MATARON A DEMETRIO RUIZ MALERVA

Pasillos del Poder César Augusto Vázquez Chagoya Leanos en www.pasillosdelpoder.com www.enlaceveracruz212.com.mx vazquezchagoya@prodigy.net.mx 26 de JULIO de 2012

César Augusto Vázquez Chagoya

Pasillos del Poder

2012-07-26

Ese 26 de julio de 1986 veníamos de Minatitlán a Xalapa para reportarnos al gobierno del estado, ya que por motivo de las distancias nos habían dado la confianza de ser su representante en el sur. Mi relación política con el gobernador Agustín Acosta Lagunes, que había comenzado mal en 1980, culminando su sexenio terminaba bien.

Era un día pesado en donde tenía que asistir a una cena que no disfruté, no por falta de ganas, sino porque hay días que ni la comida o la compañía reconfortan. Me sentía muy cansado y me fui a dormir temprano.

Cerca de las 7 de la mañana, llegó al hotel mi amigo Óscar González Pérez, originario de Cuichapa, del municipio de Moloacán, quien se puso a platicar conmigo pero no me dijo nada, tal vez por no saber cómo iba a reaccionar, hasta que recibí la llamada del secretario de Gobierno Amadeo Flores Espinosa: “Mataron a Demetrio anoche en Álamo”

Pregunte por qué y por quiénes. Claro que fue evidente mi asombro, pero más mi indignación. Comprendí en ese momento la presencia Óscar González en mi cuarto de hotel. Ellos sabían que Demetrio en poco tiempo se había hecho mi amigo e íbamos a ser compadres en unos meses más.

En la llamada, Amadeo me manifestó que tenía permiso para ir a Tuxpan y que Óscar tenía instrucciones de darme viáticos y darme un carro para ir al velorio de mi amigo. Me pregunto si me sentía bien y si podía manejar solo, si no me ponían un chofer.

Manifesté que me sentía triste, pero me podía ir solo. Ahí voy a Tuxpan. Entre Poza Rica y el puerto me rebasó la comitiva del gobernador Acosta Lagunes, quien iba acompañado de Gonzalo Morgado Huesca, entonces jefe de Giras del mandatario. El velorio de Demetrio era en la casa de su padre, quien fue muchos años jefe de Hacienda en la tierra de Jesús Reyes Heroles.

Llegando donde estaba el velorio, me encontré con amigos de Demetrio que deliberaban en la calle. Al que vi muy enojado fue a Inocencio Yañez Vicencio, a quien Demetrio lo quería mucho. En ese grupo supe todos los detalles del homicidio.

Estaban Crisóforo Hernández Cerecedo, Luis Cruz Romo, Ezequiel Castañeda Nevares, Felipe Hernández Barrios, José Luis Olivares, Enrique Casco e Inocencio. Puros amigos del finado.

Ese día, Ezequiel, quien le llevaba la agenda a Demetrio (era por tercera vez diputado federal) se había despedido en El Ojite, municipio de Tuxpan, y el Ruiz Malerva se fue a Álamo con su familia a visitar a la hermana de su esposa Imelda Sordo y hacer otras cosas.

Dicen que llegando a la casa de la cuñada, recibió una llamada de su compadre y líder agrario Neftalí Estrada, en ese tiempo oficial mayor de la Liga de Comunidades Agrarias, quien le pidió a Demetrio platicar en privado, por lo que paso por él, se subieron a la camioneta de Neftalí y se fueron a recorrer Álamo.

Llegando al parque municipal, unas camionetas que circulaban en sentido contrario les taparon el camino, saliendo de ellas hombres fuertemente armados y disparando contra la camioneta de Neftalí. Demetrio, quien conocía a todos en la región, todavía logró bajarse de la camioneta y les dijo: “¿Qué les pasa?”; como respuesta fueron las balas cobardes que le quitaron la vida.

Neftalí todavía sobrevivió, pero murió en el hospital. Los autores del doble homicidio eran ampliamente conocidos en Álamo: los hermanos Rodríguez Franco. Todas las policías y el Ejército de inmediato fueron en su persecución. Ellos también estaban de luto, porque a uno de sus hermanos lo habían matado por la mañana.

