Inundaciones; estilos de operar
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2013-09-17
Son estilos de gobierno, de hacer las cosas, de enfrentar las emergencias.
Acapulco, prácticamente quedó bajo el agua. Se calculó hasta en 50 mil el número de turistas que quedó varado a causa de los cortes en la Autopista del Sol y las malas condiciones del aeropuerto local. Habían viajado al puerto aprovechando el puente por el Grito y el 16 de septiembre.
Pero también, lógicamente, los habitantes del puerto y de otros municipios guerrerenses sufrieron las consecuencias por las inundaciones que provocaron las lluvias por la tormenta Manuel.
Relevante, en verdad, que el presidente Enrique Peña Nieto, pese a lo riesgoso del viaje por las malas condiciones del aeropuerto de Acapulco, haya viajado al puerto para constatar de cerca y en directo la situación que se vive. Recorrió calles, colonias y visitó a los damnificados en los albergues.
Ya se comentó en la prensa de la Ciudad de México que la noche del 15, para sorpresa de los invitados al festejo en Palacio Nacional que esperaban en el patio central, Peña se disculpó y anunció que se retiraba para atender la emergencia que se vivía por las inundaciones en varios puntos del país, y a esa hora convocó a reunión a todos los miembros del gabinete.
Así, Peña sesionó a la media noche bajo techo, en la comodidad de la oficina, pero tan pronto amaneció salió a mojarse, a vivir, así haya sido sólo por unas horas, lo que vivían y viven miles de mexicanos en la hora de la desgracia, de la angustia, de la desesperación.
Dada la sobreprotección que rodea a los gobernantes del país, por ejemplo incluso que en caso de lluvia un guarura o un miembro del Estado Mayor Presidencial (en el caso del Presidente) cubra con un paraguas a su jefe para que no lo toque ni siquiera el pétalo de una gota de lluvia, el mexiquense no sólo desechó esa práctica sino que no se le vio ni con sombrero, ni con gorra, ni con chamarra con gorro cubriéndose, incluso algunas imágenes lo muestran chorreando agua y hasta con el copete descompuesto.
En Acapulco, no hubo necesidad de que se quitara los zapatos, se arremangara los pantalones y se bajara a chapotear entre el agua para dictar medidas de ayuda, que ejecutan sus colaboradores.
La presencia de un gobernante ciertamente no evita los embates de la naturaleza, ni resuelve en automático los daños, ni impide que sus representados sufran las consecuencias, pero en casos de emergencia, de desgracia, lleva aliento, sentimiento de solidaridad y mensaje a los damnificados, a las víctimas sobrevivientes, de que no están solos, de que la máxima institución, estatal o presidencial, está con ellos y pendientes de ellos.
Sirve, además, para ver de cerca los hechos, para constatar la gravedad del problema, para tener una visión general de la magnitud de la situación y disponer lo necesario, y evita que sus colaboradores, como muchas veces lo hacen, lo cuenteen, lo traten de engañar e incluso hasta busquen sacar alguna ventaja aprovechando el río revuelto.
Estar con su pueblo en momentos de angustia no sólo es obligación del gobernante sino característica propia de un líder.
Ayer comenté que desde el Gobierno del estado me tocó vivir la gran inundación del norte del estado de aquel 6 de octubre de 1999, y cité esa zona porque fue la mayormente dañada, pero también buena parte del sur quedó bajo el agua, aunque con menos malas consecuencias porque no había tantos centros poblados.
Era gobernador el licenciado Miguel Alemán Velasco, y con él sobrevolamos grandes áreas dañadas, por ejemplo en todo el valle del Uxpanapa y el municipio de Jesús Carranza, ya colindante con Oaxaca, donde desaparecieron bajo el agua casas, caminos, sembradíos, animales.
Nunca pudimos bajar en aquella zona del sur porque no había ni un solo metro de terreno seco donde se pudiera posar el helicóptero, pero teníamos muy claro la magnitud del desastre.
Pero no todo fue sobrevuelo. Por ejemplo, un día bajamos en Lerdo de Tejada para viajar por carretera a San Andrés Tuxtla donde también había desborde de ríos. El gobernador Alemán estuvo en los sitios afectados, habló con los damnificados, dispuso medidas y en el trayecto de ida y vuelta pudimos constatar cómo parte de la carretera ya había desaparecido bajo el agua e incluso un guardaespaldas hubo de bajar a auxiliar a una anciana que había querido atravesar la carretera, para ir de una casa a otra y estaba a punto de ser arrastrada por la corriente.
Y en el norte, para estar cerca de la zona más dañada y atender mejor a la población afectada, así como enfrentar de inmediato los daños materiales y rescatar a quienes iban quedando aislados, se montó una base de operaciones en el aeropuerto Tajín en el municipio de Tihuatlán, cerca de Poza Rica.
Ahí se sesionaba cada vez que era necesario, sin horario preestablecido. Ahí llegaba la ayuda y de ahí se distribuía. Participaban jefes militares de la Marina y del Ejército, de Seguridad Pública y de los gobiernos estatal y federal, y en el área de prensa se emitían diariamente tres boletines, uno a temprana hora, otro sobre las tres de la tarde y uno más por la noche, además de que desde ahí se organizaban sobrevuelos con reporteros y fotógrafos.
Algo que nos enseñó aquello fue que la desgracia sólo era posible enfrentarla con éxito trabajando como un solo equipo, donde nadie trataba de adjudicarse éxitos personales, ni se exaltaba al gobernador Alemán, quien además se conducía con un bajo nivel mediático, además de que se estableció una sola vía informativa, una sola, la de Comunicación Social, en donde se concentraba la información, pues al inicio todo mundo declaraba o daba cifras y se empezaba a crear una gran confusión y a alimentar los rumores de que habían muchos muertos, versiones que decían que veían pasar cadáveres arrastrados por los ríos rumbo al mar.
Hoy el país enfrenta situación de emergencia en muchos estados. Veracruz no es la excepción. Un boletín oficial daba cuenta que ayer la secretaria de Protección Civil, Noemí Guzmán Lagunes, hizo un recorrido de supervisión por los municipios de El Higo, Tempoal y Pánuco con funcionarios de los tres órdenes de gobierno, para atender a la población afectada.
Noemí recorrió márgenes de los ríos, colonias dañadas y refugios temporales. Habló de unidad, de coordinación en los trabajos. Dio cifras. Dijo que hay 66 municipios afectados, 129 comunidades incomunicadas por tierra, 66 afluentes desbordados, 77 deslaves, más de 24 mil personas evacuadas, 148 vías de comunicación dañadas, así como 50 puentes con afectaciones. Tiene que reconocérsele su trabajo.