Tres años después
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2013-11-18
Dice el dicho que es de sabios cambiar. Y del sabio se dice que es una persona con una capacidad de discernimiento más allá de una persona normal. Pero al fin y al cabo el sabio también es un ser humano sujeto a equivocarse como el que más. Su sabiduría es lo que precisamente le hace darse cuenta de que está equivocado o ha cometido un error de apreciación y lo lleva a cambiar.
Llevado al plano político, este dicho aplicaría cuando en especial un gobernante tiene la capacidad para darse cuenta de que ha cometido un error al tomar una decisión o que su apreciación sobre algún asunto de interés público está equivocada y no sólo lo reconoce sino que decide rectificar.
Hace tres años, el 16 de noviembre de 2011, en “Prosa aprisa” con el título “No se barrió para atrás” escribí que había sido significativo que a la ceremonia del mensaje del Primer Informe de Gobierno en la carpa que se montó en el jardín del Museo de Antropología (en columna anterior equivocadamente dije que había sido en la explanada de la Escuela Normal Veracruzana), de los ex gobernadores sólo había asistido Miguel Alemán Velasco, quien en diciembre de 1998, a su llegada al Palacio de Gobierno en Xalapa, había pronunciado aquella frase tajante de que no llegaba a barrer para atrás, cuando los enemigos de su antecesor Patricio Chirinos Calero pedían que se le investigara y se le castigara por los excesos que se habían cometido durante su mandato.
Pasados ya once meses del gobierno que se había estrenado el 1 de diciembre de 2010 y ante muchos señalamientos y reclamos contra su inmediato antecesor Fidel Herrera Beltrán en especial por la deuda económica que heredó, como en su mensaje del Primer Informe el entonces nuevo gobernador no hizo ninguna alusión a ello, publiqué tomando como base aquella frase de Alemán Velasco:
“… precisamente Javier Duarte de Ochoa se apegó a ese criterio: definitivamente ya no barrió para atrás y sepultó cualquier posibilidad de investigar y proceder contra su antecesor y protector, como se lo habían venido pidiendo muchas voces, pues fue la última gran oportunidad que tuvo de hacerlo, pero prefirió asumir toda la responsabilidad por el estado en que recibió la administración pública así como los costos que tuvo, tiene y tendrá esa decisión: no hubo una sola palabra, un solo pronunciamiento de condena al gobierno anterior y ya no la habrá. Se dio el clásico borrón y cuenta nueva. Decidió proteger a Fidel Herrera Beltrán. Es cierto, definitivamente no hay ruptura sino muy buena relación entre el ex y el actual”.
Parece que el paso del tiempo lo ha hecho cambiar de opinión. Parece que, a la distancia, tres años después Javier Duarte de Ochoa decidió tirar el lastre del pasado, desmarcarse y asumir totalmente la responsabilidad pero sólo por lo que hace a su administración. Tenía que hacerlo. Todo lo que haga o deje de hacer, la historia y el juicio popular, que es implacable, se lo cargarán únicamente a él sin tomar en cuenta ninguna consideración que haya tenido con los demás.
El mensaje del Tercer Informe tiene como una de sus características la crítica al pasado inmediato, con referencias que no dejan lugar a duda. Es un juicio implacable a apenas hace tres años cuando “nos enfrentábamos con grandes carencias e insuficiencias” en un estado “con tanta riqueza” pero con “tan bajas expectativas”.
Hay un párrafo en el texto que leyó el viernes pasado Duarte de Ochoa que ilustra el panorama con el que se encontró, panorama por lo demás que los veracruzanos percibían y vivían; un párrafo que resume lo que hoy piensa respecto al pasado inmediato con la perspectiva que da la distancia, el tiempo; situación que le sirve de parámetro, de apoyo, de asidero, para poder comparar y destacar lo que ha logrado o recompuesto, así como de base para poder evaluar dentro de tres años la proyección del futuro que tiene para el estado.
“Veracruz estaba inmerso en una situación económica complicada, políticamente confrontada y con un grave problema de inseguridad. Había incertidumbre y gran preocupación. No era posible seguir pretendiendo que aquí no pasaba nada, que aquí todo iba bien. Teníamos que cambiar las cosas, y lo hemos hecho. Hoy concluye una etapa y comienza una nueva. Concluye la etapa de ajustes, que nos obligó a poner orden y actuar con eficacia. Lo hicimos, porque la inestabilidad quiebra el ánimo de las familias”.
El juicio es severo. Los adjetivos, crudos, descarnados: inseguridad a niveles graves, incertidumbre, desorden, ineficacia; situación económica complicada, con un Veracruz confrontado. En pocas palabras, inestabilidad. Hoy se desmiente lo que se decía en la administración anterior de que en el estado no pasaba nada y todo iba bien. Hoy se señala, se califica, se enjuicia.
Otro señalamiento grave: Duarte dio por concluida “una etapa, en la que el flagelo del crimen organizado se apoderaba de nuestra tranquilidad”. La referencia a hace tres años es obvia: “En Veracruz, los datos de inseguridad se extendían de manera alarmante. Al inicio de mi administración, la sociedad demandaba acciones de respuesta ante las expresiones intolerables de violencia del crimen organizado. Frente a la inseguridad, desarrollamos una estrategia distinta y actuamos con toda la fuerza de la ley”.
¿Alguna duda de a qué gestión se hacía la referencia? Una cita es muy precisa: “En 2010”, esto es, en el último año del gobierno anterior, la inversión extranjera apenas representaba el 27% y “hoy es más del 50%”. Peor: “Hace tan sólo tres años, nuestra entidad registraba el mayor incremento de pobreza en todo el país y la situación iba en aumento. Una política dispersa y poco coordinada afectaba directamente a la gente”.
Hace sólo tres años gobernaba Herrera Beltrán. Hoy sabemos, por alguien que tiene los pelos de la burra en la mano, que se gobernaba con una política social dispersa y poco coordinada debido a lo cual Veracruz registraba el mayor incremento de pobreza y que iba en aumento; que además el estado no era productor de maíz.
Tres años después se da por concluida una etapa “y comienza una nueva”. Hoy se revive el ofrecimiento de “un nuevo liderazgo político” con “un gobierno responsable” que se mide por sus avances y que, además, está “exento de demagogias y simulaciones”, ¡zas!; con un gobierno “que no está cercado por el pasado”; con un gobierno “que rechaza el populismo y la demagogia”, ¡recontra zas!
¿Qué sigue? Ver las palabras traducidas en hechos. Duarte sabe que dentro de once días, el 1 de diciembre, comenzará la cuenta regresiva y que cada día que pase será una oportunidad para consolidar la huella de su gestión (a menos que la desperdicie), la que quedará registrada para la historia, la que lo calificará, la que lo señalará, la que hará que se le recuerde bien o mal; la que servirá, a su vez, de parámetro para que quien llegue a sucederlo algún día, como él lo ha hecho ahora, lo califique también.