No pasó una semana cuando se aprehendió a los asesinos, quienes hasta ahora son los autores de los asesinatos políticos en el norte del estado, entre ellos, el de su cuñado, presidente de la asociación ganadera de Chicontepec; los alcaldes y síndico de Coyutla; y los que faltan por narrar.

Ya sabe quién los protege ahora: el que tiene el Principio de Peter, ha querido ser tres veces gobernador de Veracruz, pero no pasa de ser empleado de los gobiernos priistas y panistas, además de ser la “segunda viuda” de Demetrio.

Hasta ahí sabíamos en esa tarde del 27 de julio. Me encaminé al interior de la casa a presentarle mis respetos a la familia y sobre todo a Doña Imelda, quien perdió a su compañero de toda la vida. Habían procreado tres hijos, pero el más chico estaba de vacaciones en Cuba, por lo que se le esperaba para poder enterrar a su padre.

La sala era pequeña para el féretro, las coronas y las flores. No se despegaba de la viuda Miguel Ángel Yunes Linares y su señora esposa, por lo que nosotros nos fuimos a las sillas de la calle, donde estaba fresco.

Ahí nos reunimos amigos, conocidos y también el representante del candidato a gobernador Fernando Gutiérrez Barrios, Dante Delgado, quienes se enteran del homicidio en Alvarado.

Demetrio había estudiado para licenciado en Derecho en la UNAM y desde muy joven se había integrado al grupo de su paisano Jesús Reyes Heroles, el último ideólogo de la revolución mexicana. Fue, con otros jarochos, autor de la revista “Diálogos” del PRI estatal, con Manuel Ramos Gurrión.

La vida política de Demetrio la combinó entre Tuxpan y México, donde hizo grandes amigos como Carlos Salinas de Gortari, Luis Donaldo Colosio, Pedro Joaquín Coldwell, Rodolfo Duarte, Ignacio Zaragoza, Pericles Namorado Urrutia, etc. Escribía semanalmente en la revista “Siempre”, de José Pagés Llergo.

Conocí personalmente a Demetrio Ruiz Malerva por mis amigos Ezequiel Castañeda Nevares y Luis Cruz Romo, a quien el político los distinguía con su amistad a pesar de estar muy jóvenes ambos. Fuimos a Tuxpan ese día. Demetrio era delgado, sin un cúmulo de grasa porque corría todos los días. Nos invitó a cenar.

Lo volví a ver cuando tomó posesión de la presidencia del Comité Directivo Estatal del PRI en Veracruz, en sustitución de Gonzalo Morgado Huesca, el único dirigente tricolor que ha durado 6 años en el cargo en la historia del tricolor en Veracruz, en diciembre de 1980. Ese día me invitó a colaborar con él.

Me incorporo junto con Ezequiel, Luis, José Luis Olivares, “Chóforo” Hernández, Enrique Casco, José Álvarez Montero, Guilibaldo Flores, Jorge Reyes Peralta, Reynaldo Escobar Pérez, Ramón Ferrari, Raúl Ramos Vicarte, Ubaldo Flores Alpízar, Octaviano Cruz Tejeda, Gustavo Arroniz, etc. Disculpen a los que omito, pero éramos tantos.

Si conoce a estos personajes, sabrá que el ambiente entre nosotros era de primera y más cuando se juntaban a contar chistes o guasear de todo. No había nadie que no se riera. Políticos jarochos al fin.

Mi primera tarea con Demetrio fue la de analizar la votación del PRI en cada casilla y distrito de las elecciones de 1980. Su instrucción era más que nada localizar dónde habíamos perdido. Echó a andar la restructuración de los seccionales, base de la estructura orgánica del PRI.

Su secretario particular, Enrique Casco, tenía que regresarse a México. Sus auxiliares era lógico que fueran Ezequiel y Luis. José Luis Olivares era oficial mayor y el encargado del dinero era Crisóforo Hernández. Sin ninguna experiencia en esos menesteres, me nombran su secretario particular.

No sabía si reír o llorar. Al principio me hacía bolas entre contestar el teléfono, atender a la audiencia y entrar hablar con el dirigente. Gracias a dos secretarias, María Félix y Carmelita, muy eficientes, junto con Ezequiel y Luis, me pusieron “al tiro”. Ahí conocí al verdadero Demetrio.

