan su futuro.
El escenario se presta porque perdió por una cantidad razonable para mostrarle a un juez que hubo irregularidades en los comicios.
El juez le dirá que sí las hubo pero son insuficientes para que hayan influido en su derrota y AMLO regresará ante su gente y les dirá: “ya ven, debemos seguir luchando porque en este país no hay democracia, bla, bla, bla…”
Eso es lo que viene y a partir de esta circunstancia López Obrador observará el arribo de Enrique Peña Nieto a “Los Pinos”, no tendrá argumentos para decirle “espurio”, pero conservará el liderazgo de una parte de las muchas izquierdas mexicanas.
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Desde esa trinchera trabajará otros seis años.
La candidatura de las izquierdas en el 2018 quizá no será suya. Lo más probable es que sea para Marcelo Ebrard; pero AMLO aspira a vivir aquel momento y ser protagonista.
En eso está trabajando “el peje”.
Cuauhtémoc Cárdenas morirá con una medalla Belisario Domínguez que orgulloso le mostrará al “Tata” en el cielo.
Andrés Manuel aspira a morir con el reconocimiento del necio que contribuyó al arribo de la izquierda al poder; aunque haya sido el necio que en el 2006 lo impidió.