El Día del Gobernador
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2013-11-14
(Anoche, cuando ya distribuía esta columna trascendió que si para mañana viernes continúan las malas condiciones climatológicas se podría cambiar la sede del Tercer Informe de Gobierno del Castillo de San Juan de Ulúa al Teatro de la Reforma. Dada la premura, se escogería este recinto por ofrecer menos problemas técnicos.)
Gerardo “El güero” Fernández Carreto ya no pudo más y en un arranque que nadie esperaba se tiró al piso, de espaldas, alzó y abrió las piernas en forma de tijera y empezó a gritar: “¡¡¡Qué!!! ¡¡¡¿Quieren que me ponga a parir camiones?!!!”.
Era entonces Director General de Tránsito del Estado y estalló porque los organizadores del Quinto Informe del gobernador Rafael Hernández Ochoa le exigían camiones y más camiones para acarrear a cuanto veracruzano se pudiera de todo el estado a fin de darle una apoteósica bienvenida y despedida cuando entrara y saliera del Estadio Xalapeño declarado recinto oficial para la ceremonia.
Creo que no ha habido concentración igual en la historia de los informes de gobierno del estado. Eran otros tiempos, lógicamente, y el éxito de una gestión se medía por el número de acarreados que se pudiera concentrar en Xalapa para vitorear al gobernador en turno en el día de su informe. No había entonces Contraloría y, de hecho, ni oposición. Era la época de oro del priismo del siglo pasado.
Para aquel Informe entonces se contrataron todos los camiones y autobuses de pasajeros del estado, todos, a grado tal que se dejó sin servicio a millones de veracruzanos; y como querían más y más y ya no había más en todo Veracruz, alquilaron otros en Puebla y en el Estado de México, todos los que se pudo. Tal concentración fue en el Quinto Informe porque de hecho se considera el último, ya que el sexto se rinde cuando hay gobernador electo y el poder se ha acabado.
Sobre ese tipo de ceremonia política fastuosa de aquellos tiempos, al menos ha habido cambio a la fecha. Las jóvenes generaciones deben saber que hasta el último año del gobierno de Dante Delgado Rannauro, el día del Informe prácticamente era el Día del Gobernador. Estaba dedicado a rendirle culto, pleitesía, a exaltarlo al grado del endiosamiento, y para ello no se escatimaba absolutamente nada.
Por lo menos de lo que tengo memoria y ya me tocó cubrir como reportero, normalmente el recinto oficial fue el Teatro del Estado, pero, igual, había un acarreo inusitado para llenar hasta el tope toda la avenida Ávila Camacho partiendo del Palacio de Gobierno, y era infaltable la representación del SETSE con su aguerrida dirigente Acela Sevín Murrieta y las siglas del sindicato hechas en letras de madera montadas sobre un madero alto para que sobresalieran.
En esa fecha se suspendían las clases en todo el estado y tanto en el Palacio de Gobierno como en los palacios municipales de la entidad se ponían bocinas para que “todo mundo” escuchara el glorioso informe, y a los niños de entonces los obligaban a soplarse el soporífero bla bla bla porque como tarea tenían que llevar un reporte si no les bajaba calificación o los reprobaban.
Fue Dante, cuando rindió su último informe en el nuevo (el actual) Palacio Legislativo, quien acabó con toda esa parafernalia, para bien de las finanzas del estado y de la de todos los veracruzanos, pues hasta antes de ello arribaban “invitados especiales” de todos los rincones del estado y de la capital del país, que no eran más que unos gorrones y vividores del erario público que llegaban con mucha anticipación a Xalapa ya que les pagaban el traslado, el hospedaje (no quedaba una sola habitación vacía), comidas de lujo, cuentas de bares y todavía se les enviaban costosos regalos a sus habitaciones. A algunos incluso compañía femenina.
El gobernador en turno leía su informe que pasaba en cadena de radio estatal. Su rollo demoraba entre tres y cinco horas en promedio, tiempo en el que los cientos, miles de acarreados tenían que esperar en las calles aunque hubiera mucho frío, mucha neblina y un persistente y molesto chipi-chipi, ya que tenían que vitorear al gobernante cuando estuviera de regreso.
Dante decidió que no podía seguir más eso por el derroche que implicaba, y a la distancia creo que no se le ha hecho el justo reconocimiento por tan acertada decisión, ni por haber construido la sede del actual Congreso del estado, que en su tiempo sus enemigos consideraron un edificio ostentoso, en especial el gobierno de Patricio Chirinos Calero con Miguel Ángel Yunes Linares a la cabeza.
El paso del tiempo y las cambiantes condiciones políticas del país han ido modificando el ceremonial. De pronto, ante la desacralización de la figura del gobernante y el fortalecimiento de la oposición, los gobernadores optaron por dejar de ir a leer su Informe ante el pleno de los diputados e invitados especiales, aunque no dejan de entregarlo a la Legislatura, y para no someterse a ningún posible cuestionamiento ni acto de protesta y para de todos modos lucirse ante los reflectores, en un sitio que consideran el más adecuado leen un mensaje que, se supone, resume el Informe.
El actual gobernador Javier Duarte de Ochoa leyó su primer mensaje en la explanada de la Escuela Normal Veracruzana, al año siguiente, en 2012, se llevó el ceremonial al World Trade Center de Boca del Río, y este año, mañana viernes, será en la fortaleza del Castillo de San Juan de Ulúa.
La sola decisión del cambio de sede ha despertado los más polémicos comentarios, que si por cuestiones de seguridad, que para evitar una posible protesta de los docentes de la CNTE, que para que sólo asista “gente bonita”, que para afinar detalles dado que ahí se celebrará el próximo año la Cumbre de Jefes de Estado Iberoamericanos, que para impulsar el rescate del Castillo con propósitos turísticos, etcétera.
Puede haber mucho o parte de ello o todo a la vez, pero sí, al menos por la sede y la hora del evento (solicitan estar a más tardar a las seis de la tarde para iniciar a las siete de la tarde-noche), indudablemente que el gasto se reducirá ya que no habrá acarreados en camiones urbanos y autobuses de todo el estado y por lo mismo no se gastará en los famosos lonches (una naranja, un plátano, dos o tres pambazos y un boing), se supone que el cupo se llenará con los puros invitados (normalmente de Xalapa y el puerto jarocho) y ni siquiera se movilizará a los colonos de Veracruz y Boca del Río y no se gastará en pancartas, globos, matracas, confeti, y menos en marimbas, bailarines y grupos musicales.
En realidad, para los veracruzanos lo que cuenta y lo que les interesa a quienes les interesa es lo que se va a decir, y la ceremonia bien se podría reducir a un mensaje desde Palacio de Gobierno o desde la Casa Veracruz con sólo la presencia de los secretarios de despacho, con lo que se ahorraría mucho más dinero. Tal vez algún día ello llegue a ocurrir y una ceremonia como la de mañana nos parezca entonces muy ostentosa como hoy nos parece aquella de Hernández Ochoa.