Desde un principio me advirtió que no lo quería el gobernador ni el subsecretario de Gobierno, Ignacio Morales Lechuga, porque lo consideraban gente de Gustavo Carvajal, quien era presidente del PRI nacional, por lo que el teléfono interno de Gobierno debía ser rápidamente atendido en su ausencia, además que confiaba en mi discreción.

Si había algo que le gustaba a Demetrio era leer y escribir. Me regresaba los oficios si no iban bien redactados o con falta de ortografía. Claro que me regañaba, pero para suplir mis deficiencias, vivía casi en el edificio del PRI estatal en Xalapa, contando los sábados y domingos, para instruirme.

Con Demetrio aprendí su enorme disciplina, pero sobre todo me enseñó con paciencia que la información en política era vital y me ponía hacer informes muy concisos que eran dirigidos al gobernador o a Morales Lechuga. Después hacía informes de todo.

En los 8 meses que dirigió el PRI estatal, aparte de darle vida a los seccionales, Demetrio le daba lujo a la presidencia por su enorme cultura. Sabiendo de la guerra contra él que arreciaba y con tal que sobreviviera a los cambios, un día nos dio posesión a Lulio Valenzuela como oficial mayor y su servidor como Jefe de la Unidad de Análisis y Programación Política. Ezequiel, su gran amigo, fue su secretario particular.

Un día nos llamó a Ezequiel y a mí a su carro, estacionado al lado del edificio del PRI. Nos dijo que sacáramos sus cosas. Que Don Agustín no tuvo cara para correrlo y fue a verlo a su amigo Rodolfo González Guevara, entonces subsecretario de Gobernación nacional, quien le manifestó el deseos del gobernador para que se fuera del PRI.

Así fue. Cada quien agarró su camino en la vida y en 1983 me habla Demetrio a Minatitlán, donde era síndico primero, para que viniera a su casa en Xalapa. Don Agustín le proponía ser alcalde de Tuxpan, pero se iba a negar porque se iba como agregado cultural a Cuba con el embajador Rodolfo Echeverría.

Regresó de Cuba y se convirtió en coordinador de Comunicación Social del secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari. En ese cargo lo volví a ver cuando fue a Coatzacoalcos a un aniversario del Diario del Istmo en representación de su jefe.

En 1985 se murió el periodista Francisco González de la Vega. Ahí llegó Salinas y le anunció a Demetrio que se integraría a la Cámara de Diputados junto con Marcela González, Luis Donaldo Colosio y otros como parte de su equipo.

Demetrio se volvió por tercera vez diputado federal. Las dos anteriores lo había impulsado Jesús Reyes Heroles. A principios de 1986, la gubernatura para Veracruz, aunque no era pública, ya se había decidido por Fernando Gutiérrez Barrios, director en ese tiempo de Caminos y Puentes Federales de Ingresos.

Ezequiel bien lo recuerda: comunicó a Demetrio con Don Fernando. El “Hombre Leyenda” le manifestó que se preparara porque iba a ser su secretario de gobierno; por eso mientras Don Fernando andaba en campaña, el tuxpeño hasta se purgo para quitarse los bichos y no tomaba nada de alcohol.

Ese 26 de julio de 1986 fue a Álamo, porque iba a hacer cuentas y dejar todo bien organizado en la radiodifusora de la que era propietario junto con su esposa, porque después ya no tendría tiempo. La XEID, hoy “Radio Cañón”, es propiedad de la familia de Demetrio Ruiz Malerva.

El hijo menor de Demetrio llegó de Cuba el 28 de julio. Ese día, junto con su familia, llevamos su cuerpo inerte a la iglesia y se le enterró en el panteón municipal.

Cosas de la vida: lo mataron el día cuando se celebra la Revolución Cubana y precisamente en Tuxpan, desde donde Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto “Ché” Guevara, con otros, salieran en el barco Granma a iniciar la caída del dictador Batista.

En Tuxpan hay una calle que lleva su nombre y hay una estatua de Demetrio en el malecón de ese bello puerto. Ojala que hoy no se olviden del homenaje que cada año le hacen. Por mi parte, cada día, recuerdo sus enseñanzas, que ejerzo con mucha seriedad como quería. Saludos, donde se encuentre.